
Latinoamérica en zona de incertidumbre
Nuevamente Latinoamérica ha ingresado en zona de incertidumbre que nos recuerda al fatídico año de 2019. En tres países, vuelven a aparecer nubarrones, que han hecho de este territorio, un espacio especialmente vulnerable a la inestabilidad política.
Para empezar, la política argentina no sabe qué rumbo tomará ahora que, por decisión propia, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) ha abandonado la política. Aunque no se sabe si esto se debe a un estrategia electoral (ella tan hábil para las maniobras y el enredo) eso era algo que tarde o temprano iba a suceder por las enormes pruebas de corrupción en su contra. Lo interesante es que, con CFK fuera de la política, también quedan descolocados y sin discurso actores como el opositor Mauricio Macri que, justamente, medraban y vivían de la polarización. Quizá lo que necesite ahora la Argentina sea una política de centro que coadyube a transitar hacia lo que se puede llamar el post-cristinismo, tarea muy complicada por cierto, porque la polarización y la tensión que ella conlleva, no solo tiene como factor a una persona o a un grupo de ellas, sino que es una cultura política, una forma de mirar y de (no) entender al otro.
Por su parte, Perú ha ingresado en una abierta crisis política de desenlace incierto. A causa de un error del presidente Pedro Castillo, que intentó un autogolpe de Estado, el Congreso peruano lo sacó de su cargo además de apresarlo. El golpe de Castillo era una medida de emergencia ante la posibilidad de ser destituido por el Congreso, pero también el epítome de su escasa capacidad para gobernar. De hecho, en su estadía en el poder, Castillo tuvo 5 gabinetes distintos y 80 ministros.
Aunque se puede discutir hasta qué punto estaba errado Castillo o los que dirigen el Congreso, lo cierto es que la gente de los estratos pobres, justamente esa misma multitud que en junio de 2019 salió a las calles de Lima, ahora colma las calles hastiada de las maniobras de una élite política que aprovecha cualquier resquicio para volver a gobernar Perú. A pesar de que la actual presidenta Dina Boluarte ha declarado Estado de sitio, nada indica que las protestas vayan a dejar de insistir en la disolución del Congreso y el llamado a nuevas elecciones. En la situación de fragmentación política que vive Perú, es probable que ninguna de esta medidas sean en sí mismas suficientes para atenuar la crisis.
Con sus propias características, en Bolivia también se adivinan tempestades. Ya se ha consolidado la división del MAS y, aunque este partido formalmente tiene una estructura de mando, lo cierto es que esa fractura ya se ha mostrado en la Asamblea Legislativa (el espacio de efecto político por excelencia): primero con el No a la Ley del Censo por parte de la bancada parlamentaria evista y luego con el bloqueo al Proyecto de Ley del presupuesto 2023, al punto que evistas y opositores formaron un grupo homogéneo para, por lo menos en sus primeros momentos, no viabilizar el proyecto.
Como se puede ver, buena parte de América Latina ha ingresado a una zona de turbulencia política. Largas décadas de impunidad y corrupción en el caso de la Argentina; la presencia de una élite económica y política que no sabe leer el Perú actual, más una crisis en el partido más grande de Bolivia pueden mostrar que hemos pasado a un nuevo tiempo político, mismo que tiene como característica central la ausencia: de Evo en Bolivia, CFK en la Argentina y sin mandatario en Perú. [P]