El lenguaje de la música afroboliviana
Los instrumentos de la saya se expresan con voz propia y las canciones hablan de amor, religión o política
E l pueblo afrodescendiente tiene a la saya como el símbolo mayor de expresión cultural, pero no se trata sólo de un ritmo que contagia alegría, tanto las canciones como sus instrumentos tienen un significado único y especial. CORREO DEL SUR contactó a Fortunata Medina, una de las fundadoras del Movimiento Cultural Saya Afroboliviano (MOCUSABOL) que extendió sus alas a todo el país. En la entrevista brindó un pincelazo de la composición de esta forma musical.
¿Cómo definen los afros a la saya?
“Para la población afro la saya siempre ha sido un medio de comunicación, una forma de expresar sus sentimientos, sus emociones y hasta podríamos decir las necesidades, porque ha habido varios momentos en que la saya afroboliviana mediante sus canciones ha pedido cosas que les faltaba, un ejemplo muy claro, la llegada a la Constitución Política del Estado”.
Los primeros afros traídos a Bolivia llegaron sin sus pertenencias, pero trajeron consigo los ritmos africanos y no dejaron de transmitirlos.
¿Cuándo se conocieron las primeras canciones?
Medina subraya que la saya siempre estuvo presente en los pueblos, pero como los afros todavía eran parte de las haciendas los “tíos” temían tocarla, pero ella junto con Julio Pinedo y Natalia Zabala, entre otros jóvenes del colegio Guerrilleros Lanza (Coroico) se animaron a revalorizarla.
“El asesor en tercero medio dijo que se baile saya, pero nosotros no queríamos porque siempre le decían saya al caporal y el profesor Óscar dijo ‘no, es la saya que bailan los tíos en los Yungas’, entonces se me paró la oreja, a Natalia también, entonces dijimos 'hay que bailar saya', pero no sabíamos cómo porque todos los instrumentos estaban guardados y nos dimos la tarea de buscarlos. Algunos los tenían, otros no. La camisa la conseguimos de una tía, aunque no quería prestarnos porque tenían vergüenza, sacamos ese modelo y llevamos a la señora Lili de Coroico y empezamos a bailar el año 82 u 83 como grupo del colegio y acompañado de varios tíos mayores”, relata.
De esa manera la saya fue sentando presencia en otras regiones del país, aunque los “tíos” a un principio no compartían la idea de difundir su cultura por temor a recibir burlas. Ahora bailan “sin miedo ni temor”.
¿Cómo se forma el grupo?
La formación de la saya es dirigida por el capitán de baile, quien porta cascabeles, anteriormente eran dos, remarca Medina. Estaba conformado sólo por una fila de hombres y otra de mujeres, cada uno con su guía, ambos varones. El capitán lleva el látigo y daba el son de avance. Hace tiempo la saya era conocida como “tropa”.
¿Qué instrumentos tocan?
¿cuál es su función?
Los instrumentos –llamados cajas– son el tambor mayor, que da la voz de mando junto con los cascabeles, generando un sonido diferente al tambor menor (cambiador), de tamaño pequeño, su sonido es de “repique”.
“El tambor mayor es el que acentúa y hace unos mamboleos para hacer la combinación con el tambor menor”, precisa. También está el ganchengo, un tambor mucho más pequeño “que le da un tono especial a toda la armonía de la saya”; hoy poco utilizado ante la falta de aprendizaje sobre su interpretación.
Los tambores deben ser de madera “toco colorado” que ofrece una contextura suave para su perforación, lo que se utiliza es el borde del tronco, pero ahora se los construye con diferentes maderas y “ya no suena igual”.
Cada instrumento tiene su propia voz. El tambor mayor es el que pregunta, y el menor responde. Por ello las canciones componen de coro y coplas. En la interpretación sólo puede haber hasta dos copleros, dice la profesora.
La cuancha es otro importante instrumento elaborado de caña tacuara. No hay duda de que “no hay saya sin cuancha”, pues todo el cuerpo de baile está pendiente de este instrumento conocido comúnmente como “reque reque”.
“Cuando se lanza una canción se acompaña con la cuancha. Cuando se termina el coro, se deja de tocar, no se puede hacer una copla cuando suena; entonces, él organiza, es un instrumento que da la armonía y el orden a las canciones. Nosotros cuando bailamos, –aunque en otro lado bailan diferente– no podemos hacer un paso si la cuancha no está tocando”, añade.
El significado de la canción es importante para que el coplero responda. Por eso los tíos –que bailaban en los patios de su casa– sacaban una canción que les nacía al momento ya sea de amor, emociones, religiosas u otros. “Los hombres hacían una copla y las mujeres respondían. Creaban ese rato; era una cosa de pregunta y respuesta”, detalla.
Saber cantar las coplas también es importante ya que los afros tienen una forma particular de hablar y de decir las cosas, indica. La voz debe ser “tonadeada” al estilo afroboliviano. Lamenta que ahora se las interprete de forma estilizada o fuera de contexto, algo que debe ser corregido en las nuevas generaciones.
Medina tiene 55 años, nació en la comunidad de Tocaña (Coroico), a parte de fundar la MOCUSABOL, en la década de los 90 también inició con la organización Unión Afro en Santa Cruz, ciudad donde radica por situaciones de trabajo. Es maestra de música y cosmetóloga, entre otras actividades.
Dice sentirse orgullosa de aportar al pueblo afroboliviano y en la formación de líderes, especialmente mujeres, pioneras en el rescate de la saya.
En el Virreinato
Durante el Virreinato de La Plata grandes compositores como Juan de Araujo, Antonio Durán de la Mota o Andrés Flores escribieron obras con influencia de la música de los esclavos provenientes de África, actualmente resguardadas en el Archivo de La Catedral, aunque la influencia llegó desde España con el coloniaje. Estas composiciones son conocidas como negrillas y congos, ritmos navideños, explica el contratenor Rodrigo Alcoreza.
“Lo que hacen es componer villancicos, esta música que es relativa a la Navidad con el español mal hablado de los esclavos negros como ‘Vamo turus negrio ayá’, que es ‘vamos todos los negros allá’. La más conocida es ‘Los coflades de la estleya’ (de Juan de Araujo)”, señala.
Estas composiciones tienen un trasfondo ambiguo ya que tenían como fin hacerlos partícipes de la celebración de la Navidad, pero al mismo tiempo burlarse de ellos.
Música
Parte de la canción “Si yo fuera presidente”:
Copla: “Isidoro Belzu bandera ganó, ganó la bandera del altar mayor (X2)”.
Coro: “Si yo fuera Presidente formaría un puente (x2). Formaría un puente, caray, de Coroico hasta La Paz (x2)”.