Cuestión de justicia

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 16/11/2025
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Administrar un país es una de las tareas más complejas del mundo. No se trata simplemente de disponer del dinero que surge por el aprovechamiento de los recursos, sino, también, de redistribuirlo de manera equitativa, de tal forma que la mayoría quede satisfecha, por cuanto complacer a todos es una misión imposible.

¿Cómo distribuyes los recursos de todos para que la mayoría quede contenta? Una de las maneras es la ecuanimidad; es decir, mediante criterios de igualad e imparcialidad y aunque estas, especialmente la última, sean subjetivos, existen formas o procedimientos para llevarlos al plano objetivo.

Una de esas maneras es la aplicación doctrinaria de la justicia, pero no bajo el criterio de sanción a los delitos mediante tribunales, sino en su sentido más puro; es decir, el de “dar a cada quien lo que le corresponde, a cada cual lo que es suyo”. De esa manera, es posible alcanzar otro objetivo, el de la equidad.

¿Cómo das a cada quien lo que le corresponde? Cuando, por ejemplo, le pagas al obrero el valor real de su salario, sin aprovecharte de él o intentar obtener una “plus valía”; es decir, más trabajo del que en realidad pagas. Pero, a la inversa, el trabajador no debe aprovecharse del empleador y conseguir que su labor sea pagada más de lo que en realidad vale; o bien hacerse pagar por trabajos que no realiza, como suelde ocurrir cuando se tergiversa las funciones protectoras de las organizaciones sindicales.

También existen maneras de dar a cada quién lo que es suyo y eso tiene mucho que ver con la división técnica del trabajo. Así, si es necesario construir un mueble o reparar objetos de madera, entonces hay que convocar a un carpintero. Si se requiere de alguien que elabore pan, se debe llamar a un panadero (y no a un panificador, como eufemísticamente se ha dado en usar en los últimos años). Al hablar de esta manera de aplicar la justicia, es válido el refrán “zapatero a tus zapatos”, puesto que es la mejor manera de asignar tareas a una persona en una sociedad jurídicamente organizada.

Existe una anécdota no confirmada de los tiempos de la Revolución Nacional. Se dice que, cuando los revolucionarios se adueñaron del poder, tomaron las planillas y comenzaron a repartirse cargos. Uno de ellos vio uno en el que el sueldo era muy alto y dijo, de cuajo, “yo quiero este”. Los demás miraron la planilla y dudaron, así que le preguntaron si estaba seguro. El aludido respondió que no sabía leer, pero conocía los números, y ese sueldo le parecía adecuado para él, pero los demás le dijeron: “camarada… no podemos darle ese cargo, porque es del obispo” y la respuesta del peticionario fue, simplemente, “no importa… yo estoy con la revolución”.

Verdad o mentira, la anécdota sirve para ilustrar cómo es que los sectores políticos suelen repartirse el país; como si se un botín se tratara. Eso fue lo que hizo el MAS y, a título de no discriminación, repartió cargos sin tomar en cuenta capacidades; es decir, hubo ingenieros que llegaron a hacer el trabajo de carpinteros, y viceversa.

Se intentó ser justo, pero no se dio a cada quien lo que le corresponde, ni a cada cual lo que es suyo. Lo que se hizo, simple y llanamente, fue repartirse el país groseramente, como si fuera el botón del robo a un banco.

Lamentablemente, el nuevo gobierno no está lejos de eso. Está bien que un Ministerio de Economía sea manejado por economistas, pero los abogados, por muy ilustrados que sean, no pueden manejar la cultura, a menos que sean, probadamente, gestores culturales y con producción técnica, artística y literaria. Si tienen esos talentos, se los necesita en otro portafolio de Estado, no en el de Justicia.

Recuerden, Rodrigo y Edmand: “zapatero a tus zapatos”.

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