La caída de Evo Morales revisitada

La caída de Evo Morales revisitada

Péndulo político César Rojas Ríos 04/12/2022 02:43
Mucha tinta ha corrido a raíz de los sucesos de octubre y noviembre de 2019. El libro Crisis política en Bolivia (2019-2020) aporta buena tinta para dilucidar finalmente los hechos.
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Lo sucedido en octubre y noviembre de 2019 está a la vuelta de la esquina. Nos separa de la caída de Evo Morales y la asunción a la Presidencia por Jeanine Añez algo más de un año; sin embargo, con el paso de los meses se fue tornando en un acontecimiento brumoso, como si se tratara de un vidrio que cada vez se fue haciendo más opaco. 

¿Es posible saber qué ocurrió realmente? ¿Fue golpe o fraude? En uno de los ensayos del libro Crisis política en Bolivia (2019-2020) –una notable contribución donde 15 distintos autores analizan del derecho y el reverso los hechos–, el sociólogo Fernando Mayorga señala que se trata de dos asuntos diferentes, para concluir diciendo que se trató de “golpe de Estado”; pero siguiendo la lectura a varios de los demás autores (entre politólogos, economistas, sociólogos, periodistas y filósofos), se coincide con Mayorga con su primera premisa (no son lo mismo), pero para llegar a una conclusión distinta: el fraude existió; mientras el golpe fue un invento. 

Dos cosas ciertamente distintas: una real, un hecho que se veía venir a partir de la descomposición del Tribunal Supremo Electoral y el tesón por prorrogarse (contra el viento del referéndum y la marea judicial) de Evo Morales; y otra, irreal, construida deliberadamente después de la caída de Morales, pero favorable para su redención (¿Podía el jefazo aceptar que una enorme movilización ciudadana pluriclasista se levantó contra el dueño de las multitudes, encima por haber cometido un fraude electoral para que se lo diera por ganador?) . 

Hay que llegar, página a página, hasta la 466, al ensayo del economista Vladimir Díaz Cuéllar, para darse cuenta no solo de la inconsistencia y falsedad de quienes propugnan que se trató de golpe de Estado, sino de lo ridículo de la tesis (y se le puede dispensar, si la que llama su verdad sale del grifo de su corazón que siempre apaga la luz de la cabeza). Y Díaz Cuéllar lo plantea con elegancia y mordacidad en una secuencia de preguntas, que eslabonadas una a una, entregan una respuesta contundente y única: “¿Qué clase de golpe es este en que se le pide la renuncia al presidente; cuando nadie sabe quién gobernará el país en los días inmediatamente posteriores; donde los militares “golpistas” son rápidamente reemplazados y su líder recibe un proceso judicial; donde el nuevo Gobierno en vez de cerrar el parlamento es controlado por una Asamblea dominada por el régimen depuesto; donde el parlamento pone en jaque al Gobierno ilegítimo e incluso toma la iniciativa política y normativa, eligiendo también a los miembros del TSE; cuando el partido del Gobierno anterior no es proscrito; y donde este mismo recibe la mayor parte de los recursos públicos para las elecciones? Y luego, ¿para qué tan sofisticada orquestación de un golpe de Estado si los “golpistas” aceptarán tan fácilmente y con gracia el retorno del partido del Gobierno depuesto?”. 

Todo está dicho. ¿Esta demás el ensayo de Mayorga? En lo sustantivo sí (hubiera sido recomendable que leyese los ensayos de sus colegas y salir así del solipsismo), pero aporta con datos y hechos interesantes en cuanto a la imbricación entre religión y política en el proceso de la caída de Morales. 

Y lo de Jeanine Añez, ¿qué fue? Díaz Cuéllar parece darle la razón a Eva Copa cuando habla específicamente de esa coyuntura como “una transición constitucional forzosa” debido a un vacío de poder. Y sobre su periodo de gobierno señala que “el régimen de la banda de senadores [porque su núcleo estaba compuesto por un grupo de asambleístas “que se había apropiado del Gobierno”] tuvo tiempo suficiente para mostrar con toda claridad su habilidad para el asalto a los bienes públicos, su desprecio por los sectores populares, por la salud de la gente y su preferencia por ciertos intereses privados”. Punto final. [P]

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