Japón y Bolivia: Jica escribe 40 años de historia

El aporte de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) llegó a Chuquisaca con varios proyectos.

BECARIOS. En Chuquisaca desde 1980 se beneficiaron 59 profesionales. Dorian Gonzales (i) en una de sus capacitaciones en

BECARIOS. En Chuquisaca desde 1980 se beneficiaron 59 profesionales. Dorian Gonzales (i) en una de sus capacitaciones en

JICA. Implementación del proyecto Cambio Rural.

JICA. Implementación del proyecto Cambio Rural.

JICA. Implementación del proyecto Cambio Rural.

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INTERCAMBIO. Deco en los talleres con las estudiantes de nivel inicial en la ESFM Mariscal Sucre.

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FÚTBOL. Nori, junto al Leonardo Durán y los niños a quiénes entrena.

FÚTBOL. Nori, junto al Leonardo Durán y los niños a quiénes entrena.


    Zara Ali F.
    Panorama / 17/06/2018 07:30

    Japón y Bolivia cumplen más de 100 años de relaciones diplomáticas, y este 2018 la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) escribe 40 años de historia en el país.

    La nación asiática como tal tiene presencia de más de 110 años en Bolivia, con al menos 14.000 ciudadanos japoneses incluidos sus descendientes.

    A continuación un repaso de las huellas de JICA en Chuquisaca.

    BECARIOS EN JAPÓN

    Mejorar y fortalecer las capacidades de los profesionales a través de los conocimientos y tecnologías japonesas es el objetivo del Programa de Becas de JICA que arrancó en 1962, y que ahora es uno de los pilares de la cooperación japonesa.

    Cada año, aproximadamente 50 becarios se trasladan al país asiático con la finalidad de capacitarse en varias áreas: salud, educación, medio ambiente, desarrollo rural, agricultura, tecnología de la información y comunicación, y desarrollo del sector privado, entre otros.

    Muchos profesionales chuquisaqueños viajaron a Japón para adquirir nuevos conocimientos, y posteriormente replicar esa experiencia en su entorno laboral y social.

    CON RECUERDOS EN LA MENTE Y EL CORAZÓN

    La Asociación de Becarios Bolivianos en Japón, filial Chuquisaca, está presente desde 2015, y a la fecha aglutina alrededor de 25 becarios, aunque algunos más activos que otros, reconoce Dorian Gonzales, de profesión arquitecto, que se benefició con una beca en ese país en 2013.

    Ese entonces era funcionario en la Municipalidad y recuerda que tuvo que lidiar con algunos inconvenientes para contar con un permiso para la capacitación que recibiría por un mes. Recuerda con mucha añoranza el tiempo que estuvo presente allá. Comparte sus fotos, y en cada descripción se le iluminan los ojos. Asegura que ansía poder volver, y dice que su estadía allá le permitió un cambio de conciencia y de visión para empezar con nuevos proyectos.

    La capacitación que recibió estuvo orientada a generar el desarrollo a través de las potencialidades de cada entorno, quedó sorprendido con su visita a la ciudad de Beppu, conocida como la ciudad balneario del municipio de Kyushu (Japón), famosísima por los cientos de pozas de aguas termales.

    En Sucre, la asociación está compuesta por un equipo multidisciplinario de profesionales, que a la fecha elabora un plan de acción para contribuir a la sociedad. Buscan organizar talleres de capacitación para preparar a la población frente a los estragos climatológicos. Al igual que una estrategia para identificar a los voluntarios japoneses que llegan a Sucre.

    “Una de las limitantes es el idioma, quisiéramos apoyarlos, y hacer algo para que ellos se sientan como en casa, devolver a través de ellos, el apoyo incondicional que nos brindaron en nuestra estadía en su país”, dice.

    EL IDRI: FRUTO DE LA COOPERACIÓN NIPONA

    El Instituto de Desarrollo Rural Integral (IDRI) de la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca nació en 2014 como parte de la colaboración japonesa que quedó en Sucre en el ámbito de la producción agropecuaria.

    En 2005 un grupo de expertos de JICA llegó al Departamento para realizar un estudio de prospección dirigido a identificar las zonas con mayor índice de pobreza y Chuquisaca Norte fue la elegida.

    En 2006 arrancó el Proyecto Cambio Rural en tres municipios: Yamparáez, Poroma y Presto. Esta primera fase de dos años se implementó en cuatro comunidades de esos municipios y permitió poner en marcha el proyecto metodologías de desarrollo participativo.

    De 2009 a 2014 empezó la segunda fase del proyecto, que se amplió a los nueve municipios de Chuquisaca Norte, y a 36 comunidades del área. Una de ellas fue Palamana (Yotala) donde implementó el programa de mejoramiento de ganado caprino y se beneficiaron al menos 12 productores, recuerda el director del IDRI, Ramiro Villalpando.

    El proyecto fomentó la ruptura del esquema asistencialista de la cooperación extranjera, que sentó con anterioridad Jalda, con la inclusión participativa de los principales involucrados.

    A lo largo de ese tiempo se implementaron proyectos a partir de las necesidades e iniciativas de sus habitantes, desde huertos hortofrutícolas, pequeños sistemas de captación de agua, campañas forestales y otros que se hicieron sustentables con el paso del tiempo, asegura Villalpando.

    La primera campaña forestal se realizó en la comunidad de Chillchista en el municipio de Poroma en 2006, recuerda.

    Ese proyecto concluyó en 2014, y nació el IDRI con los cimientos del proyecto japonés y que a la fecha está en marcha con proyectos de investigación y convenios de apoyo técnico.

    La huella del programa Cooperantes de Jica en Chuquisaca

    Japón comprendió el valor de la cooperación internacional desde sus propias experiencias, especialmente tras recibir el apoyo internacional para su recuperación en la posguerra.

    “Los niños japoneses de aquel entonces son quienes dirigen hoy la Asistencia Oficial para el Desarrollo (AOD) desde Japón hacia otros países”, señala una cartilla informativa

    Es así, que desde 1978 y para “unir al mundo” el programa Cooperantes voluntarios está en Bolivia con más de 1.222 voluntarios que contribuyen desde diferentes áreas: salud, educación, formación técnica y tecnológica, medio ambiente, deporte, agricultura y agropecuaria.

    Hasta ahora a Chuquisaca llegaron 78 cooperantes, de los cuales, actualmente, tres desarrollan actividades. Próximamente llegarán cuatro más.

    Ryoko Ide (Deco) y Noriaki Morishita (Nori) llegaron a la Capital para trabajar con el programa de Voluntarios de JICA, ambos en diferentes áreas: educación y deporte, respectivamente, pero con un objetivo común orientar sus esfuerzos para que los directos beneficiarios sean los niños.

    Amistad y pasión por la enseñanza 

    Su apodo es Deco, y así es como la saludan todos quienes la conocen, y de hecho son varias las amistades que entabló, en especial en la Escuela de Formación de Maestros Mariscal Sucre, a donde llegó el año pasado con el fin del intercambio y fortalecimiento de experiencias pedagógicas.

    Tiene 29 años, y en su país se formó en educación inicial, uno de los principios que guiaron su experiencia laboral durante cinco años fue promover la enseñanza y su relación con la vida, y por eso cuestiona que en Bolivia la enseñanza se base aún en la repetición y la memoria.

    En una de sus actividades de apoyo recuerda que vio a un niño que pintaba un número, pero al preguntarle qué número coloreaba, recibió como respuesta “no sé”. Agrega que el conocimiento debe relacionarse con el pensamiento. Es más importante cuestionar y saber dar solución a los problemas, no sólo repetir, aconseja.

    Deco cuenta que no le costó elegir su carrera, dice que desde siempre quiso dedicar su tiempo a los más pequeños. Y desde que llegó a la Capital orienta su labor en ese sentido.

    Se siente más cerca de los estudiantes, muchos de quienes al pasar la saludan amistosamente. Sin embargo, también reconoce el apoyo de los docentes, una de ellas es Marianela Córdova, que valora varios recursos y estrategias pedagógicas compartidas por Deco y que ahora son implementadas por las futuras profesoras.

    El pasado martes, 12 de junio Deco concluyó su trabajo como voluntaria en la Capital. Se va con nuevos aprendizajes, amistades, las danzas bolivianas que la cautivaron, el gustito por la comida picante, además de un quechua básico.

    Enseñar disciplina a través del fútbol

    Noriaki Morishita, prefiere que le llamen Nori, tiene 42 años. Es uno de los profesores del Centro Deportivo del Sur (CEDEPSUR) y llegó a Bolivia en enero del año pasado. El próximo diciembre cumplirá casi dos años de trabajo en Sucre, con tres horarios diferentes y alrededor de 40 niños a quienes prepara en el deporte de multitudes. Es especialista en la enseñanza de fútbol a niños y se preparó cinco años en su país.

    Le gusta mucho Sucre, “todo muy bien” afirma señalando el pulgar arriba, aunque confiesa que le sorprendió ver a niños que trabajan, de hecho comenta que llegaron al CEDEPSUR, dos de ellos, uno que trabaja lavando autos y el segundo como animador de fiestas infantiles.

    Aquí la realidad es muy diferente, dice y así comprende muchos aspectos que antes no podía concebir como la impuntualidad, entre ellos.

    CORREO DEL SUR lo visitó en el camping de la calle Demetrio Canelas, zona Santa Bárbara, donde entrena a los niños. Lo acompaña el director del CEDEPSUR, Leonardo Durán.

    - Su paciencia es inigualable, muy pocos adultos tienen esa virtud, dice.

    Por ahora, Nori está envuelto en su pasión: la enseñanza del fútbol a los niños, para a través de este deporte, inculcar disciplina y valores.

    Leonardo y su familia entablaron amistad con Nori, y ese lazo es sin duda la relación de dos países diferentes pero hermanos al final.

    El modelo Jalda

    El Proyecto japonés, Agencia de Recursos Verdes del Japón J-Green precedió a JICA en cuánto a cooperación en el área de agricultura y en Chuquisaca desarrolló el proyecto “Estudio de validación del Desarrollo Rural Participativo basado en la conservación de los recursos naturales”. Inició en 1999 y se prolongó hasta 2003. Básicamente sentó el modelo participativo para el futuro proyecto Cambio Rural.

    Arnulfo Borges, docente investigador y parte del Instituto de Desarrollo Rural Integral (IDRI), trabajó con JALDA y destacó que el proyecto dejó importantes investigaciones y documentos de las comunidades estudiadas: Presto, Poroma y Yamparáez. Donde además se implementó proyectos comunales, individuales y grupales que se caracterizaron por acompañar a la población desde la planificación, ejecución y evaluación.

    “Muchas ONGs imponían ideas, por eso los proyectos no eran sostenibles, pero JALDA generó documentación que impactó en otras organizaciones que tomaron esas metodologías y las aplicaron”, señaló.

     

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