Estamos tocando fondo en la crisis y muchos no quieren darse cuenta de eso. La economía determina la política de un país y día que pasa el Movimiento al Socialismo (MAS) se encarga de ahondar este difícil trance, al desarrollar su propia agenda política totalitaria antes que una agenda de solución urgente de los problemas del país; de ese modo, todos los actores, voceros, parlamentarios y cuanto militante del MAS pueda salir en medios de comunicación, lo hace para intercambiar acusaciones y hablar de candidaturas –que es lo que los entretiene–, pero de mencionar la crisis y posibles soluciones, nada de nada.
En esa vorágine de insultos y pretensiones electorales han involucrado a todo el país, medios de comunicación masivos, los más representativos programas políticos de TV y otros medios virtuales, se han dejado absorber por esa agenda que solo le conviene a un partido político, precisamente al partido que ha llevado a Bolivia al desastre actual, todos hablan del MAS, a veces hasta con inocultable entusiasmo. Y no se trata de alas, radicales o conservadores, todos tienen la misma génesis, pregonan lo mismo, ambos son estatistas y prebendalistas hasta los huesos; todos se dicen socialistas, pero les encanta el enriquecimiento personal, son radicales y “antiimperialistas”, aunque para ese término tienen diferentes explicaciones. Es decir, estamos hablando del mismo cuerpo político descompuesto que ha usufructuado del Estado y lo ha exprimido hasta agotarlo. Las dos vertientes del MAS, son gemelas como dos gotas de agua.
¿Más señales o pruebas? Pues coinciden en jugadas políticas sensibles a sus intereses. Juntos se niegan a derogar las leyes incendiarias que han devastado parte del oriente y norte del país y coinciden rotundamente en que el levantamiento popular de octubre-noviembre de 2019 fue golpe de estado y no un fraude, lo cual, a pesar de las pruebas, aún hoy lo niegan sin el menor desparpajo. Para lo demás, nada funciona si no es para conveniencia de los “jefes” y ni hablar de separación de poderes. Eso no existe.
Estamos hablando de un grupo de personas que en 20 años han aprendido muy bien las reglas básicas del cinismo político y que, a pesar de sus carencias de lenguaje y otras torpezas, ejecutan muy bien el libreto que les mandan a declarar.
Todo eso nos lleva a la hipótesis de que hay un núcleo pensante que está manejando todo este desbarajuste, que al parecer quiere el colapso total del Estado y quebrar el concepto mismo de bolivianidad; solo así se explica que, ante la grave crisis económica, energética y ahora hasta alimentaria, el MAS persista en su lucha intestina como si de ello dependiera la vida misma del país. Dicen buscar soluciones, pero solo proponen parches basados en créditos sin querer tocar los problemas de fondo que son el alto déficit fiscal y especialmente las subvenciones a los combustibles, que a estas alturas son medidas suicidas para la economía nacional. Las soluciones de fondo no les importa, solo les interesa reproducir su poder el 2025 y si se puede alargar su mandato, vía Tribunal Constitucional u otra vía, pues lo harán sin dudarlo.
Aquí entro al punto de alerta que se pretende con este artículo. Según algunas teorías modernas de ciencia política, a partir del desarrollo de las nuevas tecnologías se vienen dando fenómenos de manipulación de masas por medio de redes sociales y medios de comunicación masivos. A partir de esa facilidad tecnológica se han venido perfeccionando varios mecanismos, entre ellos, la denominada Disidencia Controlada, que, brevemente, puede ser entendida como una estrategia de un determinado sistema o un Grupo de Poder para mantener el dominio político; para lograrlo, el poder dominante (léase cúpula del MAS) promueve la aparición de grupos antagónicos dentro del mismo partido o facilita la insurgencia de nuevos partidos que se presentan como radicalmente disidentes del sistema. El poder dominante primero les da aliento y luego de alcanzar sus objetivos estratégicos los disuelve o promueve la “reconciliación interna”. Todo está bajo control.
De la lectura del libro “Disidencia controlada”, de Samuel Vásquez Álvarez (2021), extraemos algunos conceptos: los grupos de poder crean grupos alternativos, obedientes a su mando para establecer la imagen de división interna o un multipartidismo inexistente y, para ello, además apelan a todo tipo de herramientas como la violencia, la coacción, la permisividad al caos, promueven la uniformidad intelectual y mediática, donde todos se encuadran en un solo tema de debate o en unos pocos asuntos nacionales permitidos, que no afecten los intereses vitales del grupo de poder.
En contextos de este tipo, el pueblo, los políticos opositores, los medios de comunicación, los analistas, intelectuales y otros, lo que hacen es adaptarse al escenario que les imponen y se acomodan a los beneficios que del poder se pueda lograr. Son, en suma, operativos complejos de ingeniería social en las que el Grupo de Poder concibe grupos disidentes internos o externos que tienen el objetivo de acaparar la agenda mediática a la vez de ser válvulas de escape que permiten manifestar a nombre de los indiferentes el descontento y así distraer y dilatar las soluciones de fondo que significarían pérdida de su hegemonía.
Al mismo tiempo, ese Grupo de Poder inclusive está en capacidad de asumir riesgos monumentales, como provocar y profundizar crisis económicas y de encaminar, mediante los grupos disidentes controlados, el manejo de la crisis social y así reducir las verdaderas protestas desestabilizadoras, las cuales, por medio de este complejo tramado de control político, son neutralizadas. Con las nuevas tecnologías de la información y comunicación, la represión y la violencia ya no son suficientes para asumir control de una sociedad; ahora se trata de persuadir de que no hay nadie más con la capacidad de dar soluciones a los grandes problemas nacionales y que todo pasa por el partido o grupo de poder hegemónico para las soluciones definitivas.
Analizados tales puntos, es oportuno hacer un paralelo de esa teoría con la realidad nacional presente. Todo apunta a que el Grupo de Poder del MAS -unificado en la sombra-, está desarrollando una vez más otro experimento político-social con Bolivia (el primero fue la creación de un estado plurinacional). Veamos lo obtenido por ellos hasta hoy: Al denostarlos como neoliberales vendepatrias, lograron desbandar a la oposición desde 2006 hasta el presente, en el último lustro se han ocupado además de desarticular el discurso de unidad de la oposición y si hace un año se hablaba de candidato de consenso, hoy ya muy pocos creen en esa posibilidad; contuvieron convenientemente –y aún lo están haciendo– las protestas por la crisis económica, previo castigo a la población con 24 días de bloqueo en una ruta vital para el comercio interno y para las exportaciones; están sosteniendo y protegiendo al líder de una de las facciones “enfrentadas” –su líder histórico– sin que la justicia lo investigue como corresponde por las graves denuncias de abuso de menores, y, están preparando el andamiaje institucional para blindarse a partir del 2025 en adelante, ante la eventualidad de una salida del poder.
En la economía, el MAS en el poder no asume su responsabilidad con el manejo del Estado y claramente está dejando las soluciones de fondo para el próximo gobierno: si el MAS continúa –como planean hacerlo– seguramente los ajustes vendrán con tarjetas de racionamiento, alimentos por lealtad y la profundización de su modelo comunitario empobrecedor; si el MAS pierde, cosa que no está en sus planes, pero si sucede, emplearán el tiempo necesario para rearticularse, unificarse y buscarán la forma de tomar el poder nuevamente antes del plazo constitucional previsto de 5 años.
Estamos frente a un conglomerado altamente politizado y peligroso para la nación misma. Los partidos opositores, no parecen dispuestos a asumir el peso y la responsabilidad de la lucha política y dar batalla para reconducir el país. Tras 20 años de tropelías, ahora el MAS es el actor preponderante del nuevo sistema político creado a su imagen desde 2009 (nueva Constitución) y los partidos democráticos ya son el anti-sistema, entiéndase bien. Asumiendo esa realidad, probablemente tales opositores logren salir de su zona de confort y proponer desde ahora mismo opciones viables de salida a la crisis y plantear con seriedad programas de gobierno que nos lleven a la apertura democrática que se requiere con urgencia. [P]
* Carlos Alarcón Escobar, diplomático y analista