
Capitalismo incipiente
Con la asunción de Javier Milei como presidente de la República de Argentina, se ha reavivado la discusión sobre cuál es el sistema político más conveniente para los países en vías de desarrollo, y en especial para el nuestro: ¿capitalismo o socialismo? En realidad, es necesario entender que, por el momento, la mayoría de los países no han implementado un sistema político, económico y social con características socialistas; muchos se han orientado a lograr esa dirección.
Es conveniente aclarar que el sistema político, económico y social que predomina es el capitalismo, aplicándose de manera diferente según la tendencia política de quienes asumen la responsabilidad de gobernar un país. Estas diferencias se sustentan en políticas de estado que determinan una mayor o menor intervención del Estado, afectando una amplia gama de tendencias económicas, sociales y culturales que determinan el rumbo del desarrollo de los países.
La gran discusión que se presenta es si el Estado debe ser el protagonista en la gestión del desarrollo de un país o, por el contrario, el Estado solo debería ser un ente regulador.
Cuando el sistema político define una orientación con mayor intervención del Estado, se priorizan elementos conceptuales básicos, como la propiedad estatal de medios de producción estratégicos (empresas extractivas), la creación de empresas productivas generadoras de empleo e ingresos, y la inversión de los resultados en beneficio de la sociedad, primando el interés general y el bienestar colectivo.
Se busca que el Estado mejore la distribución del ingreso, facilite el acceso a servicios básicos y regule el mercado laboral para proteger los derechos de los trabajadores.
Nuestro país, sin dejar de ser capitalista, ha decidido imponer un modelo económico con un alto grado de intervención estatal, tomando bajo su control la gestión de empresas relacionadas con la extracción de recursos naturales, la creación de nuevas empresas productivas (según la política de sustitución de importaciones) y la mejora de las condiciones sociales de los trabajadores, implementando políticas de inclusión social, entre otras medidas.
Esta experiencia de 17 años nos ha demostrado que la empresa pública no siempre es un instrumento eficaz para alcanzar los objetivos sociales y económicos. Los resultados indican que no se ha consolidado ni fortalecido los procesos de producción ni mejorado el bienestar social. Varias de estas empresas no generan suficientes ingresos ni utilidades, por lo que el Estado, en su afán de consolidarlas, las subvenciona recurriendo a fondos que podrían destinarse a otros programas.
La creación de empresas estatales no ha logrado el objetivo de generar empleos suficientes; la actividad económica es insuficiente, y la falta de estímulos laborales impide la creación de puestos de trabajo en cantidad necesaria para una población en crecimiento.
Otra consecuencia evidente de la extrema intervención estatal en actividades productivas es la disminución de las iniciativas de inversión del sector privado, lo que restringe las posibilidades de crecimiento y la generación de empleo.
En general, la calidad del empleo es baja, y la relación laboral entre la clase obrera y los empresarios se ha deteriorado debido a la implementación de instrumentos jurídicos protectores del trabajador que desincentivan la creación de nuevos puestos de trabajo.
Sin embargo, es necesario destacar que el modelo tiene aspectos positivos, especialmente en el ámbito social. El modelo distributivo del ingreso como uno de los pilares fundamentales ha logrado que muchos sectores sociales reciban ingresos del Estado a través de programas sociales y bonos, mejorando en cierta medida su bienestar económico.
En definitiva, podemos indicar que nuestro país, a pesar de las políticas implementadas que intentan promover acciones orientadas hacia un sistema socialista, como el control sobre los medios de producción y la mejora del bienestar colectivo centrado en disolver las desigualdades económicas y sociales, no ha logrado transitar hacia ese modelo. El sistema que predomina es un capitalismo incipiente, muy dependiente de la producción primaria, con alguna diversificación productiva en algunos sectores, especialmente en el departamento de Santa Cruz.
Es preciso entender que ningún sistema político, económico y social es perfecto, y cualquiera puede contribuir al bien común. Fundamentar que un sistema político con mayor o menor intervención del Estado es mejor resultaría arriesgado. Lo importante es buscar que las intervenciones del Estado, tanto económicas como sociales, estén orientadas a mejorar las condiciones económicas, fomentar la igualdad social, promover la generación de empleo de calidad e incentivar la producción e inversión privada.
Es necesario dejar de lado el fundamentalismo político; es posible encontrar un equilibrio dentro de un sistema capitalista. La intervención del Estado debe constituirse en el garante para reducir los niveles de desigualdad social, garantizar la prestación de servicios públicos de calidad y mejorar los niveles de vida de la población. [P]
Luces y sombras del capitalismo
Marco Antonio Prieto, economista y docente de la UMRPSFXCH
La economía responde a tres interrogantes principales: qué producir, cómo producir y para quién producir. A lo largo de la historia las respuestas a estas interrogantes no han sido las mismas ya que las sociedades se han ido estructurando de diversas maneras. Estas estructuraciones son los sistemas económicos entendidos como los modos en que las sociedades se organizan para responder al problema económico: resolver las infinitas necesidades con los escasos recursos.
En el transcurso del tiempo han surgido varios modos, para caracterizarlos se toman en consideración tres aspectos principales: el sujeto que toma la iniciativa y las decisiones (personas o gobiernos); el fin que busca el sistema (beneficio personal o social); por último, la forma que se usa para la asignación y la distribución de los recursos (mercado, planificación). Tomando en cuenta estos tres aspectos, se pueden distinguir cuatro sistemas económicos: esclavismo, feudalismo, capitalismo y socialismo.
Es más apropiado caracterizar al capitalismo a través de tres grandes rasgos: la iniciativa individual, la búsqueda de lucro como objetivo principal y la propiedad privada. Sin embargo, tenemos que hacer un esfuerzo más para describir al sistema capitalista, puesto que los rasgos descritos no son suficientes para distinguirlos de los otros sistemas económicos.
Lo que verdaderamente caracteriza al sistema capitalista es que convirtió tres recursos fundamentales (trabajo, recursos naturales y dinero) en nada más ni nada menos que mercancías, que pueden ser adquiridos en los mercados para la producción de bienes y servicios. El capitalismo termina mercantilizando toda la vida social. El capitalismo no es una “economía de mercado” es una “sociedad de mercado”.
El mercado ha ido penetrando cada vez más en nuestras sociedades, además de los tres recursos fundamentales, se ha mercantilizado el esparcimiento, la cultura, el cuidado de las personas. El extremo de la mercantilización abarca temas tan delicados como los vientres de las madres o los órganos humanos que riñen con los valores que toda sociedad debería conservar.
A estas alturas no existe un sistema capitalismo puro. El feudalismo está presente por ejemplo en algunas prácticas de empleo doméstico, incluso el esclavismo. Hay muchas políticas económicas en los países que responden a bases socialistas. La presencia del sector público en países estrictamente capitalistas es importante, rondando el gasto público entre el 35 y 45%. En estos países se presentan formas de propiedad no capitalistas tales como las cooperativas y no todas las organizaciones persiguen el lucro, pues algunas se caracterizan por el trabajo voluntario incentivados por mecanismos de solidaridad y desprendimiento.
Aspectos positivos
Dentro los aspectos positivos resaltan la posibilidad cierta de que buscando el beneficio privado se logre el beneficio de la población en general sin la intervención de una autoridad. Específicamente, el logro de beneficio a partir de la satisfacción de las necesidades de las personas incentiva la producción de bienes y servicios al servicio de la sociedad. Esta es la razón por la que el sistema capitalista haya promovido una gran actividad económica y logrado un nivel de satisfacción de las necesidades jamás antes alcanzado tanto en calidad como en cantidad.
Otro aspecto positivo es que los individuos tratan de utilizar los recursos con la mayor eficiencia económica, orientados por el análisis de coste/beneficio. Por último, el beneficio privado es un enorme incentivo para la innovación, la creatividad y el emprendimiento. En el capitalismo han emergido las mayores innovaciones de la humanidad.
Aspectos negativos
El primer elemento a señalar es que el afán de lucro como fin económico, hace que se busque el beneficio y no la satisfacción de las necesidades. La obtención del máximo beneficio no es una garantía para satisfacer todas las necesidades de la sociedad, ni es seguro que la satisfacción de esas necesidades logre el máximo beneficio.
El segundo elemento a señalar es que este sistema económico se basa en la libre empresa y de uso de los recursos, pero no todos los seres humanos son propietarios, ni son igual de libres debido a que se originan desigualdades de raza, sexo, de origen y de entorno social.
El tercer elemento tiene que ver con que el sistema económico capitalista no garantiza eficiencia por dos motivos fundamentales: uno, la utilización de los recursos naturales no es racional pensando que son estos inconmensurables, sin expresión monetaria y es por ello que se ve afectada incluso la sostenibilidad de las futuras generaciones; dos, ningún sistema económico prevé con exactitud las cantidades exactas de bienes y servicios a producir, es por ello que se presentan brechas entre oferta y demanda que afecta las principales variables económicas y que dificultan una asignación de recursos eficiente.
El cuarto elemento es que el sistema capitalista mercantiliza toda la dinámica social, esto apareja una controversia con principios éticos defendidos por gran parte de la sociedad, el caso del mercado de niños, mujeres u órganos que muchos economistas liberales justifican es un ejemplo claro de ello.
Toda esta complejidad del sistema capitalista hace que la polémica entre lo positivo y negativo sea un tema siempre en la palestra y de difícil resolución. La discusión ha llegado a extremos en donde muchos economistas no sin tono de hilaridad han expresado: “En el capitalismo, el hombre explota al hombre. En el socialismo, es justo lo contrario”, escribió John Kenneth Galbraith. [P]
El capitalismo social
Zenón Peter Campos Quiroga, economista y docente UMRPSFXCH
Antes de manifestar si el capitalismo nos conviene o no, es necesario que conozcamos qué es exactamente: El capitalismo es un sistema económico y social en el cual los medios de producción, distribución y cambio son de propiedad mayoritariamente privada y operan con fines de lucro. Los recursos y las empresas son controlados y dirigidos por individuos o entidades privadas en lugar de por el Estado.
Sin embargo, es importante destacar que actualmente los sistemas capitalistas pueden variar en la medida en que incorporan elementos de regulación gubernamental y bienestar social. El capitalismo puro o laissez-faire implica una mínima intervención estatal, mientras que muchos países adoptan modelos mixtos que combinan la iniciativa privada con regulaciones y servicios gubernamentales para abordar desafíos sociales.
En general, los países capitalistas han experimentado un crecimiento económico significativo, innovación tecnológica y una mejora en el nivel de vida. El capitalismo ha facilitado la globalización, la interconexión de las economías y el comercio internacional. Esto ha llevado a un aumento en la producción y el intercambio de bienes y servicios a nivel mundial. Sin embargo, también han enfrentado desafíos relacionados con la desigualdad económica que se genera entre diferentes estratos sociales, lo que puede dar lugar a tensiones sociales y políticas; en algunos casos, las empresas pueden buscar reducir costos mediante la explotación laboral, lo que puede dar lugar a condiciones de trabajo precarias y bajos salarios, y la inestabilidad económica que puede generarse, es decir, se puede experimentar ciclos económicos con recesiones y crisis financieras que afectan negativamente a la estabilidad económica y al empleo. También, en algunos casos, las empresas pueden priorizar los beneficios financieros sobre el bienestar social y ambiental, lo que puede tener consecuencias negativas a largo plazo.
Entonces, ¿el capitalismo nos conviene? Creo que lo que determina el éxito o fracaso del sistema, es la forma en que los países abordan estos desafíos y equilibran los aspectos positivos y negativos del capitalismo según sus contextos históricos, culturales y políticos. Es decir, los resultados del capitalismo varían según la implementación y las políticas adoptadas en cada país.
Una alternativa muy interesante es el llamado Capitalismo Social, ¿en qué consiste? El término “capitalismo social” se utiliza para describir sistemas económicos que combinan elementos del capitalismo con políticas y programas sociales destinados a abordar desigualdades y promover el bienestar social con igualdad de oportunidades; es decir, se refiere a sistemas económicos que buscan equilibrar la eficiencia del mercado con la atención a las necesidades sociales y la reducción de las disparidades.
En consecuencia, para que un sistema económico sea exitoso, debe existir crecimiento económico, generando riqueza, que pueda ser distribuida más equitativamente entre la población, que esta pueda tener oportunidad de emprender o de tener acceso a trabajo digno, que se reduzcan los niveles de pobreza hasta eliminarla, que, además, genere una estabilidad social y política dentro de un marco de RESPETO Y LIBERTAD; si un sistema no puede lograr todo esto, sea capitalismo, socialismo, o como se llamen sus variaciones, entonces no es el apropiado.
Por otra parte, lo que le hace falta a los sistemas económicos para lograr el éxito es incorporar las enseñanzas económicas de la Biblia, que abarcan una variedad de principios éticos y morales. Es importante destacar que la Biblia no proporciona un sistema económico específico como el capitalismo o el socialismo, pero ofrece principios que pueden influir en la forma en que las personas abordan la economía y las relaciones financieras.
Las enseñanzas bíblicas ofrecen principios éticos que pueden influir en la ética empresarial y las decisiones económicas, siendo que con la aplicación práctica de estos principios se puede lograr: 1) menos corrupción o cero corrupción; 2) prácticas empresariales socialmente responsables y políticas de bienestar, enfatizando en la justicia social; 3) controlar la codicia y la avaricia, poniendo límites a la acumulación descontrolada de riqueza; 4) valorar el trabajo digno y ofrecer consejos prácticos sobre la administración financiera; 5) promover las prácticas de responsabilidad social corporativa y filantropía; 6) el respeto por la propiedad y la legalidad, enfatizando la honestidad en las transacciones y la importancia de honrar contratos y compromisos.
Cuánta razón tenía Napoleón Bonaparte (1769-1821) cuando dijo: “Si yo tuviera muchos Generales que leyeran cada día la Santa Biblia estaría seguro del éxito de mi nación”, considerando que, son las personas las que constituyen una nación y sus instituciones, más allá de sistemas u organizaciones adoptadas, y depende de su comportamiento el conseguir el éxito deseado; por tanto, en la medida en que cambiemos para bien la forma de pensar y actuar de las personas, especialmente de nuestras autoridades, incorporando estos principios bíblicos, nos irá mucho mejor como país.
En conclusión, el sistema económico ideal para Bolivia, será aquel que, no importando su denominación (capitalismo, socialismo u otro), se adecúe a sus características culturales, sociales, políticas y que proporcione bienestar a todos sus pobladores, equilibrando el crecimiento económico con la equidad social, respetando los derechos humanos de las personas, que son esenciales para una sociedad justa, equitativa, tolerante, inclusiva y respetuosa, para lograr la prosperidad que tanto anhelamos. [P]
Edwin Hurtado, economista y docente de la UMRPSFXCH