Crece la prostitución clandestina –al menos de hombres– por la pandemia
Hay más riesgo para la salud de los clientes y de los trabajadores sexuales por la falta de controles
La crisis provocada por la pandemia en Sucre empujó a muchos a trabajar o emprender en actividades económicas que antes no habían ni siquiera considerado. Una de ellas es el trabajo sexual.
“Antes había dos o tres trabajadores sexuales hombres; ahora hay 200 y muchas mujeres que trabajan sin carnet de sanidad, por la pandemia y la falta de trabajo”, alerta Luciana Gonzáles, expresidenta de la Organización de Trabajadoras Nocturnas de Bolivia (OTNB).
Relata que dejó ese cargo los primeros meses de 2021 porque, según sus palabras, “no podía remar el barco sola”. Actualmente ese espacio sigue acéfalo. Dice ser independiente, es decir, no trabaja para lenocinios, ni rinde cuentas a nadie, pero es responsable con sus controles sanitarios.
CIFRAS
Según Gonzáles, es difícil precisar cuántos trabajadores sexuales hay en la capital del país. “Tenemos entendido que en Sucre hay 10 mil. Sacan su carnet sanitario en Sucre, La Paz, Cochabamba o Santa Cruz, indistintamente, pero hay otros que trabajan de manera clandestina”, dice ella.
Esa es una cifra que PANORAMA no pudo contrastar con otras fuentes. Gonzáles asegura que ese incremento indujo a “los antiguos” a bajar sus tarifas e incluso a ofrecer servicios de riesgo.
Sobre este tema, el responsable departamental del Programa ITS/VIH/Sida/Hepatitis Viral del Sedes, doctor José Armando Sandoval, explica que entre 2005 y 2018 el Sedes tenía registrados a más de 2.500 trabajadores sexuales, pero desde 2018 hasta marzo de este año apenas inscribieron a 426. Esta reducción se debería a la pandemia.
De los 426 anotados, 406 son mujeres y representan el 95%. Los 20 restantes son hombres y constituyen el 5%. De estos, tres son “trans” (apócope de ‘transexuales’, que refiere a las personas que tienen una identidad o expresión de género que difiere del sexo que se les asignó al nacer).
POR EDADES
Según los registros, entre 2018 y marzo de 2021, el 73% de las trabajadoras sexuales tenían entre 21 y 25 años de edad; el 6% está entre los 18 y los 20 años; el 5% entre 26 y 30 y el 16% restante tiene 31 años para arriba.
Gonzáles aclara que para trabajar en este oficio deben ser mayores de 18 años, pero no hay una edad “de jubilación”, como en otros rubros. Hay trabajadoras sexuales hasta de más de 70 años.
Según el informe proporcionado por Sandoval la mayor parte de los trabajadores sexuales son del oriente boliviano y de Cochabamba, diez son extranjeras y el resto de Sucre y las provincias de Chuquisaca.
LOS PAGOS
Al menos en Sucre, por un encuentro sexual se cobra entre 50 y 600 bolivianos. El promedio general es de Bs 150. El comercio sexual se ofrece en lenocinios, alojamientos y moteles.
Sandoval indica que en la capital hay diez lenocinios legalmente registrados y 30 clandestinos. Al respecto, el director municipal de Espectáculos Públicos, Erick Medrano, informó que en Sucre existen 72 “casas de citas” clandestinas tanto en el centro como en la periferia, representando un riesgo para la salud pública, porque son lugares propensos al contagio masivo del covid-19.
Gonzáles, la exdirigente de la OTNB reconoce que sí hay trabajo sexual callejero en Sucre. Hay hombres y mujeres que ejercen este oficio en la avenida de Las Américas de donde los clientes les recogen en sus vehículos, también obran en el interior y exterior de algunas discotecas.
BAJAN LOS CONTROLES
Antes de la emergencia sanitaria las trabajadoras sexuales se hacían controles laboratoriales y médico clínicos cada dos semanas. En el tiempo de pandemia los exámenes se redujeron a una vez por mes.
Si no tienen ninguna infección de transmisión sexual (ITS), se les sella el cartón sanitario para que sigan con su oficio, pero, cuando dan positivo a alguna infección el documento se les retiene hasta que concluyan el tratamiento de la patología diagnosticada.
Las enfermedades más comunes en este grupo de riesgo son: las vaginosis, candidiasis, tricomoniasis, gonorrea, sífilis y el VIH.
Sandoval informa que en los últimos cinco años se diagnosticó con VIH a tres trabajadores sexuales de La Paz, Santa Cruz y Cochabamba. Ninguno de Sucre.
El control laboratorial para diagnosticar VIH se hace cada tres meses, con el objetivo de intervenir en estadios tempranos y así evitar la transmisión a otras personas.
Cuando tienen el virus está prohibido que ejerzan el comercio sexual, según establece la Ley 3729 del 8 de agosto de 2007 para la prevención del VIH-SIDA, protección de los derechos humanos y asistencia integral multidisciplinaria para las personas que viven con esa enfermedad.
MÁS DEL 80%, ITINERANTES
Según Sandoval, más del 80% de las trabajadoras sexuales es itinerante, es decir, viajan continuamente por diferentes departamentos del país para ofrecer sus servicios sexuales. Por eso el control de las ITS se dificulta.
No obstante, las que tienen carnet sanitario se pueden hacer los exámenes en cualquier Sedes de Bolivia. PANORAMA aclara que en este caso se refiere en femenino a “las” trabajadoras sexuales, tomando en cuenta que la gran mayoría de las personas que ejercen este oficio son, según diversas fuentes, mujeres.
EL GRAN PELIGRO
El mayor peligro reside en los clandestinos, en quienes no están registrados en el Sedes pero ofertan sus servicios por celular y en las redes sociales.
“Son una bomba de tiempo porque pueden tener ITS y sus clientes son el puente hacia la población en general, es decir sus parejas”, alerta Sandoval.
El artículo 216 del Código Penal (Delitos contra la salud pública) señala que las personas que propagaren enfermedades graves o contagiosas u ocasionaren epidemias y que realizaren cualquier otro acto que de una u otra manera afecte la salud de la población, pueden recibir una pena de uno a diez años de cárcel.
EN PANDEMIA
Sandoval informa a este suplemento que la asistencia médica laboratorial especializada a través del área de ginecología, que se presta a las trabajadoras sexuales, nunca paró desde el inicio de la pandemia, porque el derecho a la salud es constitucional e ineludible.
En cambio, los servicios que prestan las trabajadoras sexuales se suspendieron entre marzo y agosto de 2020 por disposición del Comité de Operaciones de Emergencia Municipal (COEM).
El septiembre los lenocinios volvieron a abrir sus puertas respetando los protocolos de bioseguridad dispuestos por el COEM. Inicialmente atendieron con un 30% de su capacidad; luego, con el 50%, en horarios restringidos.
GRUPO VULNERABLE
La activista Gonzáles cuenta que continuamente se dictan talleres en los que se les habla a los trabajadores sexuales, hombres y mujeres, sobre detalles de su oficio, como por ejemplo el uso del condón. Sin embargo, reconoce que la mayoría no asiste a estas capacitaciones.
“No hay quién se preocupe por encaminar a las mujeres solas con hijos para que puedan capacitarse con algunos cursos en institutos para que aprendan a defenderse en la vida”, lamenta ella.
Y añade: “Sería bueno que las autoridades dejen de vulnerar nuestros derechos, que dejen de perseguirnos como si fuésemos unas ladronas o delincuentes. Que nos dejen tranquilas, el trabajo sexual es legal a nivel mundial, no hay una ley que prohíba”.
Insta a las nuevas autoridades a tomar en cuenta a esta población, como un grupo vulnerable al que hay que brindarle condiciones dignas de trabajo y control con normativas específicas.
El doctor Sandoval, por su parte, agrega que “la cacería de brujas lo único que consigue es avivar el trabajo clandestino. A falta de control, aumentan las ITS”.
Recomienda que los clientes, antes de una relación sexual, exijan a los trabajadores sexuales su carnet de sanidad; y recuerda que este debe tener por lo menos una firma en cada mes.
Además, recuerda que siempre se debe usar preservativo durante todo el acto sexual, así los trabajadores sexuales no se arriesgan a contraer una ITS.
“Algunos hasta pagan más para no usar condón, sin darse que no solo se están exponiendo ellos sino a sus parejas estables”, advierte el profesional.
Dificultades que afectan a los trabajadores sexuales
La psicóloga del Programa ITS/VIH/Sida/Hepatitis Viral del Sedes, Marcela Ayala, explica a PANORAMA que las principales dificultades que afectan a las trabajadoras sexuales son los problemas de baja autoestima, alcoholismo, ansiedad y estrés.
Indica que muchas veces se sienten discriminadas cuando son identificadas en un lugar por algún cliente. En otras ocasiones serían maltratadas por ciertos funcionarios municipales cuando van a inspeccionar los lenocinios.
Ayala sostiene que cada chica tiene una familia por detrás e incluso un hijo o más a los que mantienen solas, por eso, para ellas es importante que se guarde la confidencialidad. Hay mujeres que trabajan en locales en horario nocturno, también están la “chicas de celular” que atienden en horario diurno, indica.
“Su situación es muy compleja, hay mujeres que tienen un hijo y otras varios y en algunos casos con distintas parejas. Entonces, ellas se hacen cargo solas de su crianza y educación, corren con todas las responsabilidades y sacan adelante a sus hijos. Los sacan profesionales y no faltan las que se descuidan, los abandonan y los niños terminan en hogares”, relata.
Según Ayala, las mujeres que se dedican a esa actividad provienen de diferentes estratos sociales. Afirma que en los últimos cinco años aumentaron mucho las chicas de 18 o 19 años que se inician como trabajadoras sexuales por celular.
La mayoría son estudiantes que llegan de otros departamentos y tienen padres que les mandan una pensión para cubrir sus gastos de vivienda, servicios, alimentación, ropa, estudios, ocio, pero, se dedican a esta actividad para satisfacer otras necesidades materiales, como celulares de última generación, joyas y demás accesorios.
“También están las que lo hacen por necesidad, para ayudar a sus familias, porque no pueden conseguir trabajo y tienen hijos que mantener. Otras lo hacen porque gustan de la vida nocturna, la música, el baile, los tragos, la compañía, el sexo. Al otro lado están las que los hacen por comodidad, flojera, porque quieren ganar ‘dinero fácil’. Como son mayores de edad, no podemos negarles la atención”, comenta la psicóloga.
Agrega que el Programa presta servicio clínico y psicológico a este grupo vulnerable. También ven con preocupación que hay bastante alcoholismo entre ellas y dejadez de sus hijos, que no tienen culpa de la vida que eligieron sus progenitoras.
“Sería importante que algunas instituciones puedan crear guarderías nocturnas donde se puedan quedar los niños mientras sus madres trabajan”, sugiere Ayala.