Tiempo para la reflexión

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 16/10/2025
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A las cero horas de este jueves entró en vigencia el silencio electoral y, por lo tanto, hasta el domingo está prohibida toda forma de propaganda o campaña política. Ninguno de los dos frentes o candidatos en carrera pueden ahora realizar actos proselitistas, emitir mensajes de apoyo ni difundir publicidad en medios de comunicación.

Este tiempo de tres días hasta el 19 de octubre, cuando la ciudadanía está convocada a emitir su voto en unas elecciones históricas, puesto que nunca antes se eligió presidente en un balotaje, debería servir para la reflexión después del ruido de la campaña y, sobre todo, de las informaciones y de las desinformaciones, parte de la conocida ‘guerra sucia’.

Cada sigla, cada candidato ha expuesto sus ideas y propuestas. Incluso, el Tribunal Supremo Electoral (TSE), en domingos consecutivos, organizó dos debates: uno entre los vicepresidenciables y otro entre los presidenciables, para que la población conociera los principales planes de gobierno de boca de sus protagonistas.

Como virtud de la democracia, cada futuro votante tiene la oportunidad de elegir a quién apoyar sin presión alguna. Eso, al menos, es lo que se espera que se respete en cada uno de los rincones del país. Un dato interesante y distintivo de esta elección es que, a diferencia de la primera vuelta, un solo voto puede dirimir al ganador.

Han pasado dos meses de la primera vuelta (17 de agosto) y este tiempo —más la agotadora campaña— resulta más que suficiente como para que todos lleguen al día D medianamente informados y puedan sufragar a conciencia. El futuro de Bolivia se pone en juego, de nuevo y por fortuna, en elecciones democráticas.

Gane quien gane, el sistema, la institucionalidad y la sociedad organizada deben prevalecer por sobre todas las cosas. Hay en ese sentido una implícita obligatoriedad de cada boliviano: el de defender los avances alcanzados en 43 años consecutivos de democracia ininterrumpida.

Esta es una democracia moderna y, como muchos pueden reconocerlo, también imperfecta. Pero, este rasgo —tan humano, por lo demás— no la hace peor que cualquier otra forma de gobierno conocida hasta ahora.

Los sueños de una Bolivia más próspera, con una visión de futuro que la equipare a las economías mejor enrumbadas del planeta y, en general, con una idea de sociedad feliz, o, por lo menos, más aliviada de los problemas cotidianos de las familias menos favorecidas, siguen intactos y se renuevan en cada elección presidencial.

Sin lugar a dudas que la actual crisis económica —que, según organismos internacionales, podría prolongarse por lo menos tres años más— es la tarea prioritaria a encarar con las medidas técnicas más adecuadas. Los mejores profesionales del ramo tienen que ponerse a la orden, sin importar los colores ni las banderas partidarias, para aportar en ese sentido.

En estas horas decisivas, apartando las lógicas diferencias personales en materia política o ideológica, millones de esperanzas individuales se unen en torno a un solo objetivo común: la necesidad de sacar adelante al país sin mezquindades, sin rencores, mirando atrás solamente para tomar impulso y superar los obstáculos que se presenten en adelante.

Votemos. Cada cuál sabrá por quién y guardará en su conciencia la papeleta que vaya a depositar en el ánfora. Lo importante es votar, reafirmar el compromiso ciudadano con la democracia y transferir el ejemplo a quienes vienen detrás, a las nuevas generaciones de jóvenes bolivianos que necesitan de certezas para afianzarse con seguridad en la vida y construir la nación que se merecen tanto ellos como sus hijos.

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