Testigos de la muerte en Ipa

La gente cuenta cómo corrió para salvar sus vidas; el trauma sigue en niños, sobre todo

IPA. Tres de los doce niños con secuelas psicológicas hablaron con este diario de lo ocurrido. IPA. Tres de los doce niños con secuelas psicológicas hablaron con este diario de lo ocurrido. Foto: Correo del Sur

Sucre / CORREO DEL SUR
Panorama / 01/07/2019 00:24

Parecía el fin del mundo, el apocalipsis. Al mediodía del 18 de octubre de 2018, el calor que sofocaba a la comunidad Ipa, municipio de Villa Montes, Tarija, se convirtió en flamas gigantes y ensordecedoras que hicieron huir a sus pobladores. Tomaron a los más pequeños entre brazos y corrieron todo lo que pudieron para salvar sus vidas. Y como comida del día tuvieron que digerir sus propias salivas, ácidas por el miedo y el aire tóxico que aprisionaba sus pulmones.

“¡Mami, mami, vámonos, viene el fuego, viene el fuego!”, gritaron los niños desde los patios de los ranchos y los caminos de la zona segundos después de que un estruendo zumbara en sus oídos y en los del centenar de familias que viven en Ipa. Había explotado el Gasoducto Santa Cruz-Yacuiba (GSCY), en Puente Pelícano.

Creyeron que el fin del mundo había comenzado justo en ese lugar, donde vivían dos familias de la zona. De una de ellas, los Franco-Subia, murieron tres de sus cuatro miembros; de la otra solo estaba en el lugar la abuela Mónica Caimani y un nieto. Ella soportó varias quemaduras por protegerlo; aunque él salió físicamente ileso, en lo mental quedó afectado.

“Pensábamos primero que era un huracán. Estábamos con mi hija, nos preguntamos ‘¿qué es?’. Salimos de mi cuarto y era justo a ese lado (Pelícano) que se veía como un huracán, una cosa negra. Ya toda la gente estaba alborotada y decían que era fuego que se venía”, recuerda la vicepresidenta de la Organización Territorial de Base (OTB) Ipa, Marisol Benítez.

La tradicional hora del almuerzo es la data de una tragedia: la muerte de una niña de seis años y la de sus padres Dionicio Franco y Filomena Subia. También la hora de la esperanza con el sobreviviente de la familia, Marbin, entonces con 11 años de edad.

“¿QUÉ ES?”

El episodio es recordado como si el tiempo no hubiese pasado.

“Y ahí empezó a llegar la gente, (llegaban) descalzos, todos rojos, los niños con espinas en los pies. Había señoras tiradas temblando de miedo, había una señora que decía que su papá se había quemado; era feo, feo, cosas que nosotros no podemos olvidar. Quizás nuestros niños tampoco y siguen con ese mismo miedo, porque escuchan un trueno, escuchan alguna cosa que suena y dicen ‘¿qué es?’. Ya temen que pase lo mismo”, relata a CORREO DEL SUR Benítez.

La presidenta de la misma OTB, Juana Roldán, servía la comida cuando ocurrió el estallido. “Cuando me senté a querer almorzar, escuché un ruido muy fuerte, que era como si un avión estuviera cayéndose. Salimos a ver, mi hija estaba ahí, y estábamos todos asustados. Salimos de la casa y corrimos al camino”.

Sentir que “ese fuego se nos venía” fue un evento traumático para Roldán y para todos quienes estuvieron en Ipa esa jornada.

Con el paso de los minutos, el fuego que formaba una columna fungiforme entre el cielo y la tierra comenzó a dejar de ser oscuro, y el gasoducto seguía ardiendo. Los lugareños recuerdan que solo una lluvia al día siguiente pudo aliviar el infernal calor que no les permitía ni respirar.

Camilo Maldonado, un comunario de La Central, a unos 5 kilómetros de Puente Pelícano, estuvo muy cerca del incendio, ya cuando las víctimas fatales habían sido evacuadas. Se quedó allí durante unos 30 minutos y vio cómo llegaban los bomberos.

“Había un bombero que pasaba, andaba a unos 30 kilómetros por hora. No quiero ser crítico con ellos, estoy haciendo crítica constructiva, yo no soy nadie para juzgarlos a ellos tampoco, pero deberían ser más precavidos. Cuando llegaron, no podían hacer nada, llegaron inclusive los (bomberos) de Yacuiba, pero parece que no hicieron nada”.

Él y otros más aseguran que el fuego continuó al menos hasta la lluvia del día siguiente.

La explosión no solo cegó vidas humanas, también la de animales y, obviamente, se ensañó con el medioambiente. Durante esos días, el agua de la quebrada que alimenta a plantas, animales y unas 15 familias estuvo cargada de residuos.

“En la primera lluvia (en el agua de la quebrada) corría como un aceite por encima y un mal olor, se notaba… ha debido ser una semana. Ya en la segunda comenzó a correr el agua normal. Inocentemente algunos han ido, han bombeado (el agua contaminada) a sus predios, sus terrenos, y después vienen las consecuencias: las plagas en las plantas, y de eso nadie dice nada”, reclama Maldonado.

Cuando la explosión llegó, representantes de YPFB Transporte achacaron a transportistas que llevaban material para construcción la avería del gasoducto. Pero ese día, cuando ocurrió el incidente, según la versión de los comunarios, no había maquinaria pesada trabajando para la presa en la zona.

APOYO PSICOLÓGICO PARA LOS NIÑOS

Al día siguiente de la explosión del Gasoducto Santa Cruz-Yacuiba (GSCY), niños y adultos no podían retomar sus vidas. En la unidad educativa multigrado “Antonio José de Sucre”, naturalmente, fue un día de lamento por la situación de Yoselin y Marbin.

“Prácticamente la empresa ha intervenido por presión de la misma comunidad y todo, ha habido psicólogos que vinieron a ayudar a salvar ese caos que tenían los estudiantes y de nosotros mismos, los comunarios; cualquier ruido que sentíamos ya estábamos pensando en eso”, recuerda el director encargado, Faustino Flores, al narrar, una vez más, el episodio de terror que vivieron el 18 de octubre de 2018.

A Ipa se dirigieron equipos de Psicólogos Sin Fronteras (PSF), una organización internacional de voluntarios que intervienen en situaciones de crisis y que tiene una representación en el país.

Las familias de Ipa afirman que los psicólogos intervinieron durante la semana siguiente a la tragedia y que, luego, los visitaron en diferentes ocasiones. Sin embargo, sienten que no ha sido suficiente.

Flores estima que la última vez que los psicólogos se dieron una vuelta por la escuela fue en abril pasado y que les pidieron volver porque “esto no se acaba de un rato a otro”. No obstante, recuerda con agradecimiento el trabajo de estos profesionales.

VOCES DE LA TRAGEDIA

“Se afectó dos kilómetros a la redonda con la onda de fuego y de calor, y un kilómetro se ha hecho ceniza el monte. Tenemos daño de medioambiente, de fauna, sin contar las familias que se quemaron, que murieron”.

Iván Bonilla

VECINO

“Hubo un buen tiempo de entorpecimiento, se podría decir, de los estudiantes. Cualquier ruido, cualquier cosa, ya saltaban y no podían estar tranquilos. Por eso pedimos apoyo de psicólogos”.

Faustino Flores Borda

DIRECTOR DE LA ESCUELA

“¿Qué es lo que ha pasado?, ¿por qué no tenían esos lugares protección?, ¿por qué no les han dicho que tomen precauciones? Saben que las comunidades en general hacen fuego en sus casitas para preparar el alimento”.

Mariela Montero

PROFESORA DE LA ESCUELA

“Antes del suceso, nunca supe si venían los de Yacimientos a la comunidad; no puedo decir que no venían, pero tal vez solo hablaban con las autoridades y no nos hacían saber... Ahora recién están pendientes”.

Juana Roldán

PRESIDENTA OTB IPA

“Andaban las parejas buscando a sus parejas, a las familias y a los que no aparecían en ese momento, psicológicamente fue triste (…) Que las autoridades vengan y nos expliquen… nos han provocado un impacto ambiental sí o sí”.

Camilo Maldonado

COMUNARIO

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