Chuquisaca se prepara para vivir un acontecimiento clave: la ‘Cumbre Ecocultural’, un espacio que invita a repensar nuestro vínculo con la cultura, la naturaleza y el desarrollo. Este encuentro reunirá a expertos, gestores culturales y comunidades, y plantea una mirada profunda hacia lo que realmente puede transformar el territorio: el ecoturismo comunitario, una apuesta que combina sostenibilidad, identidad y oportunidades para las familias rurales.
En un mundo marcado por las crisis ambientales y la migración del campo a la ciudad, Chuquisaca tiene la posibilidad de demostrar que existe otro camino: uno que rescata la sabiduría ancestral, el respeto a la naturaleza y la convivencia armónica con el entorno. Esa alternativa tiene nombre: ecoturismo comunitario, una forma de desarrollo que no destruye para progresar, sino que construye valor cuidando lo que nos pertenece.
El departamento alberga una diversidad de ecosistemas que sorprende a propios y extraños: valles templados, montañas de niebla, quebradas profundas y ríos que alimentan la vida. En este escenario surgen experiencias inspiradoras, como el Ayllu Puka Puka en Tarabuco, donde los comunarios ofrecen al visitante vivencias auténticas en torno a la naturaleza, la hospitalidad y la cultura local. Del mismo modo, en la cuenca Escaleras –entre Tomina y Villa Serrano–, estudios recientes muestran el potencial de las comunidades para desarrollar productos ecoturísticos con identidad propia.
En estos territorios, cada familia se convierte en protagonista de un modelo que promueve el hospedaje rural, la gastronomía típica, los recorridos guiados, el transporte local y la venta de productos artesanales. Así, el turismo deja de ser una actividad externa para transformarse en una herramienta de inclusión económica y orgullo cultural. Las ganancias permanecen en la comunidad, fortalecen la organización social y animan a los jóvenes a quedarse y emprender desde su tierra, evitando la migración que vacía nuestros pueblos.
Pero el valor del ecoturismo comunitario trasciende el ingreso económico. Es una escuela viva que enseña a respetar el medio ambiente y a valorar el patrimonio natural y cultural. Cada sendero recorrido, cada plato servido y cada historia compartida fortalecen la identidad de los pueblos y generan conciencia ambiental tanto en los visitantes como en los propios anfitriones.
La Cumbre Ecocultural que se llevará a cabo en Chuquisaca puede convertirse en un eslabón para articular a las comunidades con las instituciones públicas, las universidades, las empresas y los actores turísticos y culturales. Si logra ese objetivo, marcará el inicio de una nueva etapa para el desarrollo regional: una donde el turismo deje de ser improvisación y se convierta en una política sostenible que vincule conservación, economía y cultura.
Este enfoque requiere planificación, capacitación y compromiso. Los municipios deben acompañar a las comunidades en la creación de infraestructura básica, señalización y promoción responsable. Las universidades pueden aportar con investigación aplicada y formación técnica. Y el sector privado, con innovación y canales de comercialización que abran las puertas a un mercado nacional e internacional ávido de experiencias auténticas.
El mundo anhela destinos que ofrezcan más que paisajes: busca historias, humanidad y coherencia. Chuquisaca tiene todo eso, desde la serenidad de sus valles hasta la fuerza cultural de sus comunidades. Por tal motivo, puede posicionarse como un modelo de turismo con sentido, donde cada visitante contribuya al bienestar colectivo y a la protección del entorno.
Hoy, más que nunca, el desarrollo del ecoturismo comunitario se presenta como una oportunidad real para transformar vidas, conservar la biodiversidad y fortalecer la identidad chuquisaqueña. La Cumbre Ecocultural no debería ser solo un evento, sino el inicio de una alianza duradera entre la naturaleza y las personas.
Porque en Chuquisaca el futuro no está en las ciudades ni en la economía extractivista. El futuro florece, silencioso y esperanzador, entre las montañas, los ríos, los valles y las manos trabajadoras de sus comunidades. Depende de todos nosotros convertir esa semilla en un bosque de oportunidades.