¿Hubo cambios en la política exterior de Bolivia con la llegada de Luis Arce al poder? ¿Sigue siendo la misma que la que impulsó durante 14 años su, hoy por hoy, mayor adversario político, Evo Morales? Y si es así, ¿qué gana el país con mantener esa forma de relacionarse con el resto del mundo?
Según dos analistas consultados por PÉNDULO POLÍTICO, las relaciones internacionales de Bolivia, trascurridos más de tres años del mandato del actual jefe de Estado, siguen altamente ideologizadas y no determinadas por intereses nacionales, por lo que no ven beneficios importantes para el país, especialmente, en el ámbito económico.
En lo que va de su cada vez más “fratricida” y “mezquina” pelea –así definió esta semana el vicepresidente Álvaro García Linera la guerra que mantienen Morales y Arce, por la candidatura del oficialismo para las elecciones de 2025-, el jefe del MAS acusó reiteradamente al Gobierno de haberse “derechizado” y alejado de los principios ideológicos del llamado instrumento político.
Incluso, en abril, afirmó que el Gobierno tenía pensado ejecutar un plan para dividir al MAS y, junto a Estados Unidos, sacarlo de la carrera electoral, algo que la administración de Arce rechazó. Arce, en esencia, desde que se hizo cargo del país, no ha dado señales de apartarse del hilo conductor que dejó Morales en 2019, antes de su salida del poder.
Los analistas consultados para este reportaje consideran que las relaciones internacionales de Bolivia no presentan hoy cambios sustanciales, comparadas con las que impulsó Morales, que alineó al país con varios de los principales países catalogados como “autoritarios y totalitarios” en el mundo.
Nuestros “amigos”
Bolivia tiene actualmente relaciones directas con 40 países del mundo. Son aquellos en los que cuenta con una embajada o un consulado general.
Según pudo conocer este diario de fuentes creíbles, el Gobierno considera que tiene “buenas relaciones” con la mayoría de los países que actualmente son gobernados por líderes de izquierda. En la región, con Brasil, Venezuela, Cuba, México, Colombia y Nicaragua. En Europa, con España. En Europa/Asia, con Rusia. En Asia, con China, Japón e India, en ese orden de importancia. En Oriente Medio, con Irán, Catar y Arabia Saudí. En África, con Egipto, el único país donde Bolivia tiene una representación diplomática.
Algunas son más estrechas que otras. Por encima de todas están Brasil, Venezuela y Cuba, al igual que China y, últimamente, Rusia. En cambio son “indiferentes” (no los consideran ni amigos ni enemigos), Chile –pese que es gobernada por el izquierdista Gabriel Boric, aunque siempre hay tensión con ese país por la reivindicación marítima, entre otros asuntos–, Uruguay, Paraguay, Ecuador, El Salvador, Canadá y los países de la Unión Europea, excepto España.
Mantiene una “tensión” constante con Estados Unidos; de hecho, está en su lista de enemigos. Con el Reino Unido, por la postura que asumió en la crisis de 2019 su embajador en Bolivia, que fue relevado, la relación es “fría”, según las fuentes de este diario.
En el último tiempo, además, Bolivia decidió alinearse con más fuerza al bloque de los países emergentes, reunidos en el grupo de los Brics: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. El Gobierno busca que el país sea admitido como miembro.
¿Qué suponen estos “amigos”?
Para el diplomático de carrera y académico Julio Alvarado, no implican buenas noticias para el país. “Lo que hizo el gobierno de Evo Morales fue insertarnos en un grupo internacional de países autoritarios y totalitarios, a la cabeza de la República Popular China, la Federación Rusa y la República Islámica de Irán”, dice el analista.
Desde entonces, Bolivia continúa alineada con ese grupo –si no se considera el breve gobierno de transición de la expresidenta Jeanine Áñez–. “Seguimos en ese bloque, cuyos principales aliados, en América Latina, son Cuba, Venezuela y Nicaragua”, sostiene.
El sociólogo y exministro Hugo Carvajal, que reside actualmente en España, coincide con Alvarado. Considera que la actual política exterior boliviana se mantiene invariable, comparado con la que lideró Morales. “La política exterior boliviana es una política exterior ideologizada”, afirma. Se mantiene así desde que Morales llegó al poder. “O sea, no se mueve en función del interés patrio, del interés nacional, que es lo que debe orientar una política internacional, sino en función de una lógica de bloques ideológicos”, complementa.
Alvarado cree que ese tipo de política exterior no es lo más aconsejable. “La teoría, en política internacional, la teoría del realismo político nos enseña que, en el caso de países o estados como Bolivia, estados débiles a nivel mundial, si nos comparamos con las grandes potencias mundiales, lo recomendable es que estos estados débiles tengan muy buenas relaciones con todas las potencias mundiales. No les conviene alinearse ni con una ni con otra. ¿Por qué? Porque las potencias mundiales tienen muchos intereses. Por lo tanto, pueden pactar entre ellas. Y no es raro que pacten algo a costa de un Estado pequeño o un Estado débil. Entonces, justamente para no sufrir las componendas de las grandes potencias lo mejor es tener buenas relaciones con todas las potencias y no alinearse con ningún bloque. Eso es lo que nos recomienda la teoría del realismo político y, en el caso de Bolivia, no pasa”, explica.
“Lastimosamente, Bolivia no tiene una autonomía en sus relaciones internacionales. No tiene una estrategia de relaciones internacionales, en lo más mínimo. Hemos perdido un espacio en la comunidad internacional, porque estamos claramente alineados, supeditados, a la política trazada por el Estado cubano”, opina, por su lado, Carvajal.
Solo “amigos ideológicos”
Alvarado considera que, con la actual política exterior, Bolivia va camino a quedar cada vez más “aislada”, sobre todo en el ámbito de beneficios económicos. Si bien el país tiene actualmente varios “amigos” en la región, la mayoría de estos son solo “amigos ideológicos”, de acuerdo con este analista.
“Cada vez nos aislamos más, porque nuestros aliados, aquí, en la región, en este momento son Brasil, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Colombia y México, entre otros, pero son amigos ideológicos, no por intereses nacionales (en el caso de algunos de ellos). A nivel mundial, nuestros amigos son China, Rusia e Irán. Si vemos estos grupos, vemos que estamos aislados porque la comunidad internacional democrática es mucho más grande”, añade.
“Si fuesen realmente nuestros aliados, nos darían una mano en estos momentos tan difíciles”, afirma, en relación a la situación económica del país, y pone como ejemplo el último viaje de Arce a Rusia, donde se reunió con su par Vladimir Putin, pero “no trajo nada concreto”.
“Entonces, ¿de qué aliados estamos hablando? Porque, si ya estamos en un grupo de potencias mundiales, con una determinada orientación política, lo mínimo que uno espera es que, en momentos difíciles, nos apoyen. Y en este momento, yo no veo apoyo: ni de Rusia, ni de China, ni de Irán, al gobierno de Luis Arce, para ayudarlo a salir de esta de esta encrucijada económica. Nosotros salimos en todos los foros, nos ponemos la camiseta de estos de estos países, pero ¿qué recibimos a cambio? La política internacional es toma y daca”, explica el experto.
Carvajal opina algo similar. “Votamos en Naciones Unidas siempre en la línea de lo que comandan y señalan Cuba y Rusia. Estamos al lado de Irán, no porque nos convenga. O al lado de Nicaragua, no porque nos sea favorable. Es la consigna del grupo progresista la que orienta la política boliviana (…) Lo que importa es esta familia progresista internacional, que es la que me está respaldando (…) Y no hay ningún beneficio (económico), ningún beneficio serio. Porque ¿qué nos va a dar Cuba, en términos de intercambio comercial? Nada. Lo ha demostrado el grupo del Alba. ¿Qué nos da Venezuela? Nada. Nicaragua, tampoco. Entonces, no tenemos una complementariedad económica internacional, de comercio, para nada”, sostiene el exministro.
“Es lo que menos interesa. Si eso se da (un incremento en las exportaciones), simplemente es porque tenemos un núcleo comercial exportador privado que sabe mantener relaciones en el mercado, pese a la ausencia de Estado”, complementa.
Alvarado, en esa línea, insiste en que, pese a que Bolivia se encuentra aliado a estos países, no recibe granes beneficios económicos. Le hemos entregado el oro a las empresas chinas, Bolivia es quien contrata a empresas chinas, pero China no invierte en el país como en otros países, observa el analista.
“Los chinos están invirtiendo en Chile, están invirtiendo en Perú, están invirtiendo en Argentina, en Brasil, en Paraguay… Y en Bolivia, ¿por qué no invierten? ¿Por qué no arriesgan su capital en Bolivia? ¿O los rusos, o los iraníes?”, se pregunta también
“Predomina el interés ideológico, antes que el interés comercial, económico y el beneficio para Bolivia. Eso no importa (…) Es lo que está, lastimosamente, orientando la gestión del presidente Arce, en materia económica, social, política, y en materia internacional”, apunta Carvajal. “Yo creo que no hemos ubicado en el peor lugar, en un lugar que podemos llamarle la zona oscura del planeta. Estar al lado de Rusia, estar al lado de Irán no es estar al lado de un bloque progresista”, concluye él.
Como dato: Las exportaciones bolivianas a Brasil sumaron 1.568 millones de dólares en 2023; a China, 1.170 millones de dólares. En cambio, a Rusia solo alcanzaron a 12,2 millones de dólares y a Venezuela, apenas medio millón de dólares, según datos del INE.
¿Nos peleamos con Argentina?
Tanto Carvajal como Alvarado no recomiendan distanciarse de Argentina. Tras la asonada militar, el gobierno de Javier Milei calificó como “falsa” la denuncia del Gobierno sobre lo ocurrido el pasado 26 de junio; la calificó de “intento de golpe de Estado fallido”. Eso provocó una nueva crisis diplomática entre Argentina y Bolivia. Y la administración de Arce llamó en consulta al embajador Ramiro Tapia.
Ambos analistas esperan que no prime el interés ideológico sobre el económico y coinciden en que Bolivia saldría perjudicada si sigue escalando la tensión, más aún cuando Bolivia necesita dólares frescos (si se llega a extender el contrato de venta de gas) y depende de productos argentinos como la harina, por ejemplo, para la producción de pan en el país.
El Gobierno ya tuvo un impase con el de Milei por su relación con Irán, luego de que en abril el país vecino acusara a Bolivia de albergar combatientes iraníes en su territorio, algo que la administración de Arce negó enfáticamente.
En junio, el Ejecutivo boliviano convocó a la Encargada de Negocios de Estados Unidos por supuesta “intromisión en asuntos internos”, aunque no precisó las causas. Poco antes, la Embajada estadounidense había rechazado en un comunicado la denuncia del ministro de Economía, Marcelo Montenegro, quien acusó a Estados Unidos de estar detrás de un supuesto “golpe blando” contra el Gobierno.
Sin embargo, hasta el momento, Arce solo rompió relaciones con Israel. Lo hizo en octubre de 2023 ante la “desproporcionada ofensiva militar israelí” en la Franja de Gaza. [P]
Milei y el turno de Luis Arce
Weimar Arandia, analista
Javier Milei, el presidente argentino, se ha enfrentado uno a uno con todos sus colegas de izquierda de Iberoamérica, desde los pesos pesados como Lula da Silva y Manuel López Obrador hasta los medianos como Pedro Sánchez y Nicolás Maduro. Uno a uno, han sido blanco de la metralla verbal de Milei, sin ninguna consideración de las formas diplomáticas que norman las relaciones internacionales.
En estos días, el turno ha sido de Luis Arce, el presidente boliviano que atraviesa su particular “mala hora” entre una cuestionada asonada militar y una economía maltrecha cocida a fuego lento por una intensa pugna política, con un exaliado que se ha convertido en el peor enemigo de su gobierno.
Milei ha encontrado el material necesario para sus ataques en el presunto autogolpe protagonizado por el torpe general Juan José Zúñiga, una versión que el propio Evo Morales difunde en sus comentarios. En este ataque, Milei se sirve del mismo mecanismo comunicacional que tanto éxito le da entre sus audiencias: dar por cierta y como verdadera una suposición no confirmada. Así lo hizo con el español Sánchez, cuya esposa es investigada por corrupción, a quien el argentino calificó como corrupta y que debía ser vigilada por su consorte. A Lula le dijo que era un corrupto y comunista, por los 580 días que pasó en prisión por acusaciones de enriquecimiento ilícito en un proceso que luego fue anulado por falta de pruebas y vulneración de derechos. Con Gustavo Petro fue peor, le llamó comunista asesino por su pasado guerrillero.
Milei es un maestro de la provocación cuya comunicación política se basa en un hecho fáctico que afecta a sus rivales, para anunciar como verdad inapelable ante la opinión pública, sin esperar los resultados de una investigación o el veredicto de un tribunal o un juez, algo que se conoce en comunicación como el juicio paralelo de la opinión pública, que condena como culpable a alguien sin esperar una sentencia institucional. Ante sus seguidores, con esta manipulación verbal, el argentino se presenta como el político que dice la verdad sin más.
En el otro extremo de la comunicación política se encuentra Arce, un político que se caracteriza por un discurso edulcorante y, por lo tanto, desconectado de la realidad de los hechos en el país.
Desde que se desató el problema de la escasez de dólares y combustibles, hace justamente un año y medio, el presidente boliviano y sus colaboradores martillean con indicadores económicos positivos que van en contramano de la realidad que está viviendo gran parte de la población, con un creciente malestar por la evidente debilidad de nuestra economía. Esta manera de enfocar los problemas se refleja en bajos índices de aprobación ciudadana y en una creciente pérdida de credibilidad de Arce y su gobierno.
Está claro que, en este contexto, Javier Milei ha encontrado un blanco perfecto por vulnerable en Luis Arce, un mandatario que lucha por mantener un modelo económico que sin las divisas del gas y las reservas internacionales muestra sus fisuras y parece ser insostenible.
Como pasó en sus anteriores enfrentamientos, es poco probable que Milei se disculpe con Arce y Bolivia. Es de suponer también que no será la última intromisión del presidente argentino y que dependerá del Gobierno boliviano poner límites y evitar una confrontación que dañe las históricas relaciones con un país vecino donde habitan dos millones de bolivianos. [P]