Desde finales del siglo XIX, los chuquisaqueños parecemos caminar sin un horizonte claro. No sabemos hacia dónde vamos ni qué estamos construyendo en el presente. A veces duele admitirlo, pero vivimos de recuerdos. Recordamos a nuestra gente valerosa, a quienes dieron su vida por la libertad del país: los hermanos Zudáñez, José Mariano Serrano, el papel determinante de Casimiro Olañeta y la lucha invaluable de los esposos Azurduy.
También sabemos que Sucre es la cuna de la libertad de América Latina; aquí se firmó el Acta de la Independencia y nació Bolivia. En aquellos años, la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca, a través de la Academia Carolina, fue el faro intelectual del continente. Desde sus aulas se escribieron las principales páginas de la historia independentista y se encendió la chispa de las ideas que dieron vida a este país que hoy habitamos.
Sin embargo, no podemos seguir viviendo solo de ese pasado glorioso. Debemos reflexionar y aceptar lo que somos hoy. Chuquisaca representa apenas el 7% de la actividad económica nacional. En algún momento esa cifra fue mayor gracias a los hidrocarburos, pero el desarrollo real de una región no se mide por la cantidad de materia prima que produce, sino por cuánto gana transformándola. Hoy el progreso se mide con valor agregado, con industria, tecnología e innovación. Lamentablemente, no hemos sabido potenciar esos elementos que generan oportunidades para nuestro pueblo.
Escribo estas líneas con tres propósitos: reconocer lo que somos, recuperar nuestras potencialidades y construir un nuevo horizonte para el futuro de los chuquisaqueños. No podemos seguir viviendo en la frustración, ni en la nostalgia, ni esperando migajas de los gobiernos de turno.
Chuquisaca tiene un enorme potencial turístico, desde Sucre hasta sus provincias. Debemos darle una mayor inyección económica, promoción y apoyo, empezando por casa. El turismo es una industria sin chimeneas: no se traduce en cemento, pero genera empleo y oportunidades económicas sostenibles para todo el departamento.
Otra gran fortaleza es nuestra capacidad académica e intelectual. La Universidad de San Francisco Xavier debe convertirse en aliada estratégica de la Gobernación y de las 29 alcaldías del departamento. Juntos deben planificar y ejecutar estrategias de desarrollo medibles, que se traduzcan en políticas públicas concretas y en la formación de los profesionales que hoy demanda el país.
Si damos esos pasos, lograremos que nuestra universidad forme profesionales competentes, con conocimiento tecnológico y visión global. Además, debemos apoyar a los jóvenes que buscan especializarse en el exterior, para que regresen a Chuquisaca con saberes renovados en medicina, biología, derecho, ingeniería, tecnología, ciencias administrativas, biotecnología, medioambiente, energías renovables y transformación digital.
El tercer pilar de nuestro futuro está en el ámbito productivo y empresarial. Chuquisaca tiene una tierra fértil que da productos de alta calidad: maní, ají, orégano, amaranto, ganadería entre otros. Cada región tiene productores con gran talento y esfuerzo. Pero necesitamos que el Estado cumpla un rol de apoyo al sector privado: no de control, regulación, ni de sustitución, sino de impulso. Nuestros emprendedores necesitan condiciones similares a las que tienen los del eje central, para poder competir y crecer.
En resumen, Chuquisaca necesita un plan. Un plan de futuro, de oportunidades y esperanza. Un plan que evite la migración, que genere mayor movimiento económico, que devuelva a Sucre y al departamento el lugar que se merecen. Si trabajamos con visión, coordinación y voluntad, dentro de cinco, diez o veinte años dejaremos de ser vistos solo como una región de recuerdos para convertirnos en un puntal de la economía nacional y en el corazón intelectual de Bolivia.