
¿Qué deberíamos celebrar el 2025?
Dentro de poco más tres años los bolivianos celebraremos el Bicentenario de la creación de Bolivia, conmemoraremos que un 6 de agosto de 1825 en la ciudad de La Plata, hoy Sucre, los habitantes de varias provincias se pusieron de acuerdo en formar un Estado. Es verdad que ese Estado no se formó a la manera de Hobbes, saliendo de un modo de naturaleza, donde el hombre vivía libre (en un contexto de desorganización y caos), para entrar a un Estado regido por las leyes y la razón. Lo nuestro fue más la separación de un Estado colonial que la creación de uno nuevo.
No es fácil construir un Estado y más aún uno fuerte. Pese a lo mucho que se ha escrito al respecto, el Estado boliviano no es un remedo o una calca del europeo: intentó serlo, pero su debilidad lo impidió. En realidad, según el politólogo Sebastián Mazzuca, se trata de un Estado que pacta su autoridad: en 1952 lo hizo con los sindicatos mineros y la oligarquía cruceña; en 1964, Barrientos lo hizo con los militares y los campesinos; en 1982, Siles lo propio con los sindicatos mineros y los empresarios. Hoy el gobierno del MAS es el producto del pacto entre los movimientos sociales y los empresarios de El Alto y Santa Cruz). Es un modelo de Estado que puede ser criticado, pero funciona, porque finalmente garantiza gobernabilidad. Pese a lo que pueda decirse, el boliviano es un Estado que no impone estatalidad; sino, en cada etapa historia lo que hace es pactar. Esto genera varios déficits de eficiencia estatal (ese es asunto de otro artículo).
Lo que primero que debería ser celebrado en el Bicentenario es la unidad, explicar cómo es que después de 200 años los bolivianos hayamos sido capaces de haber respetado este pacto original hobbesiano y podamos haber construido un Estado y, forjado una nación boliviana que, hasta el día de hoy, está incólume. Lo segundo, celebrar que, pese a nuestra inclinación casi fanática por el desacuerdo, siempre hayamos podidos salir más o menos ilesos de tantas crisis que amenazaron con dividir el país. Lo tercero, conmemorar que, pese a que el Estado nació a espaldas de indios y mujeres fuimos capaces de hacer una revolución, como la de 1952, que los incluyó a la democracia y al Estado, o una Asamblea Constituyente como la de 2006-2008, que amplió los derechos y enriqueció, sin sustituirla, la democracia representativa. En suma, deberíamos celebrar que Bolivia es un conjunto de rupturas, pero a la vez de continuidades, que somos diferencia y a la vez unidad, que somos un Estado que busca ser plurinación.
Es posible que el festejo del Bicentenarios de 1825, incomode al gobierno, porque el Estado Plurinacional no rime con Estado republicano: para varios de los ideólogos del gobierno, el último es como una ruptura radical y total con toda la historia del primero; entonces solo merece olvido. Pero esto no resiste el análisis: todos los procesos históricos son gestados desde dentro, desde su propia historia: así el triunfo de Morales no se puede entender sin quienes dieron la vida por la recuperación de la democracia representativa, o no se puede entender la estabilidad económica, sin quienes, como los mineros de la COMIBOL, tuvieron que dejar su trabajo, dar liquidez a las cuentas nacionales o, finalmente, entender la Ley de la Participación Popular, sin darse cuenta que ella recoge la larga tradición descentralizadora que fue recogida por el penúltimo gobierno de MNR.
En 2025 Bolivia debe festejar que es el resultado de múltiples esfuerzos y grandes sacrificios. [P]