Los vampiros: El mito que aún fascina a los humanos
Unas veces temibles y sanguinarios, otras astutos y galantes, los vampiros han tenido muy diversas facetas tanto en el cine como en la literatura.
Unas veces temibles y sanguinarios, otras astutos y galantes, los vampiros han tenido muy diversas facetas tanto en el cine como en la literatura. Hoy en día, incluso pueden caer bien, algo que choca de plano con el origen del mito. Así lo afirma al menos el historiador alemán Thomas Bohn, que ha recorrido Europa buscando las raíces de los chupasangre.
"El vampiro moderno está muy alejado de la idea que se tenía hace siglos", afirma el experto, que acaba de publicar el libro "Mythos Vampir" (El mito del vampiro). "Hoy en día, a través del cine y la literatura infantil, el vampiro resulta entrañable y simpático. Se aleja cada vez más de lo que realmente es", añade.
Para su investigación, el historiador viajó por países como Polonia y Ucrania –además de su Alemania natal–, donde históricamente la creencia en los vampiros comparte algunos rasgos: "Como trasfondo siempre figura la despedida de los muertos y su ordenado traslado al Paraíso", explica. "Cuando un cadáver no se descomponía, sus contemporáneos pensaban que podría estar poseído por el demonio". Y el temor ante los poderes malignos de estos muertos se acrecentaba en épocas de epidemias.
"El primer caso, ocurrido en los Balcanes, fue publicado en 1725 por un diario de Viena, pero no tuvo demasiada repercusión pública", cuenta Bohn. La "fiebre vampírica" se desató poco después, a partir de 1730. Los casos que se sucedían en el sudeste europeo pronto llegaron a periódicos y universidades y protagonizaron intensos debates. "La palabra vampiro se instalaba triunfalmente en Europa". De esa época data también la invención de los afilados colmillos, que hasta entonces no formaban parte de la creencia.
Los escritores, especialmente Bram Stoker, se encargaron a lo largo de los siglos de ir modificando la imagen de los chupasangre, apunta por su parte la filóloga Kirsten von Hagen. Cada vez se añadían nuevos rasgos al personaje literario, de manera que por ejemplo el Drácula de Stoker también muestra sentimientos en alguna de sus muchas adaptaciones al cine.