
En las últimas semanas, el MAS ha ahondado su lucha de facciones. Por una parte, se ha configurado una suerte de oposición no partidaria (evismo) que ya tiene bancada parlamentaria, portavoces y un líder que día tras día lanza discursos que buscan dañar la gestión del presidente Arce. Por otro, tenemos un gobierno que insiste en la política del evismo sin Evo –centralización del estado, cooptación de organizaciones sociales y persecución de opositores– sin plantear un perfil de gestión propio, que encare asuntos como la justicia y la seguridad. Por si esto fuera poco, el gobierno se muestra confuso y errático ante la crisis generada por la sobredemanda de dólares y la corrida de ahorros del banco Fassil, lo que toca un aspecto, la economía, que parecía ser la fortaleza de Luis Arce.
Esta crisis puede tener dos posibles derivas. La primera es que la nueva configuración política boliviana sea la que resulte de la disputa interna del MAS, con un ala del MAS en el oficialismo y otra en la oposición. La segunda, es que se forme una opción opositora. Para que se materialice esta posibilidad, hace falta que la oposición desarrolle un discurso y liderazgo capaz de unir principalmente los votos anti-MAS.
Este artículo busca analizar esa probabilidad.
La derecha partidaria
Actualmente existen dos partidos que pueden encarnar la oposición partidaria. Ellos son Comunidad Ciudadana (CC) liderizada por Carlos Mesa y Creemos de Luis F. Camacho, hoy en la cárcel. Ambos partidos poseen representación parlamentaria por lo que tienen una fuerza política objetiva. CC es un partido de centro derecha, que busca establecer cambios poco profundos en la configuración actual del Estado; su crítica al actual gobierno tiene que ver con la independencia de poderes y la consiguiente judicialización de la política. Por su parte, Creemos tiene una visión más clara respecto al rol de la iniciativa privada, con posturas más radicales respecto del rol de Estado y posturas conservadoras en lo social, lo cultural y lo religioso. La debilidad de ambos partidos es que carecen de implantación territorial nacional. CC si bien puede cosechar votos en varios departamentos, ese voto es volátil y no militante. En el caso de Creemos solo tiene votación relevante en Santa Cruz.
La derecha no partidaria
Obviamente que el análisis centrado solo en actores partidarios es insuficiente porque el sistema de partidos boliviano está poco institucionalizado: excepto el MAS ningún partido ha participado en más de dos elecciones consecutivas y su baja votación expresa su débil enraizamiento en la sociedad.
Por ello, debemos prestar atención a los actores no partidarios, que pueden tanto facilitar, así como trabar una posible unidad de la oposición. Uno de ellos son los empresarios privados, que tienen mecanismos materiales para influir en las decisiones gubernamentales, ya sea ralentizando las políticas públicas o bien orientando las mismas a su favor.
En Bolivia estos actores son la élite económica agrupada en la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB), o la Asociación de Bancos Privados de Bolivia (ASOBAN), entre otros. Pese a lo que pueda creerse en la última década estos actores no asumieron posturas políticas.
Según Jonas Wolff (2020), desde 2009 estos actores “gradualmente adoptaron una posición más abierta y colaborativa frente al gobierno de Evo Morales”. Situación que puede mantenerse hasta el presente, por lo que actitud no sería de apoyo a ningún candidato. De hecho, en la movida de las clases medias y las citadinas de octubre de 2019, Wolff sostiene que “las diferentes asociaciones empresariales clave se sumaron al movimiento opositor al gobierno del MAS de manera muy gradual e inconsistente y, en general, bastante tarde, a pesar de una evidente afinidad político-ideológica y de la cercanía sociocultural con este movimiento”.
En suma, estos actores no participarían en alguna apuesta opositora de derecha, o serían muy cuidadosos en hacerlo. A pesar de tener críticas al manejo de la economía esta no es tan fuerte como llevarlos a apoyar un cambio de modelo económico que hasta el momento les generó buenas ganancias.
La derecha no partidaria electoral
Ahora veamos a los actores no partidarios, pero que asumen posturas electorales. Uno de las principales es el Comité Cívico de Santa Cruz que maneja un discurso regionalista. La presencia de este actor complejiza una posible unidad, porque su postura es que cualquier unidad opositora pasa por colocar a un/a cruceño/a al frente de la postulación presidencial. Su capacidad de influencia es alta porque su radio de acción es el departamento de Santa Cruz, que hoy posee el 27% del padrón electoral, la más importante del país.
A lado de estos actores existen organizaciones como el Comité Nacional por la Democracia (Conade) y varios grupos ciudadanos y aun personajes de alguna relevancia local. Ellos pueden sumarse a la unidad de la oposición, siempre y cuando tengan espacio político. El gran problema con estos actores es su alta fragmentación.
La posibilidad de la unidad de la derecha
La clave para la derecha es articular todas las fuerzas anteriormente descritas y cosechar votos de todas las tendencias anti-MAS. Empero esta estrategia necesita de un líder populista que logre catalizar y unir el descontento, un outsider que, bajo un discurso radical y populista, logre penetrar el sistema político y reconfigurar el esquema de partidos.
Esto es lo que se pasó en Chile y Argentina. En el primer caso José Antonio Kast pudo a atraer una buena votación hacia su Partido Republicano en las elecciones de 2021, desplegando un discurso radical de derecha que aprovechó del descontento de la gestión de Sebastián Piñera y del miedo, en vastos sectores de la población, a la presencia de la izquierda en el poder. En el caso de Argentina, la emergencia de Javier Milei se debe a los crasos errores del peronismo en el gobierno, pero también a las posturas moderadas de la derecha argentina. La clave en ambos casos es que, a tono con una política populista, ambos proponen expulsar del poder a una élite que se les antoja corrupta y antinacional.
Como se puede ver, la unión de la derecha tendría que darse tomando en cuenta, centralmente, a los actores partidarios y a los no partidarios. Como dijimos al principio, es tal la cantidad de errores y el debilitamiento de la imagen del MAS a raíz de su proceso de división que ello está generando una ventana de oportunidad política para la derecha en el país. Sin embargo, sin la aparición de un líder populista es difícil que esta unidad pueda cuajar en una opción seria. La derecha boliviana, tan crítica del caudillismo, está a la espera de un mesías para ser una alternativa viable en 2025. [P]
LIDERAZGO
“Que se forme una opción opositora. Para que se materialice esta posibilidad, hace falta que la oposición desarrolle un discurso y liderazgo capaz de unir principalmente los votos anti-MAS.
ESTRATEGIA
“Esta estrategia necesita de un líder populista que logre catalizar y unir el descontento, un outsider que, bajo un discurso radical y populista, logre penetrar el sistema político y reconfigurar el esquema de partidos.
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