Evo Morales, presidente; Luis Arce, ministro de Economía. Mientras la fórmula estuvo conformada de esta manera, el idilio duró y se prolongó. Una vez que Arce pasó a ser el presidente el idilio mutó a divorcio. Maquiavelo se aposentó en el MAS: el poder es una guerra y la amistad es un lujo que no se pudieron permitir, se convirtió en un cuchillo que entró en carne viva.
La división del MAS, consumatum et
Evo Morales, presidente; Luis Arce, ministro de Economía. Mientras la fórmula estuvo conformada de esta manera, el idilio duró y se prolongó. Una vez que Arce pasó a ser el presidente el idilio mutó a divorcio. Maquiavelo se aposentó en el MAS: el poder es una guerra y la amistad es un lujo que no se pudieron permitir, se convirtió en un cuchillo que entró en carne viva.
La división del MAS es la historia de un desamor. El amor entre Evo Morales y Luis Arce, inició cuando este era su ministro de economía y se ratificó cuando lo nombró candidato del Instrumento Político Para la Soberanía de los Pueblos. El idilio llegó al punto tal que Evo Morales declaró que “con Luis Arce se garantiza la economía nacional”. Tres años después Evo se arrepintió y se refirió al actual presidente como el “cajero”. Mientras que Arce de nombrarle tiernamente como el “hermano Evo” termina tildándolo con fiereza como su “opositor”.
Esta relación tuvo, como todos los amores caprichosos, muchos conflictos y desencuentros. No faltaron los terceros que avivaron la llama de la discordia, señalando los pasos de la traición y magnificándola. A contra ruta de la canción de “Tango Feroz”, aquí el amor no fue más fuerte. Los intereses individuales horadaron las raíces del proceso de cambio, tensionando al país, mientras los demás sectores sociales y los otros políticos miraban de palco, casi inertes.
Decía el filósofo Platón que “allí donde el mando es codiciado y disputado, no puede haber buen gobierno ni reinará la concordia”, una frase tan antigua pero tan vigente en la hija predilecta del libertador Bolívar.
PODER DUAL
“Evo ha vuelto. Y Evo ha vuelto más ávido de reconocimiento que nunca. La frase “Lucho y solamente Lucho será el presidente” ha quedado atrás. Desde el Chapare se estableció un “poder dual”
La disputa de la legitimidad
Como todos los jóvenes en romance, Morales esperaba que Arce le tuviera en cuenta en cada acto de entrega de obra, en cada discurso, en cada momento de la gestión y de su pensamiento. Arce por su parte necesitaba que la opinión y el mundo supieran que él era el presidente y quien tomaba las decisiones. Le urgía demostrar que no era el “títere de Morales” como se rumoreaba en todas partes.
Para celebrar el gran retorno se planificó un evento de masas en el mismo lugar del que Morales fuera recogido en 2019 por el avión mexicano. Miles de funcionarios y militantes se dieron cita en el lugar “voluntariamente”. Sin embargo, el presidente Arce y su recién posesionado gabinete, solo mandaron un pequeño saludo desde la Casa Grande del Pueblo y desde sus redes sociales. En el gran discurso Morales, aunque contrariado, atinó a justificar la ausencia.
Los encuentros casuales fueron muy pocos. Morales, en su histriónica y acostumbrada forma de aparecer, con la necesidad de mantenerse vigente en la opinión pública, movió sus hilos para estar omnipresente. Mientras que Arce le evadía con una calculada sobriedad.
Nunca es bueno permitir que en una relación se metan terceros. Los amigos cercanos a ellos les susurraron a los oídos para y por sus propios intereses. Producto de las especulaciones se creó malestar en ambos líderes repercutiendo en sus entornos. Evo, algunas veces reaccionó de forma protectora, pero siempre medida; mientras que Arce se empeñó en dejar claro que el otro (Evo) era el pasado y que él (Luis Arce) era el actual presidente.
Evo ha vuelto. Y Evo ha vuelto más ávido de reconocimiento que nunca. La frase “Lucho y solamente Lucho será el presidente” ha quedado atrás. Desde el Chapare se estableció un “poder dual”, como diría René Zavaleta. Un ojo que todo lo ve, que todo lo critica y que todo, magnificado, lo denuncia. Ve a través de “su gente leal” que sigue en la administración pública: si algo no le conviene, lo critica; si en algo no participa, lo denuncia.
La desconfianza cunde por los pasillos de palacio, por las instituciones, por los movimientos sociales. Las facciones van tomando su propio cuerpo a capa y espada. Cada uno de los amantes colecciona adeptos. Los seguidores embelesados y creídos en “su verdad” (la de su líder, Evo y Arce, alternativamente) saltan y agreden a los otros en defensa de su causa.
La agenda pública se centra en los movimientos de estos “amigos y rivales”. Los medios los siguen todo el tiempo y sus micrófonos siempre están dispuestos a mostrar sus disputas o acercamientos, convirtiéndolos en el centro de atención. Bolivia entera está a merced de lo que suceda en esta pintoresca novela. El qué se dijeron o qué se dejaron de decir es el elemento principal para explotar las “primicias” del partido azul. Raiting es raiting.
Mientras tanto los otros actores políticos tuvieron apariciones fugaces, intermitentes y enclenques. Muchas veces eran funcionales al que les convenía, pero la mayor parte del tiempo miraron de palco y si les alcanzaba, se enrolaban tomando bando de acuerdo a sus propios intereses. Aunque el tema de la crisis social y económica dio atisbos de gravedad, pasó a un segundo plano.
A lo largo de los casi cinco años de gestión, Arce y Morales disputaron su legitimidad en todos los aspectos. Lucharon por el liderazgo sobre el poder político, el poder social y el poder económico. Las instituciones estatales y los movimientos sociales, que ellos mismos crearon, fueron la presa favorita. Se visibilizaron los actos más cobardes y enconados que arrasaron a todos los que se encontraron al paso. Compañeros contra compañeros, hermanos contra hermanos, los del pasado versus los del presente. Sin miedo, sin remordimientos, sin censura. Unos se llamaban “evistas” y los otros “arcistas”. Lo de “masistas” pasó a un segundo plano.
Cinismo
"En las elecciones judiciales, desde la selección de candidatos hasta la posesión de los electos, hubo momentos que avergonzarían hasta al mismísimo Maquiavelo y sonrojarían a su Príncipe.
DESENCUENTROS Y DESILUSIONES
El sillazo al jefazo fue uno de los momentos más embarazosos para Morales. Durante uno de los congresos en Santa Cruz se inicio una batalla campal producto del descontento en la selección de candidatos de las elecciones subnacionales. Esa actitud se repitió en varios escenarios que terminaron en enfrentamientos, peleas y con sillas voladoras. El resultado electoral estuvo muy por debajo de lo esperado: el MAS ganó solo tres gobernaciones. Las bases culparon a la tozudez de Evo y surgió la corriente “antievista”.
La gota que rebasó el vaso fue cuando Evo Morales acusó al hijo del presidente de haber cometido actos de corrupción. Ocasionó la respuesta de Arce con una fuerte exclamación verbal: “¡Con mis hijos no te metas!”, puntualizando a sobre pique “nunca vamos a ser iguales”, dejando así claras sus diferencias. Los hijos de Morales renunciaron sus fuentes laborales: el hijo al Viceministerio de Coordinación con los Movimientos Sociales y la hija a la Procuraduría.
El ministro de Justicia, Iván Lima, y de Gobierno, Eduardo Del Castillo, fueron los blancos predilectos de Morales. Ambas autoridades contraatacaban blindando al presidente y haciendo uso de toda la munición que estaba a su alcance. A su vez, los diputados “evistas” fustigaban a los ministros emplazándolos con interpelaciones. En la cuarta interpelación al ministro de Gobierno, la Asamblea Legislativa Plurinacional votó por su destitución. A Arce no le quedaba más que firmarla. Lo destituyó para luego restituirlo. En las afueras de Palacio hubo una movilización que respaldó a Del Castillo. Durante las horas de la tarde del mismo día fue posesionado nuevamente y llevado en hombros por las calles. Arce desafió una vez más a Morales.
Dicen que del amor al odio hay una delgada línea divisoria. En el Movimiento al Socialismo las pulsetas se magnificaron a lo largo de los nueve congresos realizados para quedarse con el instrumento político. Las facciones en sus congresos paralelos tenían como objetivo la titularidad del partido. Las organizaciones sociales se dividieron y cada una tuvo su propia dirigencia.
En la Asamblea Legislativa Plurinacional la división del MAS era evidente. Cada tema en agenda y cada votación terminaban en grescas campales. No se respetó prelación, edad, género. Ni nada. Los temas se decidían entre las facciones de forma acomodaticia. Los otros partidos políticos solo se sumaban de acuerdo a su interés.
Las marchas fueron, son y serán el recurso recurrente de Evo Morales. Él se ha formado en la cultura de la protesta y la movilización. No tiene por válida ninguna otra forma de expresión. Durante cada año se realizaron al menos dos movilizaciones: al inicio como apoyo al gobierno (paradójica forma de apoyarlo) y luego para manifestar su molestia personal con el gobierno.
El bloqueo de septiembre de 2024, que tuvo en vilo al país durante veintiséis días, tuvo dos nombres: del ala “evista”, la denominaron como “La marcha para salvar Bolivia”; mientras que del ala “arcista”, la llamaron “La Marcha de la muerte”.
Entre los marchantes se ven los privilegios de ser el caudillo: las bases a pie, bajo el sol o en el frío; el caudillo a pie para las fotos y en el resto del recorrido transportado por una movilidad de alta gama. Del Castillo identifica la camioneta y denuncia el hecho. Las investigaciones del ministerio de Gobierno develaron el nombre de su joven dueña y sus vínculos con una transnacional. Días después se supo que la conexión real era la madre de la joven, quien fue sentenciada por el artículo 48 de la Ley 1008 en 2015 y luego indultada durante el mandato de Morales.
Las pasiones, los amores itinerantes, los odios viscerales en la vida y en la política fueron los ríos por los que fluyó Morales. Esos sentimientos lograron inundar al pueblo. Le seguían, le siguen y seguramente le seguirán. Hay que reconocer en Evo la habilidad de ser el centro de atención por más de veinticinco años. Pero la política no es como los cuentos de hadas, en este gremio nada es para siempre.
El descontento entre las bases fue creciendo debido la sed de poder y el narcicismo de Morales. Las organizaciones convocadas a la siguiente marcha propuesta consultaron quién cubriría en esta oportunidad esos gastos logísticos. Morales, colérico y desencajado, respondió cuestionando: “¿Acaso Túpac Katari pidió viáticos para cercar La Paz?” En posteriores declaraciones, para mantener su palabra y la línea discursiva del victimismo, aseveró: “A mi abuelo Túpac Katari le han descuartizado cuatro caballos”. Dando a entender que su persona también era víctima de un descuartizamiento en el que participaban el imperio, el gobierno, la derecha y algunos medios de comunicación.
Morales sabía que el descontento crecía y que sus problemas jurídicos también. Decidió potenciar su “policía sindical” forjando en el Chapare su “republiqueta”. Los siguientes bloqueos fueron más violentos, dejaron grandes y millonarias pérdidas, sin importar nada más que su postura. Evo enceguecido por la desazón del abandono, la confrontación del gobierno y los celos dirigenciales, como un amante enfurecido que ha descubierto una traición no midió las consecuencias, cerró y cercó su territorio. Se cometieron actos violentos que aún siguen en investigación: secuestros, ataques, toma de cuarteles y centros policiales, obligándoles a salir huyendo del trópico. Evo Morales demostró que en su tierra manda él y el gobierno ahí no pinta de nada.
Cuando los matrimonios tienen problemas los padrinos son los responsables de llamarles a la reflexión buscando que la pareja modifique su conducta. En este caso, los primeros en buscar acercamientos entre Evo y Arce fueron los movimientos sociales, luego los movimientos internacionales de izquierda, posteriormente los presidentes de naciones cercanas a la línea de izquierda y finalmente fueron convocados a Cuba.
Todos los intentos fueron vanos. Los egos habían sido lastimados. Desde el primer desencuentro corrió mucha agua bajo el puente, sobre el puente, alrededor del puente, arrastrando todos los escombros posibles para empeorar la situación. El daño era irreparable. ¡Se habían dicho tantas cosas, se habían acusado de tantas cosas que no existió un solo espacio para ningún tipo de reencuentro!
Mientras tanto la economía del país empeora y sigue empeorando. La especulación está en todas partes. Todos los precios se han disparado. Las tarjetas de bancos bolivianos casi no son aceptadas en el exterior y las que sí logran funcionar tienen montos limitados pese a que sus propietarios cuenten con los fondos. No existen dólares, y según informes del Banco Central de Bolivia, las reservas están en reserva. Los únicos que no mantienen reserva en las descalificaciones so los “evistas” y los “arcistas”.
Y NUNCA MAS FUERON FELICES
El objetivo de tantas peleas siempre es el mismo: la titularidad del instrumento político. No por nada, porque en ese ámbito se define quién será el siguiente candidato a presidente por el MAS y de las demás candidaturas de cara a las elecciones de 2025. La lucha se endureció tanto, pero tanto, que se ramificó extendiéndose al ámbito judicial.
Quedó absolutamente claro que el poder judicial “se manda solo”. En las elecciones judiciales, desde la selección de candidatos hasta la posesión de los electos, hubo momentos que avergonzarían hasta al mismísimo Maquiavelo y sonrojarían a su Príncipe. Sin ningún tipo de escrúpulo los candidatos inventaron todo tipo de argucias para llegar a la meta. En muchos casos la “no campaña” sobrepasó los límites de lo legal y moralmente permitido. El Tribunal Supremo Electoral nunca tuvo el cuerpo suficiente para sancionar a nadie, por más que los excesos cometidos eran denunciados. Una vez electos y posesionados los nuevos magistrados no se pusieron de acuerdo y fungieron con dos presidentes de forma paralela.
Las acusaciones de traición, derechización y de inculpar al otro como promotor de la división formaron parte del credo diario del MAS para incidir en la opinión pública. Asentar la propia narrativa era parte del juego político en la pugna por el poder. En medio de la tormentosa y tóxica relación que sostenían Arce y Morales, el Comandante del Ejército hizo controversiales declaraciones en un programa de televisión. A los dos días se dijo que se le destituiría del puesto. La tarde del veintiséis de junio la Plaza Murillo quedó cercada por tanques y militares. ¿Golpe de Estado?
El ministro de Gobierno en franca y audaz estrategia de defensa hizo la jugada clásica del “castillo de peones”. El presidente llamó por teléfono a Morales y le dijo: “vinieron por mí y seguro irán por ti”. Colgó y asomó a la puerta. Protegido por sus fieles colaboradores quienes, dejando de lado el resguardo de su propia integridad, le acompañaron. Arce instruyó el desarme de la toma de palacio. Obedecieron y el grupo de militares se marchó.
Este hecho se convirtió en tema de agenda internacional. Morales declaró sin rodeos: “fue un autogolpe, Lucho nos mintió a todos”. Bolivia estaba en boca de todos. El gobierno para demostrar lo contrario, como primer resultado de sus investigaciones, puso ante cámaras un desfile de militares supuestamente “implicados”. Inmediatamente posesionaron un nuevo comandante y la justicia quedó a cargo de llegar a la “verdad material de los hechos”.
La Fiscalía de Tarija imputó formalmente por la vía penal a Evo Morales por el delito de “trata de personas agravada” emitiendo inclusive una orden de aprehensión. En conferencia de prensa el caudillo rodeado por su equipo de abogados anunció que para su defensa contaba con doscientos profesionales a su servicio. Comenzaron los juegos judiciales con “chicanerías” como herramienta principal. En este punto no importó la verdad, la ética, el resarcimiento del daño, la recuperación de los valores o el respeto a los derechos. Importó salirse con la suya.
Un supuesto atentado con disparos y persecuciones en diferentes movilidades (al estilo Hollywood) dio vuelta al mundo. Evo en “su” territorio del Chapare está resguardado de todo, incluso del imperio de la Ley. Los militares y policías volvieron al Chapare después de una negociación entre el Gobierno y los líderes locales. Primero el “Plan Negro”, luego el “Plan Pachajcho”, después la “balacera atentando contra su vida” y, finalmente, los “químicos mortales” fueron denunciados por el caudillo del MAS. Ninguna investigación llegó a nada. Todo fue agua de borrajas.
Evo Morales ya no es presidente del MAS, no se sabe si será candidato. La ley dice que no, aunque no se sabe a ciencia cierta cómo terminará esta turbulenta historia (cuasi una novela, cuasi una tragicomedia). Mientras tanto solo puede moverse con holgura en el trópico de Cochabamba y en los medios de comunicación. Nunca perdió su omnipresencia, su importancia y su trascendencia. Evo se mantiene vigente. Sus melodramas marcan la agenda política y la teatralidad de sus movimientos está en todas las portadas, las redes y las pantallas de televisión. Y, por supuesto, en el panorama de las elecciones 2025. [P]
* Daniela Calderón, consultora política