La sensación de lanzarse del puente más alto del país
Si eres una persona que ama la adrenalina y busca emociones esta es una buena opción, pero también estamos los que no sabemos cómo llegamos ahí.
Si eres una persona que ama la adrenalina y busca emociones esta es una buena opción, pero también estamos los que no sabemos cómo llegamos ahí. Eso pensé una vez sentada al borde de uno de los puentes más altos de Bolivia; respiré profundo y me pregunté en qué me había metido.
La experiencia comienza muy temprano cuando los buses y el equipo del Club Aventura Sucre recogen a todos los inscritos al salto. Las risas, los nervios, la ansiedad son parte de un algo que todos comparten. Una vez en carretera uno puede apreciar hermosas vistas de la ciudad y muchos árboles, sobre todo pinos, en una ruta con muchas curvas estrechas. A medida que avanzamos, nos avisan que estamos cerca, regresan los nervios y una mezcla de mariposas y abejas en el estómago (ja ja ja).
Para aquel día la lista prácticamente superó las 50 personas por todo el movimiento logrado en las redes sociales; muchos preparados para saltar, otros de paseo para presenciar los saltos de personas de toda edad.
Al llegar al lugar notamos que el otro equipo del club tenía todo preparado desde muy temprano, solo esperaban la llegada de los arriesgados y locos que saltaríamos del puente. Carlos Asebey y el staff comenzaron a colocarnos los equipos de seguridad que incluyen cascos, sogas especiales y anclajes fríamente calculados por los ingenieros de este club.
El miedo regresa a medida que nos acercamos al punto del salto, a través de los handys indican que existen tres puntos de autorización antes de proceder al salto. Dos de ellos en el puente, en ambos puntos de anclajes, y otro ubicado en una especie de mirador en una pequeña colina.
Al acercarme al punto de salto me preguntan si quiero hacerlo sentada, parada, sujetada al puente... Es que los estilos sobran, pero la verdad ninguno calma mi ansiedad. Finalmente, sentada al borde del puente pienso que debo irme, que es una locura... Luego recuerdo que todo se está transmitiendo en vivo por Facebook y hay muchas personas esperando... Una voz muy tranquila me dice “no mires abajo”. Uno de los muchachos del staff me pide que me concentre en el único árbol que se ve en el horizonte y respire profundo. Cierro los ojos, respiro, río de nervios, escucho las voces de los handys con la autorización, le pido a Carlos del Club Aventura Sucre que me sujete y me impulse al vacío (obvio, él feliz porque más que un impulso él debe empujarme al vacío).
Un grito y, según yo, entre seis a ocho segundos mi cuerpo siente un vacío, una caída que no tiene fin, pero eso no es todo: al ser una caída pendular tu cuerpo no sufre ningún tipo de latigazo, sino más bien comienza la aventura del péndulo de un extremo al otro del puente. Finalmente mientras esperas que la soga de rescate te suba puedes apreciar un lindo paisaje y una inmensa paz recorre tu cuerpo.
El rescate es bastante rápido, las sogas te suben al puente y con la ayuda de una pequeña escalera asciendes a la plataforma. Aplausos y risas son parte del recibimiento.
Una vez terminada la experiencia pasa la adrenalina, y mientras esperamos el resto de los saltos, me doy cuenta que estamos en medio de la nada, pero con una cantidad considerable de espectadores del club de motos, bicicletas, familias y gente del lugar que acude a ver los saltos.
Si bien hay mucha gente unano puede conseguir ni una botella de agua y ni pensar en un refrigerio. Estamos prácticamente en la nada y me doy cuenta que además es una carretera con mucho flujo vehicular que se ha convertido en un lugar de paseo para quienes los fines de semana buscan escapar de la ciudad.
El puenting sí es un atractivo que ha llevado a muchos a conocer este lugar a pesar de que los saltos no son todas las semanas. Muchos aún quieren conocer la imponente infraestructura y el lugar donde muchos locos como yo nos lanzamos al vacío. Y si me lo preguntan, sí lo volvería hacer.