Las rutas del narcotráfico que transita la cocaína boliviana
Gran parte de la droga llega a suelo argentino para luego cruzar el atlántico, a Europa
De los catos de producción de coca a las pozas de maceración para la elaboración de cocaína, los tentáculos del narcotráfico no dejan de innovar y extienden el negocio ilícito con destino a países de Europa, un mercado sobre todo exigente. Las rutas del narcotráfico traspasan fronteras y surcan tierra, aire y agua; aunque están identificadas y son intervenidas constantemente, se diversifican cada vez más.
La cocaína boliviana –tan demandada como la colombiana y por encima de la peruana en preferencia– parece haber encontrado más mercados por explotar: Europa, Asia y África.
Según el Informe Mundial sobre las Drogas 2018 presentado hace cuatro meses por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por su sigla en inglés), la fabricación mundial de cocaína alcanzó un máximo histórico de 1.410 toneladas en 2016, un aumento de 25% con relación a 2015.
La producción de cocaína en Bolivia “aumentó, aunque a un ritmo más lento”, según el documento, que precisa que como consecuencia de los grandes aumentos en las áreas cultivadas de coca y la mejora de los conocimientos sobre la fabricación de cocaína en las principales zonas productoras de la hoja sagrada, se calcula que la mayoría de la fabricación de cocaína tiene lugar en Colombia, donde, según estimaciones de la producción de hoja de coca, la producción de cocaína llegó a 866 toneladas en 2016.
El 10% de la coca que se produce en el mundo está en Bolivia y el 68.5% en Colombia.
Al margen de las cargas de narcotraficantes menores, que emplean la vía aérea para el envío de mínimas cantidades de cocaína, el grueso de los envíos ilícitos emplea sendas, caminos rurales, carreteras y pistas clandestinas para traspasar las fronteras.
Según dos reportes de diarios argentinos, la ruta de la cocaína boliviana tiene como paso obligado Santiago del Estero. Como parte del trayecto hacia Europa u otro destino, el territorio santiagueño figura en el "GPS narco”, señala el diario “El Liberal”.
La misma fuente sostiene que así lo demuestran los golpes efectuados en los últimos años, a organizaciones criminales que trabajan como bandas transnacionales que tienen contacto fluido entre elementos locales y proveedores de cocaína de Bolivia, y de marihuana paraguaya.
Santiago del Estero ocupa un lugar estratégico en el transporte y tráfico de estupefacientes debido a sus grandes extensiones de fronteras, que lo separan de Bolivia a través de la provincia de Salta, también catalogada como de grandes movimientos de la cocaína del mundo.
UN PUNTO CLAVE
Desde ese punto neurálgico, la cocaína boliviana enfila al Chaco paraguayo, donde existe una multiplicidad de pistas clandestinas aptas para el despegue y aterrizaje de aviones que transportan la droga hacia el interior de Argentina, Brasil y países europeos.
En la mayoría de los casos, la droga llega a través de "bombardeos" o aterrizajes en Salta, Chaco o Santiago del Estero. Si es arrojada en Salta o Chaco, la droga es recogida e ingresada a Santiago del Estero por rutas nacionales, provinciales o caminos vecinales para despistar retenes de Gendarmería, Policía Federal o la Policía provincial. Camiones o camionetas son los vehículos más utilizados. Pero también se emplean avionetas.
“Diario Norte” de Resistencia (provincia argentina de Chaco), establece que en la misma frontera con Bolivia se muestra un abanico de posibilidades para el narcotráfico.
Por la Ruta Nacional 16, considerada una de las vías de la cocaína en virtud de los operativos que arrojaron resultados positivos y corredor bioceánico, ingresó recientemente desde Bolivia a Quitilipi (Chaco), casi una tonelada de ese estupefaciente que luego fue enviado a Europa.
Otro dato. El pasado 2 de octubre, la Policía incautó 10,3 kilos de cocaína.
Aunque en la misma zona y otras de la frontera común, desde 2016, los secuestros de cocaína boliviana se cuentan por cientos de kilos.
PLANTEAMIENTO NACIONAL
En suelo boliviano y ante esta coyuntura, el ex director de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN), Gonzalo Quezada, sostiene que la fuerza antidroga sigue el curso de los desvíos ilícitos de coca hacia las factorías de cocaína, cuenta con datos de concentración y de ahí hacia los laboratorios de cristalización. Pero una dificultad es la captación de “informantes” para acceder a datos precisos de los grandes despachos, al parecer los pagos/recompensa no son muy pretendidos por los delatores.
En ese marco sugiere replantear los operativos antidrogas contra organizaciones delictivas. “El dinero ilícito sigue fluyendo, activando la demanda y oferta. Un desafío, de los decisores de la lucha contra las drogas, es fortalecer las investigaciones con la herramienta jurídica de la “extinción del derecho de dominio”, sostiene.
LAS “ZONAS ROJAS”
Desde 2011, el Gobierno y la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN) identificaron al menos ocho “zonas rojas” de narcotráfico en el país, entre ellas San Matías, Yapacaní, San Germán, Nuevo Horizonte, La Asunta, Challapata, Cocapata y el Polígono 7 del TIPNIS, la mayoría ubicadas en los departamentos de Santa Cruz, Cochabamba, La Paz y Oruro.
El Gobierno reconoce que el narcotráfico y lavado de capitales han penetrado inclusive en estructuras de autoridades locales, según admitió recientemente al diario Los Tiempos el ministro Carlos Romero.
En EEUU manda la cocaína colombiana
El flujo primario de tráfico de cocaína continúa siendo a través de los países andinos, particularmente de Colombia a Estados Unidos, país que no ha sido destronado como destino de la mayor parte de la producción del polvo blanco.
Datos de autoridades norteamericanas indican que el 92% de la droga que se confisca en ese país proviene de Colombia y el 6% de Perú.
Un 80% de esta droga es traficada por el océano Pacífico, el resto pasa por el Atlántico. La cocaína que se trafica desde Colombia con destino a Centroamérica y México frecuentemente es transportada en semisumergibles que arriban a las costas mexicanas para después atravesar la frontera de EE.UU. en automóviles que dominan los carteles mexicanos.
En 2016, no obstante, la mayor parte de la droga incautada –un 80%– había sido transportada por vía terrestre; el resto de las incautaciones se realizaron en embarcaciones. La segunda ruta más empleada es la que dirige la cocaína al centro y oeste de Europa. La ruta que sigue la sustancia es a través de Brasil, Ecuador y República Dominicana, para arribar, principalmente, a los puertos de España y Holanda, desde donde se distribuye a países como Alemania y Bélgica, indica el reporte citado.
Por Brasil atraviesa la droga a ser vendida en África y Asia. Incluso Australia recibe parte de este polvo blanco.
LOS PRECIOS DE LA DROGA
La lejanía es un factor clave en el precio de la droga. Mientras que en Estados Unidos los precios al por mayor van de los 4.000 a 50.000 dólares por kilo (según la pureza), en Canadá puede alcanzar los $us 59.000 y en Australia alcanzan precios exorbitantes que en promedio superan los 150 mil dólares.
Estos precios son una muestra del lucrativo negocio que representa la producción de droga ilícita cuyo tráfico desde Colombia a EE.UU. es controlado por los carteles mexicanos, dejando a los colombianos con un papel protagónico como productores, quienes también participan en la movilización, en sociedad con los carteles mexicanos.
Puerto de Rotterdam, acceso de la cocaína de América Latina a Europa
El mayor tráfico ilegal de drogas que entra a Holanda lo hace por Rotterdam, donde se sitúa el mayor puerto de tránsito a Europa para la cocaína procedente de países de América Latina y donde las mafias campan a sus anchas amenazando y sobornando a funcionarios del embarcadero holandés.
"Podemos encontrar gente que está trabajando en el puerto y colaborando con narcos, pero también hay personas que vienen de otros países sólo para entrar, abrir uno de los contenedores y llevarse la droga", explica el alcalde de Rotterdam, el socialdemócrata Ahmed Aboutaleb.
Este político, que desde 2009 gobierna una de las ciudades más pluriculturales y populares de Holanda, inauguró una exposición del Museo Marítimo de Rotterdam que, hasta el próximo abril, llevará a los visitantes a experimentar en primera persona los dilemas imposibles que se viven en un puerto presionado por el complejo mundo del narcotráfico.
"¿Qué haría usted como empleado del puerto, funcionario de aduanas, traficante o juez? ¿Tomaría los 3.000 euros que le ofrecen y que tarda tres meses en ganar con su sueldo? Al entrar en contacto con el mundo de las drogas, se enfrenta a elecciones violentas, hechos traumáticos y el impacto del narcotráfico", advierte el anuncio de la exposición, abierta esta semana al público.
La idea de mostrar en el Museo Marítimo la confrontación con los problemas reales del mundo de las drogas está preparada, entre otros, por policías, jueces, fiscales y ex distribuidores de la droga que han montado, con ayuda de las nuevas tecnologías, simulaciones basadas en hechos reales.
El comisario de la muestra, Jan Briek, que se ha empapado durante los últimos meses de cifras y experiencias para preparar esta exposición experimental, explica que el objetivo es que "el visitante tenga que hacer las mismas elecciones" que haría un policía al decidir qué contenedor revisar, el juez que sentencia a un narco o un funcionario amenazado para colaborar.
Señala que la droga llega principalmente de Colombia, Bolivia y Perú y la forma más popular de introducirla es a través de "mochilas de deporte llenas de droga en contenedores sin que lo sepa el dueño del contenedor, sobornar a alguien del puerto en Rotterdam y luego enviar gente de fuera que entre al puerto por la noche para recoger la droga".
La parte más complicada para los narcotraficantes es precisamente sacar la droga del embarcadero sin ser descubiertos: "Pero está gente muy preparada y sabe lo que hace; he visto grabaciones y son capaces de escalar contenedores imposibles. Son muy profesionales", añade.
El tráfico de drogas es uno de los caldos de cultivo de la economía sumergida en Holanda, donde un kilo de cocaína tiene un valor de unos 25.000 euros ($us 28.500) cuando llega al puerto de Rotterdam, una cantidad que se multiplica con la venta en la calle.
Según cifras oficiales, se consumen unas 250 toneladas de cocaína en Europa y, aunque se desconoce cuál es el porcentaje real que entra a través de Rotterdam, la Policía aduanera calcula que ese puerto es el mayor acceso desde países latinoamericanos: el año pasado se requisaron unos 50.000 kilos ocultos entre frutas o prendas.
LA CADENA DEL NARCOTRÁFICO
Y eso es lo que pretende mostrar esa exposición, que además de un muro informativo que explica la cadena del narcotráfico, incluye piezas como siete contenedores marítimos y varios escenarios de simulación.
En una de las salas se puede experimentar la tensión que vive un funcionario al que alguien, desde el otro lado del telefonillo, le ofrece miles de euros a cambio de su pase de acceso al puerto, con la promesa de que se lo entregará al día siguiente tras recoger la droga esa misma noche desde el contenedor en el embarcadero.
El visitante de la exhibición "Lidiando con las drogas" puede elegir si aceptar o no el soborno mientras una voz en "off" le explica las consecuencias que tiene su decisión, tanto a nivel judicial como para el resto del sistema y ciudadanos holandeses.
"Mi esperanza es que estudiantes y jóvenes vean el peligro de meterse en el tráfico de drogas: sí, puedes obtener mucho dinero pero también puedes acabar muerto en cualquier descampado", advierte Aboutaleb, el alcalde más popular de Holanda.
A nivel judicial, explica el museo, los detenidos que no reciben castigo reinciden en un 80% de los casos, los que reciben obligación de servicio comunitario o una sentencia de hasta cuatro años de prisión repiten en un 30%, mientras que los que pasan 12 años en la cárcel, vuelven a recurrir al narcotráfico en un 50% de los casos.
Aboutaleb advierte de "este es un asunto muy complicado que no tiene fácil solución", pero asegura tener "un buen y gran equipo policial" que intenta controlar la droga y que Rotterdam pretende "ser más inteligente que los narcotraficantes con el buen análisis y la preparación".