La violencia sexual ataca a niños en sus hogares

Solamente el 10% de las agresiones serían protagonizadas por desconocidos

VÍCTIMAS. Los niños que sufren agresiones sexuales casi siempre son víctimas de personas que se encuentran en el seno...

VÍCTIMAS. Los niños que sufren agresiones sexuales casi siempre son víctimas de personas que se encuentran en el seno...

DENUNCIAS. Las Defensorías de la Niñez y Adolescencia reciben denuncias de agresiones a niños.

DENUNCIAS. Las Defensorías de la Niñez y Adolescencia reciben denuncias de agresiones a niños.


    EFE
    Panorama / 16/04/2017 05:41

    Los desgarradores rastros de dolor, miedo y angustia que quedan en los niños y adolescentes víctimas de violencia sexual en Bolivia, reflejados en un libro, muestran que casi siempre los agresores están en el entorno cercano del menor de edad y la vulnerabilidad en la que se encuentran es alarmante.

    Un total de 12 relatos reales de menores que fueron presa de ese tipo de violencia fueron rescatados en el libro "Invisible. Historias que se ocultan en el silencio", presentado esta semana en La Paz por la Red Departamental de Protección de la Niñez y Adolescencia para una Vida Libre de Violencia Sexual.

    La publicación lleva ese nombre porque "es una temática invisible, que está tapada con siete mantos", dijo Jacqueline Butrón, integrante del Comité Impulsor de la Red Departamental.

    "Cuando una niña o niño dice que ha sido víctima, muchas veces no le creen. El agresor normalmente recurre al chantaje, a la intimidación para mantener el secreto que se queda invisible por muchos años", señaló.

    A falta de cifras oficiales sobre un problema tan serio, las 22 instituciones públicas y privadas que integran la red acuden a datos de la Defensoría del Pueblo que señalan que el 83% de los niños y adolescentes bolivianos ha vivido algún tipo de violencia más de dos veces y el 23% fue víctima de violencia sexual.

    Más duro aún es saber que alrededor de un 80% de los abusos se producen en el entorno más próximo de los menores (familia, amistades, colegio) y apenas un 10% es perpetrado por desconocidos, según estimaciones propias de la Red Nacional de Protección de la Niñez y Adolescencia para una Vida Libre de Violencia.

    "Muchas veces enseñamos a nuestros niños a tener estrategias para defenderse de desconocidos, pero ¿cómo se defienden de los conocidos con quienes tienen un vínculo afectivo?", cuestiona Butrón.

    Con años de trabajo sobre esta temática y a sabiendas de que es un problema cada vez más complejo, las entidades que integran la red departamental vieron necesario hacer una "incidencia un poco más fuerte" para sensibilizar a la población a través del libro, elaborado con apoyo de la cooperación suiza.

    Las historias, narradas en el primer capítulo, son verídicas y sólo se cambiaron los nombres y lugares donde se produjeron los sucesos para proteger a las víctimas.

    LOS CASOS

    Uno de los relatos más conmovedores es el de Paulina, quien desde sus seis años experimentó la violencia sexual y fue víctima no sólo de su padre, su tío y su primo, sino también de amigos de la familia que frecuentaban la casa para beber con el papá de la niña.

    Fue su hermana mayor, Teresa, quien descubrió lo que ocurría y se lo contó a su abuela (no se sabe dónde está la madre de las niñas).

    Paulina y Teresa viven ahora en un centro de acogida administrado por una de las entidades integrantes de la red. La niña ya tiene 11 años y ha recibido terapia en los últimos meses, pero está delicada y es tratada por una infección de transmisión sexual.

    También está el caso de Amalia, quien desde los ocho años sufrió abusos y violaciones por parte del hermano de su madre.

    "Durante muchos años, Amalia lloró en silencio y guardó en la oscuridad su angustia. Sufría porque su tío la amenazaba con matar a su papá y su mamá si ella decía algo", señala el libro.

    La historia de Cristian, un adolescente víctima de abusos de Alberto, la pareja de su tío, comienza con un contundente "si pudiera ser un animal, sería un pájaro para volar lejos de aquí" que el joven comentó durante una valoración antes de iniciar su terapia.

    Los abusos fueron descubiertos por su madre, quien inicialmente buscó ayuda psicológica en una de las instituciones de la red, pero finalmente, por vergüenza, no quiso denunciar a Alberto.

    El tío contrajo VIH y murió y Cristian también fue infectado y actualmente se desconoce dónde están él y su madre.

    El segundo capítulo muestra "cómo el silencio, dolor y poder son elementos que están continuamente presentes en la violencia sexual" y que la misma está relacionada a "situaciones complejas de ejercicio de dominación y poder", según la introducción del libro.

    También incluye conceptos de la normativa boliviana para proteger a niños y adolescentes, las actitudes de la comunidad, que muchas veces "cierra los ojos respecto a hechos de violencia sexual" y plantea reflexiones sobre las víctimas, familias y agresores.

    El tercer capítulo muestra las creencias vigentes en la sociedad boliviana respecto a la violencia sexual, como el pensar que cuando ésta ocurre dentro de la familia es una cuestión privada, o el culpar a la víctima por lo sucedido, y las contrasta con la realidad para invitar a la reflexión y al cambio de estas percepciones.

    En el último apartado se plantean actividades para realizar talleres de prevención de la violencia sexual, con el fin de reforzar la defensa de los derechos de la niñez y adolescencia.

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