Gutenberg no solo inventó la imprenta, sino inventó un planeta que hoy muestra claros signos de estar en su ocaso. En ese planeta, el periodismo se constituyó en una de sus instituciones más importantes e imponentes, pero todo indica que empieza a correr la misma suerte de ese mundo en el que fuera tan decisivo.
El periodismo profesional e institucionalizado debe su nacimiento a la imprenta, con ella fue labrando el oficio de recolectar, procesar y difundir noticias de interés social. Oficio que, al pasar las décadas y los siglos, fue adquiriendo todo una estructura ética y profesional. Conceptos como el de la “objetividad”, “veracidad”, “fuentes confiables”, “oportunidad”, “racionalidad” y “relevancia”, entre otros, eran las claves de esa estructura teórico-práctica.
En base a esa línea de conducta profesional se juzgaba al periodismo, oficio que siempre estaba en el ojo público, alabado y vilipendiado casi por igual. Es que lo común en toda sociedad es la existencia de periodistas buenos, mediocres y francamente malos (por oficio, por ética o por ambos). La pregunta es: ¿seguirán existiendo? Por supuesto en el sentido de un periodismo tal cual lo conocemos en la actualidad.
Hace unos pocos años atrás hubiera sido casi una herejía preguntar algo así pero hoy ya no parece tan descabellado ni tan hereje. Uno de los que reflexiona sobre esa posibilidad es un peso pesado del periodismo europeo: Bruno Patino, quién fue uno de los principales ejecutivos por varios años del gigante francés Le Monde, escritor de varios libros sobre medios de comunicación y ahora presidente de la cadena franco-alemana ARTE.
Este francés de padre boliviano, estuvo presente en los “Diálogos con el Futuro” que se desarrollaron en Tarija en abril del presente año, diálogos que en esta ocasión trataron sobre las amenazas y oportunidades para Latinoamérica de la Inteligencia Artificial.
En la conferencia que dio en el mencionado evento, Bruno planteó en general cómo estamos cerrando el ciclo del planeta Gutenberg y comenzando una nueva era, una nueva civilización cargados más de interrogantes que de certezas.
Aquí abro un paréntesis para que no se malinterprete a Bruno, cuando el habla de Gutenberg aclara: “Gutenberg no causó la Ilustración, la revolución científica, el florecimiento del humanismo, la Guerra de los Treinta Años, una revolución en la educación, la aparición de la literatura popular, el nacimiento del periodismo, las raíces del capitalismo o el surgimiento de los Estados-nación, cada uno de los cuales se ha atribuido en parte a su máquina. Sin embargo, cada uno a su manera explotó y dependió de su invento. Nada se hizo inevitable gracias a Gutenberg, pero mucho se hizo posible”.
El 2005 Bruno Patino escribía un libro titulado La prensa sin Gutenberg y en ese entonces era un entusiasta de las nuevas tecnologías y creía que el periodismo tenía un gran futuro siempre y en tanto pudiera reinventarse en sus formas. Hoy su entusiasmo se transformó en honda preocupación. Para él, los medios de comunicación de masas transformaron primero el arte en entretenimiento y las redes sociales transformaron el entretenimiento en distracción y, con la llegada de la economía de los datos y la inteligencia artificial, la distracción se está transformando en adicción. Nos estamos convirtiendo en adictos a millones de mensajes fútiles y azarosos que captan fugazmente nuestra atención.
Y en ese nuevo planeta, Bruno Patino ve una peligrosa paradoja: cuando más se necesita de la seriedad informativa del periodismo para orientar racionalmente a una audiencia mareada con tanto mensaje emotivo, contradictorio y polarizante es cuando el periodismo está más acorralado y con menos cabida. Eso no lo dijo en la conferencia, eso me lo dijo en las múltiples charlas que tuvimos en el viaje al Salar de Uyuni que hicimos con todos los expositores internacionales que llegaron al evento.
Es que ya no se trata de que el periodismo se adapte a una nueva realidad, simplemente su existencia está en riesgo o, por lo menos, está condenada a una evidente marginalidad. Los nativos digitales se informan sobre lo que pasa en el mundo a partir de esos fugaces mensajes adictivos que les llegan por múltiples vías y que casi nunca tienen como fuente principal a un profesional del periodismo. Y, si acaso es un periodista, lo más probable es que este ejerciendo el oficio de la manera menos apropiada posible para los estándares del planeta Gutenberg.
EMÓCRATAS
“Y los ‘emócratas’, clara y abiertamente, desprecian al periodismo del planeta Gutenberg, desde Trump pasando por Maduro y terminando con Milei o cualquier ‘populista’ de derecha o izquierda.
Emocracia
Si el planeta Gutenberg estaba marcado por la reivindicación de la razón frente a la fe de la Edad Media, este nuevo mundo post-Gutenberg está marcado por la emoción. Es creíble lo que emociona no lo que es veraz, objetivo y racional como es el fundamento ideal del periodismo, por ello sus bases profundas están siendo agrietadas.
Para las nuevas generaciones (y no tan nuevas), una o un “influencer” bastante ignorante y sin profesión alguna, pero con una gran dosis de emotividad y manejo narrativo será cien veces más creíble que una o un periodista serio y profesional. Lo mismo es válido para la política, por eso surge el término de “emocracia”. “Emócratas” siempre hubo, pero hoy son la moneda corriente y exitosa.
Y los “emócratas”, clara y abiertamente, desprecian al periodismo del planeta Gutenberg, desde Trump pasando por Maduro y terminando con Milei o cualquier “populista” de derecha o izquierda.
En ese mundo, como se dijo, el periodismo está acorralado, despreciado y condenado a renunciar a su esencia o a vivir en la marginalidad. No parece tener escapatoria y ese no es su único gran problema, retomando a Bruno Patino, otro gran problema es una realidad resquebrajada.
Una realidad mezclada con ficción
El mundo de las emociones es de por sí un mundo en que la realidad tiende a confundirse con lo irreal, pero si a esto sumamos todas las simulaciones muy creíbles de la inteligencia artificial (IA), vamos a obtener un panorama en que las fronteras entre la realidad y la ficción están peligrosamente diluidas.
En su ponencia, Bruno nos mostraba la imagen del museo de Abba en Estocolmo, donde es posible ver cantar al famoso grupo en hologramas bastante bien logrados, pero ni cercanamente a lo que en un futuro muy cercano podremos ver. Él nos decía que a pesar de que la gente sabe que son hologramas, a los pocos minutos los asistentes parecen de verdad creer que Agnetha, Björn, Benny y Frida están ahí interactuando con todos. Esa es sólo una muestra de cómo y con qué facilidad, en este nuevo planeta post-Gutenberg, la realidad se confunde con la ficción y estamos hablando, para peor, simplemente de la pre-historia de lo que se viene.
La esencia del periodismo es la de trabajar con hechos reales, concretos y verificables. En un mundo en que es tan difícil discernir la realidad de la ficción y en el que (esto es crucial) a las audiencias no les importa si es realidad o ficción (interesadas tan sólo en recibir ese “shot” de dopamina que calma temporalmente su adicción), el periodismo tal cual lo conocemos no tiene cabida ni chance de ser el que era hace unos pocos años atrás.
Y eso no es todo
A la marginalización informativa en ese mar de mensajes fugaces y fútiles, y a la desaparición de las claras fronteras entre la realidad y la ficción, Bruno habla además de otras dos amenazas: la “polarización” y la “pauperización”.
La “polarización” es esa lógica impuesta por la economía de la atención de fortalecer los extremos de todo porque eso atrae, crea militancia y, por último, crea adicción. De tal manera que se van creando como turbas virtuales fanatizadas y comandadas muchas veces por liderazgos nada éticos que ven en el periodismo un enemigo de sus radicalidades.
Y la “pauperización” es la sistemática pérdida de recursos económicos de los medios periodísticos y, por ende, de los mismos periodistas que cada vez son tratados peor económica y hasta socialmente. Esto pasa por el cambio en el modelo publicitario, pero también por la sistemática acción de gobiernos de todo tipo que buscan el debilitamiento total del periodismo independiente.
Como es posible advertir, el panorama no es nada alentador. Sin embargo…
REDES SOCIALES
“Los signos son preocupantes: las redes sociales parecen inofensivas pero cada vez con más fuerza y evidencia el mundo se va dando cuenta que no es así, que su lógica nos empuja a una alta polarización, a una silenciosa pandemia de malestar mental y a un profundo resquebrajamiento democrático
Un poco de optimismo
Bruno es pesimista en el corto plazo, pero al terminar su conferencia en Tarija dio un halo muy lindo de esperanza en el mediano y largo plazo, él dijo (en un muy buen español pero con fuerte acento francés): “comienzo y ahora termino con Gutenberg, si nosotros hubieras tenido esta conversación en 1480, treinta años después de la invención de la imprenta, yo hubiera hecho una exposición muy negativa, yo hubiera dicho que la imprenta estaba produciendo guerras civiles… en Inglaterra, en Francia, y que estaban viniendo las guerras en la religión por causa de ella, el modelo de gobernanza se estaba cayendo y que en todas partes se estaba imponiendo el desorden y el caos… y es verdad, hubieron guerras civiles, hubieron guerras de religión y muchos retos políticos en el mundo entero… sin embargo, esa invención dio lugar, entre muchas cosas más, a la ciencia y a la democracia moderna… así que quizá haya espacio para el optimismo”.
Concuerdo con Bruno, no hay duda que comienza a configurarse un nuevo mundo y ello implica siempre desorden y caos al que, quizá (y esa es la mala noticia), recién estemos asistiendo. Los signos son preocupantes: las redes sociales parecen inofensivas pero cada vez con más fuerza y evidencia el mundo se va dando cuenta que no es así, que su lógica nos empuja a una alta polarización, a una silenciosa pandemia de malestar mental y a un profundo resquebrajamiento democrático (y pensar que hasta hace apenas una década muchísimos ilusos, entre ellos Bruno y yo, creíamos que ellas podían permitir justamente lo contrario). Y la “mala hora” del periodismo mundial es otro signo preocupante en ese complejo escenario al que hay que sumarle la crisis ambiental y el recrudecimiento de las guerras.
Sin embargo, quizá éste sólo sea un periodo de algo así como un “lejano oeste salvaje” de corta duración y que en las próximas décadas todo comience a reajustarse poco a poco y terminemos disfrutando de un mundo mucho mejor que el anterior. La humanidad pareciera que siempre se las arregla para que así sea a pesar de nuestro esencial pesimismo. El problema está en que es muy difícil saber cuán profundo, cuán caótico y cuánto durará ese “oeste salvaje”.
¿Qué hacer en el corto plazo?
La complejidad es tal que las circunstancias empujan a dos actitudes nocivas. La primera nos empuja a la angustia y la parálisis. Y la segunda al desentendimiento y el “quemeimportismo”. Obviamente ambas son inútiles.
Bruno y muchos intelectuales del mundo, hombres y mujeres, señalan que para estos casos existen dos herramientas poderosas que la humanidad tiene desde tiempos inmemoriales: la filosofía y la educación. La primera permite comprender mejor los caminos y la segunda reencaminarlos.
El primer paso que ya se va dando es ir desentrañando la compleja telaraña de los tiempos actuales para ir entendiendo mejor las amenazas y oportunidades de este nuevo ciclo civilizatorio. El segundo paso es la educación. Foros internacionales como el instaurado con los “Diálogos con el Futuro” en Tarija pueden parecer minúsculos con la inmensidad del desafío, pero no hay otra manera de ir creando la conciencia necesaria para orientar las cosas de la mejor forma posible.
¿Y el periodismo?
Bruno cree todavía en la posibilidad de una reinvención del periodismo por su imprescindible necesidad en las sociedades modernas. Sin embargo, ni duda cabe que su futuro es incierto pero que el periodismo serio y responsable seguirá dando batalla también es un hecho. ¿En qué acabará todo? Imposible saberlo P]
Gustavo Castellanos Echazú, comunicador social