Colombia, un compromiso ante la paz, el mundo y la historia
Se abre una última fase para alcanzar un pacto definitivo tras medio siglo

El acuerdo sobre "Cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y dejación de armas" firmado ayer por el Gobierno colombiano y las FARC en Cuba pone al país frente a un compromiso histórico, el de firmar una paz estable y duradera después de más de medio siglo de conflicto armado.
La paz definitiva aún no se ha concretado, pero el paso dado el jueves en la capital cubana despeja el camino para que en cuestión de semanas, probablemente, se firme en territorio colombiano el llamado acuerdo final con el que las FARC dejarán de ser una organización armada ilegal para convertirse en una fuerza política.
Así lo manifestó en La Habana el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, quien reconoció que al acordar el cese el fuego bilateral y definitivo, las FARC seguirán defendiendo sus convicciones pero esa lucha "ya no será armada, sino –como debe ser– política, con ideas y argumentos".
Se trata de un logro de una importancia política mayúscula porque convencer a una organización como las FARC, que ha basado su poder durante décadas en la fuerza de las armas, supone todo un cambio de filosofía para ese grupo que, según el Gobierno, tiene unos 6.000 combatientes y otros miles en redes de apoyo.
Lo acordado tiene también una connotación histórica porque, si bien es cierto que en los años 90 varios grupos guerrilleros firmaron la paz con el Gobierno, depusieron las armas y sus integrantes se incorporaron a la vida civil, las FARC son de lejos el más fuerte adversario interno que haya tenido el Estado colombiano en el campo militar.
A eso hay que sumar que es la primera vez que Colombia logra atraer a un proceso de paz el apoyo unánime de la comunidad internacional, representado no sólo en organismos como Naciones Unidas y la Unión Europea (UE), sino también en países como Estados Unidos, tradicional aliado militar del Gobierno, y por naciones vecinas.
En ese apoyo recae mucha de la credibilidad de la paz colombiana no sólo porque los observadores provenientes de algunos de esos países serán los que supervisen la concentración de los miembros de las FARC en las zonas de ubicación determinadas, sino también porque serán los garantes de que el cese el fuego y de hostilidades sea respetado.
"Vigilarán también que el abandono de las armas sea total y efectivo, todo dentro de los tiempos previstos en el acuerdo", dijo Santos, quien siempre tuvo claro que un cese el fuego debía ser el punto de llegada de una negociación, como se ha visto finalmente, y no el de partida.
Por eso defendió la tesis de que había que negociar en medio de la guerra, que tantas críticas le generó, con la convicción de que a este punto solo se llegaría cuando el proceso que comenzó en noviembre de 2012 estuviera lo suficientemente maduro, y los hechos parecen darle la razón.
El comentario del jefe máximo de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverri, alias "Timochenko", de que las Fuerzas Armadas colombianas y las de esa guerrilla que en el pasado fueron "adversarias" y en adelante tendrán "que ser fuerzas aliadas por el bien de Colombia" confirma que la paz, después de muchas vicisitudes, llegó a un punto de no retorno.
Faltan asuntos por resolver antes de la firma definitiva, principalmente flecos de los otros cuatro puntos acordados a lo largo de los más de tres años de negociaciones, y esperar la decisión de la Corte Constitucional sobre el plebiscito como mecanismo de refrendación de lo pactado, pero que las FARC hayan finalmente aceptado esa fórmula indica que las cosas van encarriladas.
Después del fracaso del 23 de marzo pasado como posible fecha para la firma de la paz, ni el Gobierno ni las FARC se han aventurado a fijar plazos, pero es evidente que a la luz de lo pactado en el punto de "Fin del conflicto", ese día está más cerca que nunca.
Se baraja el próximo 20 de julio, por su simbolismo como Día de la Independencia de Colombia, para que sea también el del inicio de la construcción de un nuevo país, aunque persistan en la escena nacional otros grupos guerrilleros y las temidas bandas criminales de origen paramilitar que el Gobierno se ha comprometido a combatir.
Luciano Marín Arango, alias "Iván Márquez", número dos de las FARC, a quien le correspondió firmar el acuerdo de cese el fuego bilateral y definitivo con el Gobierno colombiano, es un rebelde radical al que por su habilidad política le tocó liderar a esa guerrilla en los diálogos de paz.
Sin embargo, los casi cuatro años de negociaciones en Cuba suavizaron el discurso con el que este guerrillero de barba perpetua llegó a la mesa de negociaciones, donde en una de sus primeras declaraciones dijo: "Quien debe confesar la verdad y reparar a las víctimas son sus victimarios atrincherados en la espuria institucionalidad".