Niños vendedores de discos piratas
Un niño trabajador vende entre 20 y 40 discos por día y gana 70 centavos de boliviano por cada uno
Son las 21:30 de un sábado nublado. El Mercado Campesino poco a poco se prepara para dormir. Las tiendas ya están cerradas, quedan algunos ambulantes dispersándose. La basura se junta por el viento en las esquinas, pero los niños trabajadores que ofrecen CD piratas continúan en las calles. Han estado todo el día ambulando y ya casi terminan su jornada, sólo les quedan unos pocos discos que vender. Contra la ley de Bolivia y normas sociales, ellos buscan una forma de salir adelante.
La esquina de las calles J. Prudencio Bustillos y Emilio Hochman del Mercado Campesino es el foco principal donde se reúne un grupo compuesto por unos diez niños de diferentes edades. Los más pequeños, de cinco años, caminan detrás de sus hermanos mayores, con sólo tres o cuatros años más que ellos. Casi todos tienen la ropa gastada y sucia.
Ofrecen los CD a la gente que pasa y si la venta no prospera, ambulan por otras calles cercanas al mercado. Su manera de ofrecer varía entre ellos: puede ser con mucha confianza y casi con un ademán de exigencia o amable y muy respetuosa.
La venta ambulante de este producto por niños inició en Sucre con el éxito de la serie peruana “Al fondo hay sitio”. Así, después de la primera temporada emitida en 2011, los menores de edad empezaron a vender los capítulos de cada semana. Hoy, la serie acabó pero continúa la venta de otras novelas latinas.
Las tiendas de CD piratas venden a los niños cada disco compacto a Bs 1,30 para que ellos puedan revenderlo en las calles a Bs 2, llegando a ganar 70 centavos por disco. En promedio, un niño vende entre 20 a 40 discos por día, pero si no acaba la cantidad que compró tiene la opción de devolverlos y recibir a cambio su inversión.
Otros lugares dan los discos al fío a los menores, confiando que al final del día ellos regresen con el monto vendido para pagar. Pero algunos vendedores han dejado de hacerlo porque varios niños no han vuelto más.
Los fines de semana y también los días particulares, dependiendo del tiempo del niño, la jornada laboral comienza a las 6:30, con la compra o fío de los CD, y termina cuando el niño crea que es suficiente. Así, algunos se quedan hasta las 22:00, en muchos casos, con ropa no apropiada para el clima. Cuando ya las temperaturas bajan, continúan con poleras delgadas o sandalias.
Ellos están expuestos a los peligros en la calle. Son independientes, no tienen ninguna garantía de protección, ni quién defienda sus derechos laborales porque el trabajo infantil de menores de 14 años y sin autorización está prohibido en Bolivia. Pero para la necesidad no hay leyes.
“Es que tengo que ayudar a mi mamá”, dice Juan de ocho años, mientras mira atento quién pasa para poder ofrecer sus discos. Él comenzó a trabajar hace dos años. Tiene varios hermanos y su papá los abandonó.
Qué dice la normativa
Hasta 2017, la Defensoría de la Niñez y Adolescencia tenía como atribución, por el Código Niña, Niño y Adolescente (CNNA), conceder a través de un formulario, que otorgaba el Ministerio de Trabajo, permisos para que pudieran trabajar niños a partir de los diez años hasta adolescentes de 18, previa evaluación psicosocial.
Sin embargo, el 18 de diciembre de 2014, el entonces Defensor del Pueblo, Rolando Villena, presentó una acción de inconstitucionalidad abstracta, expresando que los derechos de la niñez estaban siendo vulnerados con esta norma. Tres años después, mereció la sentencia Nº 0025/2017 del 21 de julio de 2017, que declara inconstitucional el artículo 129 del nuevo Código Niña, Niño y Adolescente (CNNA). Éste indicaba que niños desde los diez años podían trabajar. Bolivia era el único país que lo permitía desde esa edad.
Actualmente, el CNNA permite el trabajo en adolescentes con edades entre los 14 y 18 años, con permisos otorgados por la Defensoría de la Niñez y Adolescencia, previa evaluación de su situación social y económica.
La ex coordinadora de Defensorías de la Niñez y Adolescencia de Sucre, Patricia Cruz, indica que los padres que obliguen a laborar y los empleadores que otorguen los CD para su venta, a menores de la edad establecida para trabajar, son plausibles a sanciones en el marco del Código Niña, Niño y Adolescente, porque utilizan a los niños con fines mercantilistas.
Los padres estarían incurriendo en una infracción por violencia, que es el descuido psicológico y emocional hacia el menor. La Defensoría, en caso de detectar este hecho, debe remitir al Juzgado de la Niñez para que la autoridad competente sancione a los tutores por negligencia, descuido material, emocional o psicológico.
“Hay varios niños de los cuales están siendo vulnerados sus derechos por sus propios padres, tomando en cuenta que ellos son responsables directos para la manutención. Es obligación de ellos mantenerlos y no permitir que trabajen”, indica Cruz.
Y de los que otorguen este espacio de trabajo a menores, se remiten sus antecedentes al Ministerio Público y al Juzgado de la Niñez, donde las sanciones son multa, arresto, terapia psicológica y trabajo comunitario.
Pero, se ve todos los días niños trabajando en las calles y durante los fines de semana no faltan los CD ambulantes en el mercado Campesino.
Pese a conocer que está prohibido, algunos dueños de estas tiendas afirman que la situación difícil de los niños los conmueve y la forma de ayudarlos es brindarles este trabajo para que puedan tener algún ingreso y en algún caso, les apoyan un poco más.
“Me da pena, sé que no se gana mucho y están parados todo el día. Entonces les disminuyo el precio de venta a Bs 1,20 y si venden mucho les regalo una película”, dice el dueño de una tienda de discos.
La situación por la que atraviesan estos niños es complicada. Vienen de familias disfuncionales y sufren violencia. Los padres no cuentan con trabajos fijos o un ingreso estable que pueda brindar seguridad a sus hijos y éstos se ven obligados a trabajar para poder contribuir en la economía familiar.
“Una de las niñas con la que trabajaba tenía diez años, sus papás habían fallecido y sus tíos querían separar a los hermanitos, querían llevarse a la mayor porque sabía cocinar. Me daba pena porque era muy responsable la niña, pero a esa edad ¿qué vas a hacer?”, recuerda con tristeza Saúl Ángel Soto, propietario de una tienda de películas. Dejó de trabajar con niños porque éstos no volvían con el dinero de las ventas.
Respecto a las causas de este problema social, la mayoría de las opiniones apuntan a los padres como responsables. “Pienso que es culpa de los padres, que no los orientan muy bien, puesto que se ven en la necesidad de trabajar a una edad en la que ellos deberían vivir su infancia”, concluye Soto.
Sumado a este ambiente y al trabajo de ambular por las calles, se encuentran los niños en una situación de maltrato, ya que algunos empleadores no les llegan a pagar lo acordado.
Rosalía es una niña de ojos grandes y mirada triste, tiene diez años. Un domingo caluroso, con un sombrero y discos en la mano, camina ofreciéndolos a la gente. A ratos se queda atrapada por la televisión de algún puesto, pero minutos después continúa su camino. Su madre, María, vende pastillas y lava ropa ajena. El alcoholismo de su esposo, un cuarto lejano e incómodo para vivir y dos hijas más pequeñas son las causas para que Rosalía trabaje. Mientras narra su realidad dos lágrimas contenidas caen de sus ojos.
Las leyes versus la necesidad
Las leyes son claras respecto al tema, pero ellas no son responsables de cubrir las necesidades de los niños y los corazones de la gente que los emplea no pueden ignorar que su ayuda tal vez signifique pan para los pequeños.
“La necesidad obliga al niño. La ley dice que está prohibido que trabajen. Pero ¿de qué van a vivir? Son gente pobre, humilde, son mujeres abandonadas. Los niños para sobrevivir de alguna manera quieren ganarse y eso no entienden las autoridades, a ver que ellos les den dinero”, piensa Enrique Mamani, comerciante en el Mercado Campesino.
El trabajo infantil está prohibido, pero la necesidad y la solidaridad no entienden de prohibiciones.
Controles de la Defensoría
La ex coordinadora Patricia Cruz explica que la Defensoría de la Niñez y Adolescencia realiza controles mensuales para detectar el trabajo infantil. Y tiene previsto para las vacaciones finales, en coordinación con otras instituciones que trabajan en contra de la vulneración de derechos de niñas y niños, programar operativos de control, que permitirán bajar el porcentaje de niños en las calles.
En uno de estos controles, con relación a los menores que pintan en las calles se hizo una evaluación psicosocial a las familias de pequeños que estaban apostados en la calle Aniceto Arce, donde se detectó que dos padres eran propietarios de inmuebles por los que recibían alquileres. Esto representaría una figura de trata y tráfico de personas con fines de mendicidad por parte de los tutores.
Permisos de la Defensoría
Para obtener el permiso de trabajo para menores de edad de 14 a 18 años, los padres o tutores y los empleadores deben presentarse en las Defensorías y de esa forma, recabar el formulario correspondiente.
La Defensoría, con su equipo interdisciplinario compuesto por una trabajadora social, un abogado y un psicólogo, efectúa un informe que revela si el adolescente necesita o no trabajar.
Una posible solución
Si la Defensoría de la Niñez y Adolescencia, en su evaluación psicosocial, detecta una situación de extrema pobreza que puede derivar en el trabajo infantil, remite a la familia a las Aldeas Infantiles SOS, con el objetivo de que esta institución posibilite una salida a esta situación.
El asesor de Desarrollo Familiar de Aldeas Infantiles SOS, Sergio Chara, explica que este servicio es para familias que están en riesgo de despreocuparse de sus hijos. Ellos identifican varios niveles de riesgo en las familias como: acceso a salud y educación, si sufren violencia intrafamiliar, si cuentan con servicios básicos y si los padres tienen un trabajo estable, entre otros.
La familia que ingrese a este servicio tendrá un asesor que junto a ella realizará un plan de desarrollo familiar, que dependiendo de su problema contará con apoyo para salir de él, el tiempo que sea necesario.
Aldeas Infantiles SOS está en contra del trabajo infantil, por ello apoya a los padres a desarrollar habilidades laborales en carreras técnicas. A través de convenios con instituciones como Fe y Alegría e Infocal, que ofrecen talleres cortos de tejido, pintura, repostería, electricidad y albañilería, entre otros, que representarían una fuente de ingreso.
Para acceder a este servicio, la familia debe presentarse en Aldeas Infantiles SOS, con una nota de referencia otorgada por la Defensoría de la Niñez y Adolescencia.