El absurdo debate estado-mercado
El triunfo presidencial de Javier Milei a la presidencia de La Argentina, ha colocado el debate en el dilema si más Estado o menos mercado es bueno para el desarrollo de un país. Luego del fracaso en varios países del modelo neoliberal, cuando se creía olvidado este tema. La discusión hoy ha tomado bríos por los efectos políticos que posee.
Al inicio, y contra toda postura anarquista, cabe decir el hecho casi obvio que es imposible que una sociedad pueda existir sin Estado, porque se necesita que una entidad pueda proveer orden y autoridad a una sociedad que, de otro modo, terminaría por matarse a sí misma Esta es la visión roussoniana del Estado y tiene toda la razón.
Este proceso de dominio no ha sido fácil ni simple. Según la autorizada palabra de Michel Mann, a lo largo del tiempo, el Estado ha aumentado su capacidad de dominio muy difícilmente sobre un ciudadano rebelde que ha acrecentado su poder cada vez más hasta el punto que puede lograr dominar con la complicidad y la hasta el beneplácito de las masas. Dice este autor que hoy el Estado (que él denomina infraestructural) posee más capacidad para penetrar realmente la sociedad civil, y poner en ejecución logísticamente las decisiones políticas por todo el país. Estas decisiones políticas pasan por crear empresas estatales, financiar la ciencia y la investigación, cuyos resultados luego pasarán a la esfera privada y colocar subsidios por varios sectores, en especial agrícolas, entre muchos otros temas.
Por tanto, el debate de más Estado o más mercado, en realidad no tiene mucho sentido. Baste mencionar que en América Latina hemos pasado por todos estos modelos sin que el desarrollo haya llegado.
Lo que sí es interesante es tomar en cuenta las nociones de Estado débil o Estado fuerte para tratar de explicar por qué en Europa hay desarrollo y en América Latina no. Un Estado fuerte como el de los europeos procurará a) capacidad para imponer orden y autoridad; b) posibilidad para proveer recursos públicos y, en un sentido histórico; c) potestad para imponer un modelo económico de largo plazo.
Al contrario, en América Latina lo que se dio es un Estado débil que pactó con las élites locales; no tuvo los recursos para abarcar con educación o salud a la sociedad, y no pudo imponer un proyecto de larga duración ya sea estatal o de libre mercado. Como señala con contundencia Mazzuca en su libro Latecomer State Formation. Political Geography and Capacity Failure in Latin America (Formación de Estados tardíos. Geografía política y fracaso de capacidades en América Latina): “La debilidad del Estado es la fuente más importante de los problemas crónicos de América Latina, incluida la desigualdad social, el estancamiento económico y la mala gobernabilidad”.
Por tanto, el debate debe situarse no tanto entre mercado y Estado sino en cómo fortalecer el Estado que tenemos. Ese es un debate que ni siquiera lo hemos empezado, porque el Estado que existe no es resultado de consensos políticos y sociales, sino de la pugna entre fuerzas estatales y sociales que negocian gobernabilidad en base a ventajas y prebendas. Mazzuca señala: la debilidad es un “defecto de nacimiento” de los estados latinoamericanos. Los estados modernos pioneros de Europa occidental se crearon fuertes y el proceso de formación los dotó de propensiones para mejorar su propia capacidad. En América Latina, los estados nacieron débiles y el proceso de formación en el siglo XIX creó fuertes impedimentos para la construcción de capacidades en el siglo XX.
Por ello, si bien es interesante la discusión entre mas Estado o más mercado, mejor sería debatir en torno a lo verdaderamente importante que consiste en saber ¿Cómo se puede construir un Estado más fuerte (ojo, no autoritario), que sea capaz de articular y dar línea a las políticas públicas, a los centro de educación superiores, que invierta en ciencia y tecnología: que sea capaz de crear una burocracia estatal eficiente y autónoma de los intereses privados y que, finalmente, tenga potencia de alcanzar consensos respecto de lo que queremos como país. Sin esto, mañana puede venir un estatista como Evo o un privatizador como Sánchez de Lozada, el resultado seguirá siendo el mismo. [P]