Viejos políticos, jóvenes electores

Viejos políticos, jóvenes electores

Péndulo político Franz Flores Castro 23/01/2025 03:17
Los viejos. Los políticos bolivianos envejecen.
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Los viejos. Los políticos bolivianos envejecen. Este año se celebran elecciones generales en Bolivia y de ser ganador Carlos Mesa, asumiría la más alta responsabilidad estatal a los 71 años de edad, Manfred Reyes Villa lo haría a los 69, Jorge Quiroga a los 66, Samuel Doria Medina a los 66, Luis Arce a los 61, Chi Hyun Chung a los 56 y Luis Fernando Camacho tendría 46. Ninguno de los mencionados son jóvenes, si por ello comprendemos la edad entre los 18 y 28 años como reconocen las leyes de nuestro país.

Asimismo, todos ellos tienen trayectoria política. Mesa ya fue presidente y vicepresidente entre 2002 y 2005; Reyes Villa fue candidato presidencial, prefecto y varias veces alcalde; Quiroga fue vicepresidente y presidente entre 1997 y 2002 ; Doria Medina fue ministro de estado y varias veces candidato presidencial; Luis Arce es actualmente presidente del Estado; Chi Hyun Chung participó en las fallidas elecciones de 2019 y Camacho fue candidato presidencial y gobernador del departamento de Santa Cruz.  

Esta característica los hace candidatos previsibles. Si uno lee sus propuestas llega a pensar que, luego de los elecciones de agosto 2025 Bolivia, no se desplazará  hacia los radicalismos ni habrán grandes novedades en las políticas públicas. Tendremos una derecha moderada, con una propuesta socialdemócrata con tintes keynesianos  alejada de los postulados radicales que hoy ponen en marcha Javier Milei en la Argentina, Nayib Bukele en El Salvador, o Daniel Novoa en Ecuador. Por su lado,  la izquierda (masista o no)  tendrá que alivianar su discurso para hacerlo digerible a las masas urbanas. 

Los jóvenes. La edad de los políticos contrasta con la composición etárea de la población boliviana. Según proyecciones del INE, para las elecciones de este 2025, las personas comprendidas entre las edades de 18 y 28 años representarán el 48% de total del padrón electoral. Es decir, de cada 10 votantes 5 serán jóvenes. Esto marca la distancia entre los que hacen política y los que definen la misma, entre los que diseñarán y ejecutarán las “soluciones”, y quienes serán sus beneficiaron o eventuales víctimas. 

Los opositores actuales se ha centrado casi exclusivamente en su antimasismo y en su defensa de la institucionalidad y la democracia para cosechar los esquivos votos, lo que no parece ser suficiente para el segmento juvenil de votantes. Por ejemplo, con mucha frecuencia desde el mundo adulto se lanzan mensajes de que los jóvenes deben triunfar, “comerse el mundo”, sin percatarse de que ellos aplican para los jóvenes acomodados pero no para los de sectores pobres. No se trata solamente de pensar querer ser exitoso para serlo. 

Para muchos jóvenes que viven en la pobreza, sus posibilidades de movilidad social son mínimas, si no inexistentes. Esos jóvenes por mucho que cumplan los consejos de los adultos que los impulsan a ser voluntariosos, a creer que su esfuerzo lo puede todo, estarán condenados a vivir como lo hacían sus abuelos o padres, o aun peor. Solo un pequeño porcentaje de los jóvenes podrán llegar a un empleo bien remunerado o podrán construir un exitoso emprendimiento. Como señala el premio Nóbel de economía, Joseph Stiglitz, “Alguien con ingresos muy limitados tiene poca libertad de elección. Las personas que apenas tienen para sobrevivir cuentan con una libertad muy limitada. Todo su tiempo y energía se dedican a ganar el dinero suficiente para pagar la comida, la vivienda y el transporte al trabajo”.

Paradójicamente algo parecido ocurre con los jóvenes que pueden acceder a la educación superior. Hoy las posibilidades de profesionalización han aumentado de manera notable pero esto no ha sido acompañado de un empleo acorde con esta formación. Corremos en riesgo de tener unos titulados sobrecalificados para el trabajo que hacen. Ellos trabajan en el campo informal de la economía, con baja remuneración, en condiciones precarias y sin seguridad social. Como afirma el filósofo Carlos Peña, para estos jóvenes “la promesa de ingresar a un nuevo segmento social, de formar parte de la clase media meritocrática, no se ha cumplido”.

El riesgo. Si estos temas no se resuelven o no ingresan en la agenda de la política, los riesgos de un estallido social que rompa con todo y con todos siempre estará pendiendo como una amenaza.  Existe un malestar que no se objetiva de manera inmediata, que permanece como un sordo rencor o un vago sentimiento de frustración, pero que cuando se dan ciertas condiciones, ella protesta y sale a las calles de forma disruptiva, como pasó en 2019 en Bolivia, Chile, Perú y Colombia, donde los jóvenes fueron los protagonistas centrales.  Actualmente existe una distancia entre la clase política y la sociedad civil, los políticos no leen la sociedad que pretenden gobernar y esto en el corto o largo plazo traerá consecuencias no solo en las urnas sino en las calles. [P]

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