Falsa conciencia y elecciones argentinas

Falsa conciencia y elecciones argentinas

Péndulo político Guillermo Richter 06/11/2023 02:13
Generalmente, ante un resultado electoral, los ganadores interpretan que el pueblo conoce muy bien lo que le conviene, mientras que, los derrotados suelen asumir que las masas alienadas juegan en contra de sus intereses
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Generalmente, ante un resultado electoral, los ganadores interpretan que el pueblo conoce muy bien lo que le conviene, mientras que, los derrotados suelen asumir que las masas alienadas juegan en contra de sus intereses, por no decir directamente que son “rehenes” de “dirigentes inescrupulosos”. Ante la gran sorpresa del triunfo de Sergio Massa en las elecciones generales argentinas del domingo 22 de octubre –que no es menor a la sorpresa previa de la victoria de Javier Milei en las primariaa–, ¿qué ha pasado en el vecino país? ¿Los argentinos se volvieron “sabios” en tres meses tras tomar conciencia de lo que significa el candidato anarcocapitalista Milei? ¿O luego de haberse liberado del “engaño populista” volvieron a la “ingenuidad”? Ambas interpretaciones giran, muchas veces sin saberlo, en torno a qué grado de penetración tiene la ideología en el comportamiento electoral de los pueblos. Este asunto es esencial, en él radica tanto la propia legitimidad de la democracia liberal del capitalismo como la potencial superación de ella en otro tipo de sociedad. 

La ideología como falsa conciencia 

Sin lugar a dudas, la ideología, siendo una categoría muy debatida, tiene diferentes acepciones. Una, asociada al pensamiento marxiano (de los clásicos decimonónicos del marxismo), indica que puede definirse como falsa conciencia. ¿Qué sería la ideología como falsa conciencia? Sería, en pocas palabras, una imagen distorsionada de la realidad que se construye a partir un conocimiento parcial sobre ella. Una “mentira” general engendrada por verdades parciales. Un ejemplo abstracto de cómo opera la ideología en esta interpretación lo encontramos en la idea de que la suerte de cada uno depende de su esfuerzo. Como algunos individuos progresaron así, se cree que el esfuerzo asegura la realización, pero tal noción es una mera ilusión generada por una inducción que no contempla la totalidad de la vida social. Prácticamente, en cualquier rincón del planeta, lo cierto es que millones de obreros reciben una vida miserable a cambio de un brutal esfuerzo.    

¿Cómo opera la falsa conciencia en los procesos electorales? Como introducíamos, para algunos, el “sabio pueblo” construye sus organizaciones políticas con maestría. Sabe exactamente quién lo representa dentro del abanico de las opciones brindadas por la democracia liberal. Eventualmente, algún político puede confundir, pero eso no tiene nada que ver con la penetración de la falsa conciencia en el seno del pueblo, sino simplemente con “la maldad del embaucador”. Esta postura demagógica, frecuente en los populismos, desconoce la acción de la ideología como falsa conciencia. Para otros, todo lo contrario, la ideología resulta un elemento absolutamente determinante. Debido a su influencia, el pueblo se torna “incapaz” de ver aquello que le conviene y legitima a su verdugo en los procesos electorales. En consecuencia, sólo nos queda contemplar la realidad con la resignación de que nada cambiará. Esta postura es más visible en aquellos espacios intelectualoides que ven a la sociedad desde las categorías abstractas sin ir a la realidad concreta. 

Desde nuestra óptica, ninguna de las dos posturas es correcta si la llevamos a su extremo, ya que se manifiestan incapaces de explicar el desarrollo histórico. Si el pueblo fuese complemente sabio, no viviríamos en una sociedad como la que tenemos, donde la humanidad se convirtió en rehén de una economía irracional, donde hay millones de desempleados mientras sobran los capitales esterilizados en la especulación. Un sufrimiento innecesario en el siglo XXI. Por otro lado, si la ideología operara de forma absoluta, la burguesía no tendría ningún tipo de obstáculos para realizar las reformas más antipopulares que se le pueden ocurrir. Lo cierto es que la ideología opera para generar el consenso que permite la hegemonía, pero, reconociendo ese marco, también es verdad que existe un espacio donde emerge la conciencia emancipada. 

La enseñanza argentina  

En una perspectiva superficial, puede parecer extraño, pero tanto el triunfo del libertario Milei en las primarias como el de Massa en las elecciones generales expresan la mencionada influencia ideológica de carácter limitado. En una primera instancia, que incluye las elecciones de mitad del mandato de 2021 hasta las primarias, hay una muestra de rebeldía de la ciudadanía argentina ante el peronismo gobernante que representa Massa. El discurso progresista del oficialismo –basado en proporcionar derechos a colectivos minoritarios mientras la crisis económica pauperiza a las mayorías– fue naturalmente rechazado. El peronismo cayó a su mínimo histórico en las últimas cuatro décadas de democracia liberal ininterrumpida. Milei, autopresentado como la “antipolítica” en los shows televisivos, recogió gran parte de ese descontento, dando una enorme sorpresa. Transitó de la “nada” a representar la tercera fuerza en discordia en 2021 y, luego, convertirse en el presidenciable más votado en las primarias. 

No obstante, el respaldo a los libertarios no se basa en la propuesta, sino en la negación del oficialismo. Cuando se acercó la posibilidad real de que Milei se tornase presidente, una parte importante de los sufragantes identificó el brutal ajuste que contiene el programa liberal-libertario. Interiorizó que el control de la inflación vía dolarización implica una caída abrupta de los salarios reales. Como consecuencia, por un lado, esto revitalizó el alicaído peronismo, mismo en un contexto inflacionario; por otro, exigió que la derecha antipolítica tuviera que pactar con la otrora “casta” de Juntos por el Cambio. ¿Dónde quedó el Milei que definía el macrismo como “kirchnerismo con buenos modales”? 

La lectura de este fenómeno es que tanto el discurso progresista posmoderno de centroizquierda del peronismo como el austríaco libertario de ultraderecha de Milei fueron derrotados por las condiciones materiales de existencia. La tragedia es que tal realidad, que bien identifica la falsedad de los “cuentos de hadas”, no se expresa en una relativa opción superadora. Si bien el programa de Massa puede no ser la aventura deshumanizada de Milei, tampoco constituye lo que los sectores populares pauperizados reclaman con justicia.

En cuestiones de forma, el massismo no será el masismo, empero, el alto rechazo que tienen las principales fuerzas locales indica que la situación no es esencialmente distinta en Bolivia. Sin temor a equivocarnos, la elevación de la conciencia será una tarea pendiente de las fuerzas de avanzada hasta el momento en que el ser humano supere el “sálvese quien pueda” que gobierna nuestro tiempo. [P]

 

Guillermo Richter, Abogado  / Agustín Casanova, Sociólogo 

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