Turismo perjudicado

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 02/11/2025
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En los países con una educación medianamente aceptable, y con criterio formado respecto al aprovechamiento del turismo, esta actividad rinde millones y hasta miles de millones de dólares.

Un claro ejemplo es Perú, un país que, por una parte, tiene una gran veta turística, debido a una innegablemente nutrida historia centrada en la cultura incaica, pero, por otra, tiene regiones cuya historia no es tan rica como la de Cusco y Lima o no tiene impresionantes atractivos como Machu Picchu. ¿Qué es lo que hacen esas regiones? Sencillo: inventan historias para venderlas como atractivo turístico o bien roban la cultura de sus vecinos para presentarla como propia. ¿Pretenden molestar a los países a los que roban? No. Están desarrollando una estrategia de supervivencia.

¿Qué pasa, en tanto, en Bolivia? Nuestro país tiene una historia que, como han dicho los historiadores en este año del bicentenario, no ha sido estudiada ni siquiera en un 10 por ciento; su folklore es vasto y nutrido, y sus culturas, esparcidas en torno el territorio nacional y con innegable vocación de atractivo turístico, son tan abundantes que los investigadores no tienen tiempo para investigarlas. Pese a eso, los gobiernos no explotan nuestras vetas turísticas y estas son mejor aprovechadas por nuestros vecinos.

El gran obstáculo que tiene el turismo en Bolivia es la perniciosa costumbre de los bloqueos. La nueva legislatura, que instalará su sesión preparatoria en la semana que comienza, debe analizar con prioridad ese hecho que tiene que tratarse prioritariamente. Ya que los dirigentes anacrónicos que no sueltan la conducción de las organizaciones sociales no están dispuestos a cambiar sus costumbres, no queda más remedio que criminalizar los bloqueos; es decir, declararlos delitos, normativa mediante, para tratarlos como tales.

Pero existen obstáculos que no serán superados ni siquiera con leyes nacionales y uno de ellos es el de la escasa educación existente en el país. Un ejemplo se vio este fin de semana, en Potosí, cuando se conoció que los médicos y personal de salud de un hospital de segundo nivel organizaron una fiesta de “Halloween” nada menos que en el edificio del nosocomio. Se trata de una actitud de mal gusto, por decir menos, que, proceso judicial mediante, podría derivar en la calificación del delito de Uso Indebido de Bienes y Servicios Públicos. 

El descargo del director del hospital es que la fiesta era para los niños albergados en un hogar estatal vecino y para los internos en Pediatría. Lo curioso es que, siendo profesionales, estas personas optaron por hacer fiesta de una costumbre extranjera e ignoraron olímpicamente la tradición local, la de Todos los Santos, en los que los juegos tradicionales ocupan lugar preferente. Para ponerlo claro, podrían haber organizado esos juegos, en los que los niños se habrían divertido más, sin meterse en el problema que ahora tienen, por imitar una fiesta ajena.

Bolivia es uno de los países con una cultura propia que está en riesgo por el avance de manifestaciones extranjeras como el Halloween. Mientras en países como España esta fiesta no se celebra ni por si acaso, en el nuestro es hasta fomentado por medios de comunicación social, como es el caso de una radioemisora de Sucre cuyo nombre ha sido motivado por la fiesta extranjera.

¿Cómo se puede esperar vivir del turismo cuando son los profesionales los que ayudan a sepultar tradiciones regionales que podrían ser aprovechadas turísticamente? Que también ellos fomenten Halloween es una muestra de que ni siquiera las imposiciones ideológicas, como la Ley Avelino Siñani-Elizardo Pérez, han logrado frenar un proceso de alienación que, a la larga, harán desaparecer las tradiciones locales en detrimento del turismo.       

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