
Estado Plurinacional, llegó la hora de las reformas?
El Estado Plurinacional nació con dolor y honor, decía el vicepresidente en un discurso del pasado. Es cierto, su antesala y la historia de nuestro país, incluida la actual, están plagadas de errores, abusos y excesos que no deben perpetuarse. El Estado Plurinacional, también Autonómico, incorporó un nuevo diseño de Estado en lo político y lo territorial. Se declaró pacifista, agregó un catálogo impresionante de derechos fundamentales. Proclamó una mejor relación con la naturaleza y el medio ambiente, entre otros cambios que generaron esperanza.
Existen logros importantes en cuanto se refiere a inclusión (indígena y de la mujer), lucha contra la pobreza y la ampliación de la infraestructura estatal. Pero tampoco se puede negar que quedó estancado. La falta de autocrítica, renovación de paradigmas, apertura a nuevos segmentos como el de los jóvenes, la obsesión caudillista y la disputa fratricida que libra el MAS, con impacto directo en la economía y el funcionamiento de las instituciones estatales, provocaron su envejecimiento prematuro, evidente luego de las erráticas decisiones contrarias al resultado del referéndum de febrero de 2016.
Las organizaciones políticas gobiernistas u opositoras, tienen el privilegio del desafío de promover el debate, la deliberación y los necesarios ajustes o cambios al funcionamiento del Estado, algo que ni por asomo ha ocurrido con los promotores del Estado Plurinacional con Autonomías, pero tampoco lo hacen las organizaciones opositoras que circunscriben sus relatos a iracundas críticas y adjetivos contra la otrora, hegemónica organización política.
Pasar por alto esa responsabilidad política, tendrá cada vez un mayor impacto negativo en la convivencia de quienes integramos la Bolivia diversa, multicolor, multipensante, de la que todo postulante a líder político habla, olvidando un dato clave, el hecho que la gran mayoría de los bolivianos son niños, adolescentes y jóvenes, a quienes también se educa o maleduca desde la política.
Este desafío está mucho más allá de las lisonjas que intercambian autoridades con organizaciones satélites del gobierno que arropan al gobierno por prebendas o intercambios clientelares. Por el lado de la oposición está también más allá de cualquier cálculo electoral prematuro y la posibilidad de aparecer entre una opción tipo hombre de acero con capa, o encuadrar en el esquema de actores políticos con capacidad pensante y reflexiva para arribar a pactos sobre tareas estratégicas que favorezcan al conjunto de los bolivianos en el mediano y largo plazo.
En mi modesto entender, los actores políticos tendrían que emprender de forma inmediata las siguientes tareas y transformarlas en pactos.
Promover la reconciliación y el potenciamiento del diálogo, la confianza, el entendimiento entre bolivianos y una nueva justicia.
Ningún Estado y sociedad pueden salir adelante cargando odios, resentimientos y desconfianzas mutuas. La violencia racial, los prejuicios dañinos y la recurrente polarización política son problemas que no se deben soslayar con datos y más datos. Es tiempo de restablecer la confianza y para ello es imprescindible establecer las bases de una administración de justicia idónea, accesible, eficiente e independiente del poder político y económico.
Cambiar el Estado Plurinacional con autonomías centralizadas por autonomías virtuosas.
Las “autonomías” como están hoy, no sirven a los pueblos indígenas (sub representados, sin potestades siquiera impartir justicia en sus territorios y con una evidente hegemonía andina simbólico cultural). Pero tampoco es útil al grueso de la población urbana de nuestro país, limitada por un centralismo y presidencialismo exacerbados que, con sus miradas verticales, coartan el desarrollo de potencialidades. Un ejemplo ilustrativo de la perversidad del centralismo se produce en la educación que es manejada desde 4.000 metros de altura y centenares o miles de kilómetros de distancia por una autoridad que casi nadie conoce ni de nombre.
La parálisis en la educación es el mejor ejemplo de que el Estado debe renovarse.
El Estado en este nuevo ciclo tuvo un importante logro, que fue el de alcanzar los estándares internacionales de alfabetización. Sin embargo, porfiadamente a omitido priorizar como tarea central, elevar la calidad de la educación. Seguimos teniendo los más bajos estándares de lectura, contendidos inapropiados, un modelo educativo memorístico repetitivo, brecha digital y el costo del acceso a internet de banda ancha más caro de la región. Los grandes afectados son niños adolescentes y jóvenes que ven dañado el entendimiento como la aceptación al otro, y disminuido el desempeño ciudadano, así como las competencias que demandan la sociedad del conocimiento, las economías digitales y la alta competitividad que se registran hoy en el mundo.
La debilidad institucional conjuntamente la corrupción ponen en jaque a cualquier modelo de Estado.
Ya ocurrió, muchas veces en Bolivia, cuando las instituciones se ponen al servicio de unos e ignoran los intereses colectivos pierden legitimidad. Con ello van agregados recurrentes situaciones de corrupción e impunidad, que deslegitiman hasta al mejor diseño estatal. La Policía Nacional, la Procuraduría, el Ministerio Publico, la ABC, son parte de un pequeño listado rápido de entes estatales en permanente descredito que se deben recuperar y poner al servicio del Estado como de la sociedad y no del gobernante de turno. A esto hay que agregar una preocupación latente que tiene que ver indicios de desbordes de narcotráfico y violencia.
Mejorar relaciones con la región y los sectores productivos.
Las tensiones con la región (más allá del reduccionismo que se suele hacer con cierta oposición política o determinadas instituciones como el comité cívico) reflejan desde el gobierno un grave desconocimiento de lo que es hoy por hoy, en términos sociodemográficos, productivos y geopolíticos, la región cruceña que ha incubado en estos años una nueva microcultura que engloba al conjunto de los bolivianos que, al afincarse en esta región, han ido incidiendo en la construcción de una nueva textura y comportamiento que refleja una bolivianidad con un visión inclinada a la integración, el progreso y la modernidad.
El Estado plurinacional con autonomías y democracia compuesta, devaluado por sus propios promotores, debe ponerse en vigencia o renovarse.
Los soportes de una buena convivencia parten de la autocrítica que lleva a reconocer las deficiencias, o de las buenas propuestas que puedan convertirse en acciones políticas para estimular el reencuentro de los bolivianos bajo un proyecto común, que supere las grietas vinculadas con la región, la cultura o la situación socioeconómica o aspectos fútiles como el color de piel o la bandera partidaria. Al final, todos somos navegantes al bordo del mismo barco. [P]
* Daniel Valverde, politólogo y docente UAGRM