Para René Zavaleta el proletariado minero fue la clase dirigente de la Revolución Nacional, y sólo después del rol superlativo de los obreros, reconocía el rol secundario de los campesinos y, marginalmente, la contribución de la clase media urbana ─artesanos, comerciantes, empleados, profesionales libres, propietarios medianos─ en la producción del momento constitutivo que reconfiguró las estructuras políticas y económicas bolivianas. Obreros, campesinos y clase media, encarnaban la «nación fáctica» con la misión histórica de construir el Estado-nación, en contraste con las fuerzas oligárquicas enquistadas en el Superestado y juzgadas como símbolo de la anti-nación.
La desarticulación insuperada entre el «país histórico» y el diseño estatal post 52 ─descalificado por monocultural─, vendría a ser la causa del errado intento de construcción del Estado-nación. El bloque social histórico encabezado por los obreros fracasó en la tarea de encontrar una forma de unificación política nacional.
La Unidad Democrática y Popular (UDP), con toda su carga ideológica y su metafísica del «entronque histórico» le dio el tiro de gracia al Estado creado por la Revolución Nacional, confirmando la derrota de una clase social dirigente de base popular que no pudo articular, desde una forma de Estado, a la totalidad social boliviana.
El ciclo neoliberal no fue distinto, porque la élite social boliviana devenida en clase dirigente, dejó para las calendas griegas la discusión del Estado-nación. La irresuelta edificación de la nación boliviana se llevó también por delante a sus representantes, porque no pensaron en los intereses generales de la sociedad ni en construir una definición común de lo boliviano. La relocalización del proletariado minero y el desplazamiento de la clase social alta, propició el tiempo de un nuevo bloque a la cabeza de indígenas y campesinos, y en un papel subalterno, los obreros y la clase media vulnerable. Los tiempos han cambiado y también la identificación del sujeto histórico necesario ─ya no para construir el Estado-nación─, sino para instaurar el experimental Estado Plurinacional. El experimento no está funcionando y no hay razones para creer que funcionará. La clase social dirigente de base campesina también fracasó, porque tribalizó el país al decirnos que una cosa son los bolivianos «blancos», otra distinta los pueblos indígenas y otra los interculturales.
Es la idea esotérica de nación.
Malogrado el proletariado, los campesinos y los representantes de la clase social alta como clase dirigente; ¿qué nos queda? Queda intentar construir la nación boliviana y un Estado unificador a partir de la clase media. Es la única con capacidad de trascender las demandas particulares para convertirse en clase universal que piense y luche por los intereses generales. No por nada se considera un logro social que los sectores populares se inserten en la clase media como forma deseable de vida material, como el lugar al que se quiere llegar.
En la clase media coexisten los intelectuales progresistas o conservadores, los revolucionarios o reaccionarios. Poseen los mayores niveles culturales y simbólicos. Tienen capacidad de argumentar y pueden ser dirección política para pensar globalmente Bolivia. El carácter pendular de la clase media es una ventaja. Es una apuesta: es la única que hay. [P]
Ever Romero Ibañez, sociólogo