Como diría Arjona

Como diría Arjona

Péndulo político Franz Flores Castro 12/02/2023 02:38
La directiva del Comité Cívico Pro Santa Cruz (CCPSC) es elegida por un puñado de instituciones que, además, delegan su responsabilidad en una persona.
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La directiva del Comité Cívico Pro Santa Cruz (CCPSC) es elegida por un puñado de instituciones que, además, delegan su responsabilidad en una persona.  Lo mismo pasa con el Comité Cívico de Potosí (COMCIPO), cuyos directivos son nombrados por no más de cien personas. En otras palabras, a sus dirigentes, no los define la ciudadanía, los eligen los representantes de instituciones, muy pocas, por cierto.

Pero lo interesante es que, pese a este defecto de “origen” de sus dirigencias (insisto: no son elegidas por voto abierto) son, de lejos, las instituciones más legítimas en la ciudadanía, que las ve como las únicas instancias para concretar las demandas de la región, rechazar el centralismo y expresar sus protestas al Estado. Su demostrada capacidad de convocatoria y movilización ratifica este aserto. Basta referirse a la huelga de COMCIPO que alcanzó los 19 días en el año 2010, o a los multitudinarios cabildos (un millón de personas) alrededor del monumento al Cristo en Santa Cruz convocados por el CCPSC. Hace poco, también una huelga por la fecha CENSO de más de un mes de duración. 

En los últimos días, desde el MAS arreciaron las críticas a los comités cívicos, a los que acusan de ser entidades cupulares donde sus dirigentes, en acuerdos previos, se van repartiendo el poder institucional. Hace poco, un dirigente del MAS dijo: “Existe una veintena de organizaciones que componen el comité cruceño, son dos grupos de poder económico que lo manejan. Son ellos que, en una suerte de elección, se intercalan la presidencia”. Al mismo tiempo, varios diputados del MAS, en términos muy parecidos, han lanzado dardos contra los cívicos.

Lo curioso es que, estos diputados, no paran mientes en que hoy gozan de su cargo, como producto de una decisión cupular y que, pese a haber sido elegidos en elecciones abiertas y generales, carecen del respaldo poblacional. La ciudadanía no ve en ellos personas que vayan a defender los intereses de toda la población, sino solo los de su partido. De acuerdo a todas las encuestas, el Poder Legislativo no goza de aprobación. Claramente los diputados carecen de aquello que en los cívicos abunda: legitimidad. 

Traigo a colación estos temas, porque creo que colocan en tensión algunos puntos: ¿Cómo es esta democracia en que los dirigentes que son elegidos por pocas personas tienen tanto arraigo y legitimidad entre la población?, ¿y cómo otros que son ungidos por las urnas carecen de legitimidad? ¿Cómo se construye la legitimidad política en Bolivia? En una sociedad que carece de un sistema de partidos, al parecer existen otros mecanismos de decisión democrática y otras formas de legitimar el poder que, de alguna manera, ponen en tela de juicio el asunto de la representatividad y la forma de elegir dirigencias. 

Empero, los políticos (oficialista y opositores), se niegan a ver este problema.  Prefieren las respuestas contundentes, polarizadas, antes de la reflexión serena y pensada. Desde el MAS se critica y se denigrar a los comités cívicos poniéndoles en cara su carácter cupular, pero olvidando que ellos tienen una alta legitimidad. Desde la vereda opositora se acusa al gobierno de Arce de autoritario, pero se olvida que está en el gobierno como efecto de su alta votación en las urnas.  

Lamentablemente, una de las características de los políticos en Bolivia es esa radical incapacidad para pensar los dilemas de la democracia actual, esa ausencia total de crítica de las propias certidumbres: todos creyendo firmemente en la correctitud de sus acciones y todos en coro respondiendo a los problemas de la sociedad con frases hechas y más que desgastadas; con consignas, con ideologías congeladas, con discursos que no llevan a ninguna parte. Eso de golpe o fraude son solo frases, consignas, ejemplos de lo rentable políticamente que es dejar de razonar y solo repetir. En realidad, pareciera que los políticos no creen que existan problemas en la democracia y, por tanto, que no se hace necesario pensarla y menos enfrentarla. 

Como diría el cantautor Ricardo Arjona: el problema no fue hallarte, el problema es pensarte. [P]

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