
Oposición: Precaria alianza preelectoral
En diciembre del año pasado, los “caudillos letrados” Carlos Mesa, Jorge Quiroga, Samuel Doria Medina, Fernando Camacho y otros “caciques” menores, firmaron una alianza política orientada a sumar fuerzas y ofrecer una alternativa viable con el propósito de derrotar al partido en función de gobierno. El logro de este objetivo implica, por un lado, presentar un candidato único a fin de evitar la fragmentación del voto, y, por otro lado, construir una agenda de cambio que incluya una serie de propuestas, reformas y soluciones a los principales problemas del país. Esto les permitirá presentarse con una imagen unificada y cohesionada frente a la ciudadanía y con una narrativa que explique por qué son la mejor opción para el futuro del país.
Asumiendo las ideas de Declan Bennett en Inconsistent electoral coalitions, el propósito de la presente columna consiste en tratar de advertir sobre algunas debilidades de aquella precaria alianza electoral de los opositores en nuestro país.
Falta de cohesión ideológica. La falta de cohesión ideológica es uno de los mayores obstáculos para consolidar la alianza opositora. Los “caciques ilustrados”, provenientes de diversos espectros ideológicos, recuerdan a una orquesta desafinada, donde cada músico toca en su propia clave y ritmo. Mientras algunos, como Carlos de Mesa y Samuel Doria Medina, se alinean con una postura de “izquierda caviar”—es decir, defienden ideales progresistas, pero disfrutan de una posición económica privilegiada—, otros, como Jorge Quiroga y Fernando Camacho, adoptan enfoques más liberales.
Esta disonancia ideológica podría generar tensiones internas que dificulten la creación de un mensaje coherente y unificado para el electorado. En consecuencia, la ausencia de armonía ideológica podría debilitar su credibilidad ante los votantes, quienes podrían percibir esta coalición más como un producto de un acuerdo pragmático, en lugar de una verdadera alternativa política y programática.
Personalismos y rivalidades. Los “caciques ilustrados” son conocidos por su indiscutible habilidad para poner en primer plano sus propios intereses, algo que, por supuesto, no ocultan ni disimulan en absoluto. Esta fascinación por la figura individual, combinada con las notorias rivalidades entre ellos, probablemente brinde la oportunidad para que se desarrollen intensos conflictos por la candidatura presidencial. Si consideramos que Mesa y Camacho, por razones que son bastante evidentes, se mantienen al margen de esta disputa, la verdadera batalla se librará entre Jorge Quiroga y Samuel Doria Medina. Dependiendo de cómo se resuelva la cuestión del candidato, hay dos escenarios predecibles: primero, si Quiroga resulta ser el elegido, es posible que Doria Medina decida apoyarlo, y todo se mantenga aparentemente unido; y segundo, si la victoria recae sobre Doria Medina, no sería extraño que Quiroga, en un arranque de “generosidad” política, decida lanzar su propia candidatura. Así, la falta de una decisión clara sobre quién liderará la fórmula presidencial podría dar lugar a disputas internas que, lejos de proyectar una imagen de unidad, probablemente terminen por desmoronarla.
Además, deberán enfrentar otra fuente de conflicto: la asignación de los primeros lugares en las listas para senadores y diputados. En este contexto, es fácil imaginar el siguiente escenario: los aliados que no son nada, exigirán algunos senadores y diputados; y, los que son algo, reclamarán la totalidad de esas candidaturas.
Desconexión con sectores populares. Los denominados “caudillos letrados”, a pesar de su experiencia política y trayectoria en la vida pública, son frecuentemente percibidos como figuras estrechamente asociadas a las élites urbanas. Esta percepción puede generar un distanciamiento con muchos votantes de sectores populares, quienes, al percibirlos como representantes de los intereses de las clases más acomodadas, podrían no sentirse identificados con sus propuestas.
Esta distancia se vuelve aún más marcada en un contexto social y político en el que las demandas de justicia social, equidad y una mayor redistribución de recursos son cada vez más fuertes y urgentes. Así, la percepción de que estos líderes pertenecen a un estrato privilegiado podría debilitar su capacidad para conectar con aquellos que luchan por una mejora real en sus condiciones de vida, y los podría colocar en una posición de desventaja frente a otros candidatos que logran proyectarse como más cercanos y comprometidos con las preocupaciones de las bases populares.
Desconexión con las nuevas generaciones. Este es otro escollo significativo para esta frágil alianza. Los “caciques ilustrados” podrían ser comparados con reliquias de un museo político: figuras que brillaron en su momento, pero cuyos discursos y propuestas suenan como ecos de un pasado lejano. Mientras tanto, los jóvenes votantes, ansiosos por encontrar algo más que viejas historias, buscan figuras frescas, dinámicas y que, en lugar de estar atrapadas en el pasado, reflejen las aspiraciones del futuro.
La falta de una propuesta innovadora que logre captar su atención se presenta como un lastre para la coalición, ya que el apoyo juvenil será decisivo en las próximas elecciones. Sin embargo, con el perfil de estos líderes, es probable que los jóvenes los perciban más como una repetición de viejas fórmulas que como una verdadera revolución política. En lugar de ser el viento fresco que necesitan, podrían ser vistos como una brisa estancada que no ofrece ningún cambio real.
Así, la coalición opositora corre el riesgo de convertirse en una balsa a la deriva, llena de remos descoordinados que luchan por moverse en direcciones opuestas, sin lograr navegar hacia un destino claro. Lejos de ofrecer una propuesta unificada y atractiva, parece más bien una mezcla de ideas confusas que no logran captar la atención de los votantes. Frente a estos desafíos, la alianza opositora podría encontrarse rápidamente fuera de curso, con su viabilidad puesta en grave peligro. [P]