Industriales en la Guerra del Chaco (I)

Los cigarrillos de la familia Villa y otras que han dejado su huella a nivel nacional

ANTAño. Una industria en la década del 30 del siglo pasado. ANTAño. Una industria en la década del 30 del siglo pasado. Foto: RRSS

Lupe Cajías
Panorama / 13/02/2022 21:33

Casi cien años después de la guerra entre Paraguay y Bolivia en el Chaco (1932-1935), quedan sin investigar asuntos relacionados con los antecedentes, el desarrollo y las consecuencias de esa confrontación internacional que sacudió al subcontinente el pasado siglo. En general hubo un interés mayoritario en escribir sobre algunos personajes políticos y militares, el discurso nacionalista o las transnacionales del petróleo.

Primó una visión alentada por autores como Augusto Céspedes, que dividieron a los bolivianos entre buenos y malos, o la narrativa que difundió el partido más importante surgido después de la guerra, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Un caso distinto fue, por ejemplo, la investigación del historiador Leonardo Jeff sobre la presencia de combatientes chilenos en el frente de guerra apoyando la causa boliviana.

Casi no se conoce el rol de los industriales bolivianos y migrantes para ayudar a la causa boliviana como soldados y oficiales, con apoyos económicos y, sobre todo, como responsables de conseguir vituallas y alimentos no perecederos para los combatientes en el frente de guerra.

Aunque el tema merece una investigación mucho más profunda, presento al lector algunas fichas dispersas encontradas en estudios y biografías cuando reunía material para conmemorar los 90 años de la fundación de la Cámara Nacional de Industrias (inicialmente Cámara de Fomento Industrial, La Paz, 1931).

ANTECEDENTE

Un interesante antecedente de los industriales en las guerras internacionales es el del migrante europeo Arturo Posnansky durante la invasión de filibusteros brasileños al Acre boliviano y durante las batallas siguientes. Nicolás Suárez y sus hermanos no fueron los únicos industriales en arriesgar sus fortunas para defender a Bolivia.

Posnansky perdió 11.460 libras esterlinas por entregar su embarcación y otros pertrechos al Ejército boliviano, sin cobrar sueldos ni remuneraciones. El Estado nunca le pagó lo que él había gastado y fueron inútiles sus trámites, tanto en Bolivia como en Europa. Testarudo, volvió a Bolivia, se dedicó a la arqueología, recibió la ciudadanía boliviana. Fue condecorado, lo declararon “Benemérito de la patria”.

AYUDAN A LA LOGÍSTICA

Muchas fábricas fundadas por migrantes en los años 20 ayudaron con la logística. Por ejemplo, la “Said” tenía autorización desde 1926 para fabricar en Cochabamba y en La Paz hilados y de tejidos de algodón (tocuyos, vichís, oxford, kaki, dril, lona, casinete y géneros similares).

Estos migrantes palestinos entregaban telas para el Ejército y la Policía a precios de costo durante 10 años. Los elegantes uniformes de los oficiales, tan característicos en las fotos de los combatientes, estaban originados en la gran factoría paceña.

Dante Salvietti, el joven migrante La Spezia, fue condecorado con la orden de Comendador del Cóndor de los Antes en “testimonio y gratitud nacional por sus méritos y servicios eminentes”. El italiano había puesto a disposición del Ejército boliviano sus afamados productos embotellados y también sus flamantes camiones repartidores, los aguerridos “papayeros”. También daba empleo a jóvenes, algunos de los cuales se escondían entre los quintales de azúcar, temerosos de ser reclutados y dejar a sus familias sin sustento.

Salvietti sentía que simplemente había cumplido con el deber, como tantos otros industriales que habían ayudado al Ejército boliviano en la guerra contra Paraguay en pleno Chaco, al sudeste de Bolivia. La Cámara de Fomento Industrial, que habían creado con otros empresarios, apenas un año antes del estallido del conflicto bélico, había participado con todas sus posibilidades para aliviar a las tropas movilizadas.

El pan Figliozzi llegaba hasta las trincheras en el Chaco junto a algunas galletas; eran esperados manjares. Entonces los soldados comenzaron a llamarlo “pan de batalla”. Con los años sería el símbolo del alimento de los paceños y su precio era el termómetro de la inflación y de las protestas sociales.

Conrado Camarligui, florentino, llegó a Bolivia después de la trágica muerte de sus padres pues la familia envió a los huérfanos a diferentes lugares. Empeñado en salir adelante, creó la “Empresa Camarlingui” para el transporte de pasajeros entre La Paz y Cochabamba y luego entre Atocha y Uyuni para conectar con el tren internacional que traía pasajeros desde Buenos Aires.

Con esa experiencia, Conrado ayudó al Ejército boliviano transportando víveres desde La Paz hasta los fortines en el Chaco. En la zona de las batallas, no dudaba en trasladar tropas a pesar del peligro de su propia vida y de perder todo el capital ahorrado.

La familia Villa, de Sucre, fabricaba cigarrillos que llegaban a los soldados en las encomiendas. Eran pocas cajetillas para tantos ánimos ansiosos. Entonces los combatientes se pedían unos a otros: “dame una villita” y quedó la costumbre bolivianísima de compartir un cigarrillo entre varios fumadores.

Otro de los firmantes fundadores de la Cámara de Fomento Industrial, Koester, de la Fundición y Maestranza Nacional, había ido hasta el campo de batalla. Ahí luchó hasta salir con el grado de sargento. Junto con otros compañeros fundó más tarde el Club Hípico Los Sargentos, en Obrajes.

Jorge Stege, el alemán famoso por sus embutidos, sobre todo el jamón y la pasta de hígado, se comprometió con la entrega de verduras, que compraba a los campesinos, que preparaba en escabeche para hacer llegar al frente de batalla: zanahorias, cebollas, coliflores, locotos. El estallido en 1932 obligó a la fábrica a ampliar con urgencia sus inversiones y sus instalaciones por la demanda de alimentos para enviar al frente. Stege logró diversificar sus ofertas. También vendía el famoso dulce de membrillo, igualmente muy cotizado en la población.

Hugo Ernst, el primer presidente de la CFI, también aportó con dinero para la compra del Junker que los residentes alemanes regalaron al Estado boliviano en el Centenario de su fundación. Más tarde, en 1938, su hermano August “Cuto” fue piloto del héroe del Chaco y presidente de Bolivia, Germán Busch, hasta que murió en un accidente en el Sajama.

Domingo Soligno, otro de los precursores de la Cámara Industrial, contribuyó con sus productos a los soldados que acudían al frente de guerra. Las famosas frazadas de la guerra del Chaco fabricadas por Soligno fueron un trofeo de guerra de los sobrevivientes que las heredaron por décadas a sus familiares. Era el recuerdo de las noches más oscuras y de los surazos en Villamontes, cuya humedad a veces era peor que la canícula y la sed. El apoyo de los industriales aliviaba la penuria.

Los industriales, nacidos o no en Bolivia o segunda generación de los migrantes llegados desde fines del siglo XIX, no dudaron en respaldar de una u otra forma a las fuerzas combatientes nacionales a pesar del peligro de cerrar una empresa recién formada.

En las arenas del Chaco se juntaron no solamente combatientes de diferentes clases sociales o de distintas regiones del país sino también hombres de diverso origen. Alguien dijo, en los orines que estaban obligados a tomar los soldados para combatir la tremenda sed, se mezclaban todos sin distinciones sociales o culturales.

Otra empresa de gran importancia para el Estado boliviano durante la Guerra del Chaco fue la Fundición Volcán, creada por el alemán Oscar Obrist y que alentaron posteriormente sus hijos y la familia de Alfred Kuser y Hans Manuel Achbacher. Llegó a tener más de 100 trabajadores y ahí el Ejército boliviano podía fundir piezas o arneses para sujetar cañones o máquinas bélicas.

Samuel Hawson, también fundador de la CFI, invitó a su sobrino, el ingeniero Thomas Lonsdale a incorporarse a la empresa de venta de vehículos, a cargo de los talleres de mantenimiento. Thomas llegó a Bolivia en 1924. Un año después se casó con Luisa Vázquez Maldonado, la primera paceña en tener licencia para conducir autos y heredera de la fábrica de Sodas Water. En 1926 nació Jorge Lonsdale Vázquez.

Aunque de nacionalidad británica, Thomas fue como voluntario para unirse al Ejército boliviano junto con su cuñado Alejandro. Fue herido al conducir un tanque para el comandante de las Fuerzas Armadas de Bolivia, el general Hans Kundt, quien le sacó la bala con unos alicates. Un inglés y un alemán juntos en las tierras tarijeñas, en una escena difícil de imaginar entre las dos guerras europeas.

Heimbert Hinze, el famoso cervecero alemán que adquirió la vertiente Huari, hizo donaciones para los gastos que demandaba la guerra. Financió una red de espionaje para ayudar a Bolivia. Sus dos hijos Heimbert Junior y Ludwig fueron al frente de batalla. Heimbert Junior recibió la medalla de héroe nacional por su actuación en los voluntarios de Alihuatá- Defensores del Km 7.

El Gobierno solicitó la colaboración de los fabricantes de calzados para proveer artículos de uso militar: botas modelo americano, ojotas, bandoleras, cartucheras, cajas para guardar municiones, etc.

En 1932, se formalizaron dos unidades industriales de carácter unipersonal: La “Fábrica de Botas y Calzados Salas” de Miraflores, ocupaba a más de 100 operarios, casi todas mujeres porque los varones partían a la guerra. Producían unos 10 mil pares anuales.

* Los datos son parte de la investigación de José Peres-Cajías y de Lupe Cajías para el libro sobre los 90 años de la Cámara Nacional de Industrias. La segunda parte se publicará el próximo domingo en PANORAMA.

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