En el entendido de que se avistan cada vez más opciones en el espectro político, cuyas pretensiones apuntan a proponer un proyecto “alternativo” con miras a las elecciones nacionales del año 2025, me preguntan con cada vez mayor frecuencia, desde distintas fuentes y corrientes, si considero que el clima político está prematuramente electoralizado.
Mi respuesta es categórica: no es prematuro, más bien es tarde. Sí, es tarde, porque no es que las aparentes opciones emergentes estén en campaña electoral, eso significaría que ya habrían recorrido un largo camino. En realidad, recién están en fase de organización y construcción, por tanto, van demorados.
Y es que, al igual que en muchas otras áreas, pero sobre todo en política, existe algo muy sensible, me refiero al timing (tiempo). Los políticos adustos y experimentados (especie casi extinta), saben que las cosas se tienen que hacer cuando se tienen que hacer, y no cuando a uno le parezca, esa es la variable diferenciadora de los que coronan exitosamente sus ambiciones, más que sus aspiraciones, porque convengamos sin tapujos que el ropaje democrático, inclusivo o participativo, casi siempre fue una gran impostura, que encubre los más espurios intereses corporativos, de clase, clan o cartel (organización ilícita).
El reconocido economista chileno Carlos Matus (1931-1998), en una entrevista concedida en la Argentina el año 1998 (disponible en cualquier buscador), de forma brillante y muy didáctica, identificaba cinco problemas del descrédito de la política en Latinoamérica, haciendo mención de inicio a que una de las características del estilo de hacer política en nuestra región es la mediocridad. Sí, como lo oye, la mediocridad. La mediocridad genera una bajísima credibilidad, por tanto, no se pueden esperar resultados positivos, afirmaba. Pero entre los cinco problemas identificados, me voy a referir a uno en particular, dado que es el objeto del presente artículo. Matus señalaba que los partidos políticos, en realidad son clubes electorales (cuando son partidos políticos), no tienen centros de formación para sus dirigentes, no se preocupan de la formación de sus líderes, no cuentan con un think tank para pensar su país los próximos 20 años. Al hacer mención a los clubes electorales, Matus daba a entender que son poderosos aparatos que lubrican su maquinaria sólo para tiempos electorales, luego, nuevamente permanecen anestesiados hasta un próximo proceso.
Hoy por hoy, en nuestro país, el Movimiento al Socialismo (MAS), está atravesando una profunda crisis, pero no está en fase de organización ni de construcción, existe hace más de 30 años, por tanto, no es comparable lo que sucede en esta fuerza, con la emergencia de nuevas iniciativas políticas que no tienen ni un año de vida. El primero se puede pelear todo lo que quiera, así y todo, podría ganar elecciones, y aunque sus probabilidades estén bajando, no significa que ya esté derrotado, el punto radica en que se hace en la vereda de la competencia.
En la actualidad, el sistema político boliviano carece de un sistema de partidos políticos, dicho de otra forma, ni siquiera contamos con partidos políticos, lo que sí tenemos es lo que decía Matus, clubes electorales que, para más ser precisos, en muchos casos son simples clubes de amigos. No contar con partidos políticos es dramático para la salud democrática, los partidos generan equilibrios y limitan el monopolio del poder, obligando ineludiblemente a negociar, acordar, consensuar y “pactar”, palabra demonizada. El agotamiento del mal llamado neoliberalismo (conceptualmente), se llevó por delante el sistema de partidos políticos (partidocracia), dando lugar al copamiento de una sola fuerza política dominante, no hegemónica como algunos la definen, lo que tenemos es dominación, no hegemonía al clásico estilo “gramsciano”.
Es imperativo reponer el sistema de partidos políticos, para dar claridad conceptual, filosófica e ideológica a lo que se define como alternativa, sean estos a nivel local, regional o nacional, pero en clave de partidos políticos. ¿Pero por qué la necesidad de los partidos políticos? ¿Por qué tanta insistencia?, ¿acaso no fueron los partidos políticos la causa de la debacle en el país? Pues no, los partidos políticos son un medio, no un fin en sí mismo, que las dirigencias cleptocráticas hayan causado daño al país es indudable, pero eso es inherente a la decadencia política de sátrapas politiqueros vigentes en todos los tiempos y de todas las posiciones.
Desconocer la necesidad de un sistema de partidos, es altamente funcional al statu quo, además de fortalecer la permanente campaña de desprestigio que realiza contra los partidos políticos el establishment actual, que precisamente por esas razones forzadamente enquistadas en el imaginario popular, sofoca cualquier atisbo de regeneración político partidaria, al punto de haber logrado acomplejar hasta a los mismos políticos de distintas posiciones, que en el afán de quedar bien, se presentan en sociedad como seres de luz (asexuados), con posiciones tan amplias y descafeinadas que son capaces de aceptar que la pluralidad es cool, que los puntos de intersección entre todos es posible, porque todos son una versión light de sí mismos, con tolerancia sin límites, donde lo políticamente correcto está por encima de la correcto políticamente, donde todos caben y “seremos felices cuando se trata de defender a la patria” (cliché).
“Los políticos adustos y experimentados (especie casi extinta), saben que las cosas se tienen que hacer cuando se tienen que hacer”
Y bueno, ahí están las opciones políticas actuales, confusas, difusas y eclécticas. La gran paradoja es que la fuerza política a la que quieren derrotar (MAS), sí tiene las cosas claras, sin ambages, ni tibiezas, no se sonroja en lo más mínimo en hablar de su frontal lucha contra el imperio, el capitalismo, la derecha, los vendepatrias, adoptando sin rubor y desvergüenza una postura de superioridad moral, arrogándose la paternidad de la defensa de los indígenas, los pobres, los excluidos, y como cereza sobre la torta, la defensa de la madre tierra. Y al margen de valoraciones axiológicas, defienden a capa y espada el espacio político del centro a la izquierda, como su propiedad.
Soy un convencido de que todas las iniciativas políticas son necesarias para la reposición de los equilibrios en nuestro sistema político, más aún, en las circunstancias actuales, de ser un Estado que carece absolutamente de institucionalidad, con poderes sometidos a una sola visión política. Si los pesos y contrapesos no se cimientan en la arquitectura constitucional, deberían encontrar su basa en el sistema de partidos políticos, pero como no se cumplen ninguna de las dos condiciones, los equilibrios encontraron por inercia una trinchera: las luchas regionales.
“Es imperativo reponer el sistema de partidos políticos, para dar claridad conceptual, filosófica e ideológica a lo que se define como alternativa
Construir un partido político es muy complejo, no sólo se necesita líder y programa, su viabilidad depende de cuanto arraigo e irradiación haya logrado a nivel nacional (militancia), cuantas alianzas locales y regionales vaya concretando, si existen fuentes de financiamiento que hagan sostenible su desarrollo por lo menos en la primera etapa, pero a diferencia de las agrupaciones ciudadanas, son conformaciones políticas que le dan claridad a la competencia política, son más entendibles cuando se hace mención a que son una alternativa, porque la alternativa no consiste en un rostro nuevo, joven o de mujer; sino de posición y fundamentos claros. No todo se resume en salvar la patria, más bien consiste en saber cómo salvarla. Ahora repregunto, ¿creen que las nuevas conformaciones están surgiendo muy temprano? [P]
“Hoy por hoy, en nuestro país, el Movimiento al Socialismo (MAS), está atravesando una profunda crisis
Franklin Pareja, politólogo