Educación, promesas incumplidas y nuevos horizontes
La calidad de la educación en Bolivia esta entre las más bajas del continente. La historia educativa de Bolivia es una crónica de contrastes: avances notables en cobertura, reformas ambiciosas y discursos de equidad; pero también brechas persistentes, exclusión estructural y retos que desafían las promesas de la República desde 1825.
¿Cómo se concibió desde 1825?
La independencia trajo consigo una aspiración fundacional: construir una nación instruida y libre. Sin embargo, la mayoría de la población de ascendencia indígena era analfabeta. En la administración de Sucre, en uno de los primeros decretos de la nueva República, ordenó la apertura de escuelas públicas. La educación era vista como el motor del desarrollo y de ciudadanía. Sin embargo, esta visión chocó rápidamente con una clara realidad, la educación era impartida a una pequeña parte de la población que tenía los medios para costearla y existía un grupo importante de la población que era excluido y marginado.
Un siglo de exclusión: 1825–1952
Por un largo periodo y con muchos problemas estructurales, durante gran parte del siglo XIX y principios del XX, la educación boliviana fue eminentemente elitista y urbana. A inicios del siglo XX, la tasa de analfabetismo alcanzaba el 80%. El sistema educativo estaba centrado en las ciudades y al servicio de una élite ilustrada. Las escuelas rurales eran escasas, mal equipadas y con docentes interinos débilmente formados.
Recién en la Revolución Nacional de 1952, con el voto universal y la reforma agraria, la educación comenzó a expandirse a partir de una reforma que expandió la educación básica, especialmente en el área rural, con un enfoque integrador y de acceso masivo. Se fundó la Escuela Normal de Maestros, se multiplicaron las escuelas rurales y se impulsó una alfabetización masiva. En 1950, sólo el 17% de los niños accedía a la educación primaria. En 1980, ya lo hacían más del 80%. Sin embargo, las transformaciones educativas tenían el objetivo de reducir el analfabetismo y los esfuerzos estaban dirigidos a enseñar simplemente a leer y escribir.
La era de la reforma y los contrastes democráticos: 1985–2025
Con el retorno a la democracia y las reformas estructurales de los ´90, se introdujeron cambios profundos: autonomía escolar, participación de los padres de familia, currículo intercultural y educación bilingüe. La Ley 070 Avelino Siñani-Elizardo Pérez (2010) buscó un modelo descolonizador y comunitario, incorporando saberes indígenas y tecnologías, sin embargo, desnudo una cantidad de problemas estructurales y debilidades que no se resolvieron con su implementación.
Las cifras mostraron logros modestos, pero sobre todos pasajeros. Sin embargo, los avances ocultaban problemas estructurales. Las evaluaciones PISA y LLECE revelan bajos niveles de aprendizaje en lectura y matemáticas. La educación superior sigue centrada en ciudades, su aporte a la investigación y a la innovación es mínimo y marginal. El gasto en educación como porcentaje del PIB ha fluctuado entre el 4% y el 6%, por debajo del ideal del 7% recomendado por UNESCO.
Pandemia y brecha digital
La crisis sanitaria del covid-19 desnudó las fragilidades del sistema: más del 60% de los estudiantes no tuvo acceso regular a clases virtuales. La falta de conectividad, equipos y formación docente en tecnologías amplió las desigualdades. La condición de pobreza en que viven la casi mitad de hogares en Bolivia restringió de facto el acceso a la educación digital. Según datos del Ministerio de Educación, más de 1,4 millones de estudiantes abandonaron temporalmente el sistema en 2020.
Fortalezas y debilidades acumuladas
Las diferentes reformas educativas tuvieron impactos precarios y débiles sobre la calidad de la educación. Quizás uno de los principales problemas estructurales que se evidencia es la desigualdad persistente en el acceso y la calidad, especialmente entre zonas urbanas y rurales, pero no solo ello entre diferentes grupos socioeconómicos y étnicos. Los grupos indígenas de la población suelen recibir educación en una segunda lengua (español), y si reciben en lengua nativa, esta carece de calidad, también carecen de recursos adecuados para poder financiarla y enfrentan barreras culturales, lo que se traduce en rezagos y bajos resultados educativos.
Una debilidad recurrente y critica del sistema educativo es la disparidad entre la educación que se ofrece y las demandas del mercado laboral. Existe una presión social para obtener títulos universitarios, lo que genera un exceso de graduados en ciertas áreas, mientras que la formación técnica y vocacional es subvalorada. Esto provoca que muchos egresados tengan dificultades para encontrar empleo acorde a sus estudios. Además, factores como la pobreza obligan a muchos niños a trabajar en lugar de asistir a la escauela, y las frecuentes huelgas docentes por bajos salarios interrumpen el proceso educativo.
Prospectiva: los próximos 50 años
Bolivia enfrenta una encrucijada. El bono demográfico ofrece una oportunidad única: formar una generación de jóvenes con competencias tecnológicas, críticas y creativas. Para ello, se necesita:
♣ Mayor inversión en infraestructura educativa digital.
♣ Reforma profunda en la formación docente en todos los niveles en especial en la educación superior.
♣ Educación técnica y vocacional adaptada a regiones.
♣ Vinculación real entre universidad y desarrollo productivo.
En 2075, el rostro de Bolivia dependerá en gran parte de lo que se haga hoy. Si el Estado logra articular políticas de largo plazo, con enfoque territorial, inclusivo y con transparencia, el Bicentenario podría ser el inicio de una revolución educativa pendiente desde 1825. [P]
* Iván Velasquez, doctor en economía