Hace unos días, el INE comunicó los resultados preliminares del Censo 2024, y a los pocos minutos esta noticia levantó mucho revuelo, pues las cifras están muy por debajo de lo que se esperaba. Causó mucha sorpresa en todo el país que apenas seamos 11.312.620 habitantes, frente a los 10.059.856 habitantes en 2012. Esto significa que solo crecimos en 1.252.764 personas en 12 años, menos que en el anterior periodo intercensal de 2001 a 2012, cuyo incremento poblacional fue de 1.785.531 personas.
Esta información ha despertado preocupaciones en gran parte de la población, ya que las expectativas de crecimiento poblacional eran mucho mayores y no coinciden con las proyecciones del propio INE, que estimaba una población de 12.332.252 personas. Este desajuste de más de un millón de habitantes ha generado descontento como insatisfacción. Ahora, el INE debe demostrar la veracidad de los datos, ya que existen ciertas inconsistencias al comparar las cifras del Censo con otros datos oficiales.
Mirando las cifras
Por ejemplo, según el INE, hasta 2022 se registraron 2.808.263 partidas de nacimiento y 640.944 defunciones. Si realizamos un cálculo rápido, el número de nacidos vivos entre 2012 y 2024 sería aproximadamente de 3.000.000, mientras que el número de fallecidos sería de alrededor de 700.000. Esto indicaría que la población debería haberse incrementado al menos en 2.300.000 personas, alcanzando una cifra cercana a los 12.359.856 habitantes, lo cual se aproxima a la proyección inicial del INE.
Lógicamente, a este número aproximado de población se le debe restar el número de emigrantes y sumar el de inmigrantes, es decir esta migración neta debería aproximarse a 1.047.236 personas, que es la disparidad entre el Censo (11.312.620) y la proyección basada en nacimientos y defunciones (12.359.856). Esta cifra de migración neta podría confirmarse con datos migratorios oficiales y explicar parte de la brecha entre las proyecciones y los resultados censales.
Si consideramos que en 2012 se estimaba que cerca del 5% de la población vivía fuera del país (489.559 personas), y suponemos que esa tasa se mantuvo durante el periodo 2012-2024, la migración podría ser de alrededor de 600.000 personas o incluso más, pues, de hecho, según el estudio “Diagnóstico sobre la participación de la diáspora boliviana como actor del desarrollo sostenible en Bolivia” de la Organización Internacional para las Migraciones (ONU-OIM, 2022), Bolivia es uno de los países que más contribuye a la diáspora regional en América del Sur, después de Venezuela. Desafortunadamente, esta situación revela que muchas familias no ven futuro en el país y prefieren empezar una nueva vida en el extranjero.
Los datos recientes también muestran que, en 32 años, Bolivia no ha logrado duplicar su población. En 1992, éramos 6.420.792 habitantes, lo que resalta la desaceleración del crecimiento demográfico. Esta tendencia se explica por varios factores, incluyendo la disminución de la tasa de natalidad, que ha caído significativamente en las últimas décadas. La tasa media anual de crecimiento intercensal nos muestra que entre 1992 y 2001 fue del 2,7%, entre 2001 y 2012 fue del 1,7%, y ahora, entre 2012 y 2024, apenas supera el 1%, indicando una tendencia a la baja. Esto confirma que, las actuales generaciones ya no quieren tener hijos, y si los tienen, solo piensan en 1 o 2, lo que lógicamente ha reducido la tasa de natalidad de manera alarmante.
Además, el estudio “Análisis de Situación de la Población: Efectos de la Pandemia Covid-19” (UNPFA, 2023), señala un cambio alarmante en la estructura de la población boliviana por grupos de edad, con una disminución de la población infantil y un aumento de las poblaciones jóvenes y adultas. Este fenómeno global, donde la población envejece y la natalidad disminuye, puede tener serias implicaciones para el futuro de la humanidad.
En el caso de Chuquisaca, el impacto negativo ha sido mayor de lo esperado, siendo el departamento con la menor tasa de crecimiento poblacional. Una posible explicación radica en la migración de sus habitantes hacia otros departamentos, especialmente hacia Santa Cruz. Además, muchos residentes de Sucre y otras áreas de Chuquisaca se desplazaron temporalmente a sus lugares de origen para hacerse censar, lo que ha distorsionado la realidad de cuántas personas viven en la región. Lo que preocupa no es solo la posible pérdida de escaños en la Asamblea Legislativa, sino, sobre todo, el impacto negativo que estos resultados podrían tener en la distribución de recursos para nuestro departamento.
Turbulencias a la vista
¿Podrían los resultados del Censo desencadenar tensiones que afecten la paz social en Bolivia? La respuesta depende en gran medida de cómo los distintos actores decidan afrontar la situación. Aunque los resultados del Censo 2024 han generado inquietudes y controversias, es fundamental que estas se aborden con transparencia y mediante el diálogo. El INE tiene la responsabilidad de aclarar cualquier duda sobre los datos presentados, ofreciendo explicaciones técnicas que devuelvan la confianza en el proceso censal.
Por otro lado, es crucial que todos enfoquemos nuestros esfuerzos en utilizar esta información para diseñar políticas públicas que respondan a las verdaderas necesidades de la población. Un Pacto Fiscal que promueva el equilibrio entre todas las regiones es una propuesta necesaria y urgente en este contexto.
Las movilizaciones y los conflictos sociales solo agravarían una situación ya delicada debido a la difícil situación económica que atraviesa el país. En lugar de ceder a la confrontación, Bolivia debe optar por la cohesión social, el entendimiento y el trabajo conjunto para mejorar las condiciones de vida de todos sus habitantes. Solo así, el Censo dejará de ser un motivo de división y se convertirá en una base sólida para construir un futuro más justo y equitativo para todos. [P]
Peter Campos Quiroga, economista y docente de la USFX