Totora y manos del Titicaca atizan sueños de un alemán

Por otra parte, una embarcación construida en parte en La Paz y que pretendía llegar hasta Australia, naufragó recientemente en Tahití

ABORA IV. La embarcación zarpará a fin de mes, desde Bulgaria y con destino a Chipre.

ABORA IV. La embarcación zarpará a fin de mes, desde Bulgaria y con destino a Chipre.

PÉRDIDA. El sueño de la expedición fue consumido por el mar.

PÉRDIDA. El sueño de la expedición fue consumido por el mar.


    Agencias y CORREO DEL SUR
    Panorama / 12/08/2019 01:16

    Una familia aymara proveniente de La Paz y famosa por la fabricación de barcazas de totora, emprendió una nueva aventura y es parte de un proyecto que inspira a un arqueólogo alemán a surcar los mares en embarcaciones hechas sobre la base de la planta que crece en las márgenes del sagrado Lago Titicaca.     

    A las orillas del lago Varna, en Bulgaria, se está construyendo un barco de aspecto inusual. Se trata de un velero en forma de media luna construido principalmente con cañas importadas del Lago Titicaca en Bolivia. 

    El jefe del equipo, formado por europeos y bolivianos, es el profesor Dominique Görlitz, un arqueólogo alemán de 53 años quien dirige su cuarta expedición conocida como Abora IV. Görlitz pretende navegar de Bulgaria a Chipre, atravesando por tres mares, para demostrar que los antiguos comerciantes egipcios eran capaces de navegar hacia el norte a través del Mar Negro y de regreso. 

    Las anteriores expediciones de Görlitz ya han demostrado la posibilidad de viajar en barco de totora: de Cerdeña a la isla de Elba (Italia) en 1999, de Alejandría a Chipre en 2002, y de Nueva York a las islas Azores (Portugal) en 2007. 

    Su hipótesis es que en la prehistoria se realizaron viajes al Nuevo Mundo y de regreso, llevando tabaco y hojas de coca al norte de África con base en los rastros que él mismo encontró junto a momias egipcias. 

    INSPIRADO EN MARINEROS

    El equipo planea navegar con el barco de totora de 14 metros a finales de este mes desde Varna, Bulgaria, hasta Chipre. 

    "Este es el barco más estable que uno pueda imaginar", explica Görlitz. 

    Los barcos prehistóricos podían navegar e incluso virar contra el viento hace miles de años gracias a lo que Görlitz llama "un arma secreta": las orzas, una especie de remos ajustables que pueden subir o bajar 1,5 metros bajo el agua para controlar y estabilizar las maniobras. 

    La elección de Varna como punto de partida obedece a que en el año 4.300 a.C. era un puerto comercial importante del Mar Negro.

    EXPERTOS Y APASIONADOS 

    La construcción del barco está bajo la supervisión de un equipo boliviano proveniente de una familia de constructores de barcos: Fermín Limachi, de 50 años, y su hijo Yuri, de 25, expertos en construcción de los tradicionales veleros de caña y canoas que se utilizan en el lago Titicaca, mejor conocidos como "botes de totora". 

    Limachi creció en una isla pequeña en el lago Titicaca y comenzó en este oficio a los siete años con su padre y abuelos. Hoy los barcos que se usan en el lago Titicaca son en su mayoría de madera o fibra de vidrio. "Hay muy poca gente que aún sabe cómo construir botes de totora", explica Limachi, quien desde 2001 trabaja con Görlitz.

    Los barcos de totora se construyen uniendo y alineando caña en columnas, que posteriormente son atadas en forma de banana. Una vez construidas, los trabajadores pasan horas apretando las columnas y golpeándolas con una especie de bate de beisbol para comprimir las fibras; simultáneamente tensan más y más las cuerdas con el propósito de brindar al barco mayor durabilidad y capacidad de flotación. 

    "Es bastante agotador, martillear y apretar todo el día", dice Mark Peels, un electricista y windsurfista holandés de 42 años que soñaba con hacer un viaje así y no duda en comparar esta aventura marítima con el ascenso a montañas como el Monte Kilimanjaro. 

    Por su parte, Heike Vogel, una alemana de 35, también involucrada en la construcción, tiene experiencia trabajando junto a Görlitz desde 2002. Esta será su primera aventura en un barco tan grande en el mar y planea navegar con la tripulación durante dos semanas antes de volver. 

    Antecedente

    El arqueólogo noruego Thor Heyerdahl probó en 1947, con su Kontiki que las civilizaciones antiguas aprovechaban los vientos y las mareas para navegar hacia el este. Su expedición surcó el Pacífico de Sudamérica a la Polinesia.

    El Kontiki fue construido por Paulino Esteban Limachi, abuelo de Fermín, que hoy colabora en una nueva aventura para demostrar la fortaleza de la totora boliviana.

    Viracocha III naufraga  cerca de las islas de Tahití 

    Después de casi cuatro meses de navegación por el océano Pacífico, el Viracocha III –la balsa fabricada por manos bolivianas, que salió de Arica (Chile) y tenía previsto llegar a Sídney (Australia)– naufragó cerca de Tahití, en la Polinesia francesa.

    “Anoche ha estado relento el wifi. También pasa que no tenemos computadoras, una se cayó al mar y la otra se arruinó en tierra”, cuenta Marcelo Concha, el único boliviano que formó parte de la tripulación de la embarcación.

    Esta aventura inició en 2016, cuando artesanos aymaras tejieron tallos de totora para armar una balsa, con el fin de que la embarcación navegara el Pacífico.

    Tras varias semanas de construcción en el casco viejo de La Paz, la nave quedó lista a finales de aquel año.

    Dirigida por el aventurero estadounidense Phil Buck, la excursión tenía la intención de reforzar la teoría de que antiguos navegantes atravesaron océanos en embarcaciones de totora. Iba a ser el tercer intento. Con la ayuda de artesanos, el barco de 18 metros de eslora y cuatro metros de manga partió en enero de 2017 desde La Paz (Bolivia) hasta Arica (Chile).

    Luego de varios zarpes suspendidos, el Viracocha III fue lanzado al mar el 13 de marzo de este año. “Como no había recursos para adquirir alimentos, salimos un mes después de haber botado la balsa al mar”, recuerda Concha.

    El objetivo, en esta fase, fue llegar a Papeete (capital de Tahití) en 80 días de viaje, pero hubo percances. Se rompió el timón y el mástil principal, partes que eran reparadas de manera constante.

    “Vimos que nuestra distancia se redujo y que íbamos a tardar más de 80 días, así es que se optó por llegar a Hao (un atolón de las islas Tuamotu, en Polinesia Francesa) para reabastecernos de comida”. Además, debían llegar a un aeropuerto, porque tres de los ocho marineros querían retornar.

    “El plan era dejar a tres tripulantes (...), hacer reparaciones, descansar y reabastecernos para el resto de viaje a Tahití”, relata el capitán del barco de totora.

    Los navegantes lograron el compromiso de autoridades de Hao para que les ayudaran a llegar a tierra, pero en el momento preciso, no respondieron.

    “Desde la cubierta, vimos por última vez el Viracocha III navegando el Pacífico. Un sueño que comenzó hace cuatro años se desvanecía en un instante. La balsa se hacía cada vez más pequeña y pensé que, de alguna forma, era mejor dejarla seguir su rumbo natural”, escribió Buck en la bitácora del muro The Viracocha Expedition, en Facebook.

    Concha cuenta que el barco naufragó el domingo 30 de junio. De los cinco marineros, dos retornaron a sus países, en tanto que el boliviano, el capitán Buck y la chilena Valentina Paz decidieron quedarse en Tahití, por unas semanas.

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