Expectativas de milagros chocan con realidad boliviana

Miguel Ángel Amonzabel Gonzales 09/11/2025
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Este 8 de noviembre de 2025, Rodrigo Paz Pereira asumió como el 68 presidente de Bolivia. A lo largo de casi dos siglos, el país ha oscilado entre modelos estatistas y liberales, enfrentando un largo periodo semicolonial (1825-1952) y una democracia inestable, con 37 mandatarios militares y 30 civiles. Esta historia de discontinuidad ha generado problemas estructurales en instituciones, economía y cultura política. El nuevo presidente hereda un panorama complejo y desafiante, marcado por décadas de decisiones contradictorias y crisis recurrentes que explican las dificultades persistentes de Bolivia para consolidar estabilidad y desarrollo.

La historia, en este contexto, funciona como un espejo que atenúa la subjetividad con la que solemos interpretar la economía, la política o la educación desde la coyuntura inmediata. Analizar la continuidad y las contradicciones a lo largo del tiempo permite comprender los procesos en su verdadera dimensión. Pero también conduce a un realismo que a menudo se percibe como pesimismo: revela que los errores y problemas se repiten con persistencia. Así, no sorprende que gran parte de las promesas de cambio formuladas por políticos anteriores hayan quedado, simplemente, en palabras.

En el imaginario colectivo persiste la ilusión de que la economía podría renacer en cuestión de semanas o meses. Sin embargo, esa expectativa carece de sustento histórico. Basta recordar la experiencia del gobierno de Víctor Paz Estenssoro (1985-1989), tío abuelo del actual mandatario. Frente a una hiperinflación acumulada de aproximadamente 25.000%, que empobreció a miles de familias, la recuperación económica no se sintió de inmediato, sino que comenzó a percibirse hacia el tercer año de gestión. La lección es clara: los cambios estructurales requieren tiempo, esfuerzo y estabilidad, no milagros.

Un ejemplo más reciente se encuentra en la llegada de Evo Morales en 2006, quien recibió un país con crecimiento económico moderado, reservas internacionales significativas de oro y gas, y un contrato clave de exportación de gas a Brasil. La esperanza de cambio se centró en inclusión social e infraestructura, pero la gestión resultó altamente burocrática y, en varios casos, ineficiente. De manera similar, la victoria electoral de Luis Arce Catacora hace cinco años, con un 55m1% en primera vuelta, fue vista como un impulso hacia la reactivación económica tras la gestión de Jeanine Añez, marcada por crisis sanitaria y económica durante la pandemia de covid-19. Sin embargo, las expectativas de recuperación no se cumplieron; más bien, la crisis se agudizó.

La reciente victoria de Paz-Lara refleja, en buena medida, un voto castigo al Movimiento Al Socialismo (MAS), evidenciando el descontento ciudadano frente a la gestión económica. Además, simboliza la búsqueda de renovación en la política nacional, un sistema donde los liderazgos tradicionales se resisten a dar paso a nuevos actores. Este contexto coloca a Rodrigo Paz frente a un mandato de desafíos inmediatos y estructurales: diez años de déficit público, inflación acumulada del 28%, deuda en franco crecimiento, reservas internacionales reducidas y un dólar volátil.

El inicio de su gobierno también marca un viraje en política exterior. El viaje previo a Estados Unidos y la ausencia de presidentes del ALBA en su posesión evidencian un alejamiento del Socialismo del Siglo XXI y un giro hacia una apertura internacional más amplia y pragmática. La ceremonia, con más de 70 delegaciones internacionales, destacó la presencia de los presidentes de Argentina, Chile, Paraguay, Ecuador y Uruguay, así como del Secretario del Departamento de Estado del gobierno de los Estados Unidos. Este cambio refleja la intención de un gobierno que busca reposicionar a Bolivia en el escenario global, sin perder de vista los retos internos.

El mensaje presidencial de Rodrigo Paz establece cuatro ejes: fortalecer el Estado de Derecho y combatir la corrupción, implementar austeridad y reforma estatal, promover inclusión económica con desarrollo regional, y abrir el país al mundo con modernización. La recuperación de la independencia judicial y la sanción efectiva de la corrupción buscan reconstruir la confianza en instituciones debilitadas. La austeridad no solo recorta gastos, sino que desmonta la burocracia que asfixia al ciudadano. Gobernar, subraya Paz, implica administrar recursos públicos con sobriedad, transparencia y eficiencia, no ocupar un pedestal.

En lo económico, el nuevo gobierno apuesta por incorporar a quienes quedaron fuera del sistema productivo y tributario y por descentralizar la toma de decisiones, otorgando a las regiones mayor voz y responsabilidad. Es un movimiento gradual hacia un país más equilibrado y federal en la práctica. Finalmente, Bolivia vuelve a mirar al mundo. La modernización productiva, el comercio y una educación alineada a la realidad global buscan sentar las bases de un tiempo que Paz define como de “libertad y responsabilidad”.

El realismo exige advertir que estas aspiraciones no darán resultados inmediatos. Los problemas heredados no desaparecen con la investidura; los desequilibrios macroeconómicos requieren tiempo y disciplina. La expectativa de milagros en semanas o meses es ilusoria. Si el gobierno avanza de manera consistente, los efectos positivos podrían sentirse a partir del tercer año, siempre que las políticas se implementen con rigor, transparencia y coherencia entre palabras y hechos.

Bolivia enfrenta un proceso de reconstrucción largo y complejo, donde la esperanza debe medirse con cautela. Rodrigo Paz hereda una crisis económica persistente y un país habituado a promesas incumplidas. Su capacidad para reformar la administración pública, fortalecer instituciones y generar confianza será constantemente evaluada. La historia demuestra que los cambios profundos requieren tiempo, visión y coherencia entre palabras y hechos. La ciudadanía observa con expectativa y escepticismo cómo se desarrollará esta nueva etapa, consciente de que los problemas estructurales que enfrenta el presidente no se resolverán de manera rápida ni sencilla.

 

* Es investigador y analista socioeconómico.

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