Este pudo haber sido un buen momento para debatir y aclararnos un sinfín de temas inconclusos que son causa de conflicto y desacuerdo permanentes en el país. Debimos mirarnos de frente, cuestionar y que se nos cuestione —algo que vamos a hacer en el desarrollo—.
Se pudo haber visto y oído exposiciones diversas que a lo mejor no llevaban a nada, porque así somos todos, pero no hubiéramos terminado mal. En el peor de los casos, simplemente hubiera sido una catarsis que nos hubiera permitido decir lo que tenemos que decir sin ser acusados, otra vez, con epítetos que no tienen sustento ni los tuvieron nunca, porque ni hemos sido separatistas, ni somos racistas, y mucho menos depredadores de nuestro suelo.
Pero no, los que mal gobiernan el territorio nacional desde hace casi 20 años, prefirieron hacer una especie de “carnaval patriótico” con bandas y desfiles, como si eso aportara en algo a la construcción y consolidación de las identidades nacionales.
¿No es acaso este un país “plurinacional”? Al menos así dice la Constitución Política del Estado (CPE), un librito por el que el gobierno de Evo Morales mató a tres ciudadanos chuquisaqueños (Gonzalo Durán, Juan Carlos Serrudo y José Luis Cardozo) entre el 24 y el 26 de noviembre del año 2007, por exigir a la Asamblea Constituyente la restitución de la capitalía de la ciudad de Sucre; un debate que no se concluyó porque los asambleístas salieron huyendo llevándose lo poco escrito a Oruro, y de ahí a negociar el texto final de la CPE en el edificio de la Lotería Nacional de la sede del Gobierno.
Recuerdo haber exigido que, al menos, se debata el tema. A fin de cuentas, cada uno tenía razones que iban más allá del peso específico y poblacional, pero el poder político en el Gobierno lo terminó a su manera. Terminar de esa manera, es decir con muertos, no fue la primera ni iba a ser la última vez que se haga de ese modo.
El debate que no fue en el Bicentenario
Hablo de identidades, de lugares de nacimiento que definen maneras de vivir y hacer cosas; de culturas vivas y en movimiento y transformación. Pero todo se quedó, reitero, en desfiles militares, danzas, cantos y verbenas como si el país solo fuera eso, aunque es claro que ellas representan el todo diverso. Ahí nadie se cree o ve superior a nadie, y se reconocen las diferencias como ventaja de riqueza. Eso ocurre en todo el mundo, y en cada casa incluso; no hace a nadie mejor o peor, simplemente ocurre.
Pero en lo histórico, en lo de “dominio político” ahí hay una diferencia odiosa y se trata de imponer —y lo consigue en los hechos— la “superioridad andino centralista” que solo funciona para el gobierno, porque en realidad hoy hay otro país que, como aseguró Galileo, E pur si muove, es decir, sin embargo se mueve.
El país real, el de los 200 años
Así se mueve el país real, el de los 200 años.
Hagamos un poco de historia para entender de qué se trata esto de los 200 años, que comienza 16 años antes con la sublevación chuquisaqueña, ese 25 de mayo de 1809, y se replica en julio del mismo año en La Paz; en tanto que los tres restantes se producen en 1810: Cochabamba y Santa Cruz, en septiembre; y Potosí, en noviembre.
En el caso cruceño, fueron más de 15 años de peleas entre iguales, porque había mestizos, indígenas y españoles en ambos lados, o sea entre realistas y patriotas. Ese es un hecho que marca toda la lucha americana; nada fue químicamente puro. La libertad se la ganó por convicción de la independencia, las batallas fueron duras y sangrientas, con muchos muertos de ambos lados.
Santa Cruz dependía del Virreinato del Río de la Plata. Y debemos entender que, tras de la revolución de mayo en Buenos Aires, la influencia patriota irradió el proceso independentista en toda la región. Santa Cruz no quedó al margen en una rebelión que abarcó esos 15 años, logrando su libertad el 14 de febrero de 1825, de lo que podemos decir, sin que nadie deba molestarse, que las cinco patrias libres de antes del 6 de agosto de 1825 fueron las que decidieron la creación de la república de Bolivia y no al revés.
Y lo hago para reforzar la idea de que, cuando las entonces provincias patriotas decidieron ser Bolivia, no llegaron a rendir pleitesía a nadie, sino con la intención de crear un Estado que las contenga —ni Lima ni Buenos Aires quisieron nada con ellas— y hay cartas que lo testifican. No se llegó a Chuquisaca a ofrecer como ofrenda al nuevo Estado los territorios liberados, sino que se llegó con ellos como parte de lo que cada una de esas provincias tenía antes de la creación de Bolivia: Potosí y La Paz, sus minas (visibles); Cochabamba, Chuquisaca y Santa Cruz, su gas y petróleo (invisibles).
Nada se sabía de las riquezas que entre los gobiernos de Evo Morales y Luis Arce sobreexplotaron y dilapidaron. Estas eran invisibles o desconocidas, estaban y están aquí (ojalá Mayaya sea de verdad), como están el litio, el Mutún, las tierras raras, las aguas de los ríos, las tierras para sembrar o criar ganado, que son riquezas de cada uno de los departamentos. Su explotación en beneficio del “todo estatal” debe pagar regalías que beneficien a sus suelos, porque son recursos no renovables; eso es actuar con reconocimiento y equidad y va también para los departamentos que llegaron o se crearon después de la República.
Veinte años de disparates frenaron las posibilidades del país en todo; y cuando escribo todo, lo hago en su generalidad y especificidad. Comencemos señalando que el país debió haberse beneficiado con las autonomías y hasta ahora no es mucho lo que se ha hecho porque al Estado centralista y concentrador de poder no le interesó. Pese a ello, las autonomías son una conquista, y se logran y benefician más que el centralismo que pelea por mantener su poder omnímodo. La autonomía, como la independencia, fue parte de un periplo, de reflexiones y propuestas, de escribir y borrar, de concertar. ¿Nació en Santa Cruz? Sí, claro, ¿y qué? ¿Acaso no se peleó aquí por el retorno de la democracia exigiéndoselo a García Meza? ¿O no fue desde aquí, en Santa Cruz, que se pidió elección de los gobiernos municipales? ¿O no nació aquí la lucha por las regalías (cada vez más menguadas), de las que se benefician los departamentos productores?
Y podemos seguir, pero mejor señalemos que para que haya autonomías hubo un movimiento que comenzó años antes, y se tuvo el aporte de mucha gente de otros departamentos porque se debatió el tema adentro y afuera. Santa Cruz no pide para sí; sabe que eso no resuelve nada; que si no nos beneficiamos todos, no se beneficia nadie, porque somos nueve patrias que hacemos un solo Estado. Con la Autonomía pasó eso y ese proyecto debe terminar bien.
¿Federalismo? Quizá más adelante sea lo correcto pero, como dice uno de nuestros más claros pensadores en el tema —me refiero a Juan Carlos Urenda—, tenemos que hacer que esto funcione como se debe; yo, que milité en el Movimiento Federalista desde su creación, añado que no se trata de descartar, se trata de realizar la autonomía primero.
Pero si el tema fuera solo administrativo estaríamos complicados porque las acusaciones y pretextos centralistas seguirían invadiéndonos, tal y como lo hicieron en el asalto al Hotel Las Américas, en la criminal acción de ese 16 de abril de 2009, bajo el argumento y acusación de separatismo, acción demostrada como una confabulación del Gobierno y su gavilla de delincuentes que se ocuparon de amedrentar (y extorsionar) a muchos.
Con ese mismo argumento de separatistas nos invadió, vejó y asesinó el MNR de los años 50 del siglo pasado; se acusó de lo mismo a Andrés Ibáñez (Federalista-igualitario) y se hizo lo mismo cuando pedíamos ferrocarril para comunicarnos con Cochabamba y nos acusaron de querer anexarnos a Brasil. Eso hay que tenerlo siempre en cuenta; si no se tiene memoria, se está condenado a recibir más de lo mismo y a repetirlo.
La gravitación de Santa Cruz en el país
En Santa Cruz se produce aproximadamente el 77% de los alimentos que consume el país. El poder —entiéndase ministros y funcionarios que nunca han visto una planta de soya, caña, algodón, maíz, chía, trigo, sorgo, girasol, y en un tiempito nomás, quinua tropicalizada que ya se cosecha y algún otra semilla que se me escapa— se opone a los organismos genéticamente modificados o transgénicos que se usan en todo el mundo, mientras permiten el ingreso de contrabando de semillas genéticamente modificadas para llenar los silos de Emapa, que es una desangradora económica y política de las cajas del Estado y que ya no puede seguir subvencionando nada.
Nos llaman depredadores aquellos que hicieron de las quemas forestales y tomas políticas de propiedades una estrategia electoral. Estrategia operada por sus denominados interculturales que actúan con tácticas guerrilleras y la protección del poder político.
Esos grupos que, con protección política, asaltan propiedades trabajadas no saben entender que los agricultores y ganaderos formales no pretenden expandir sus campos sino producir hasta tres veces más en los mismos espacios. Eso se llama eficiencia productiva.
Probablemente tampoco hayan visto un criadero de cerdos, de pollos, granjas de huevos, ni conozcan el confinamiento de vacas para engorde o mejoramiento genético, y por eso se oponen, sin reparar que lo que se hace es para que coma el país y para exportar, trayendo recursos que pudieran duplicar, en 10 años y solo con lo generado en el campo, el ingreso que dejó el gas en su mejor época.
Y no es que no lo entiendan, es que no quieren, porque así nunca hayan visto nada de lo aquí escrito, es cuestión de simplemente sacar cuentas.
Pero hay un tema que pasa desapercibido injustamente: Las fábricas del Parque Industrial, que ya quedó chico; los parques industriales e ingenios agroindustriales que, también hacen, desde aquí, un gran aporte al país transformando materias primas que se consumen dentro y fuera del departamento y del país. Y ese universo de potencialidades se amplía todavía más con laboratorios que elaboran y exportan medicamentos, o con empresas de muebles o partes automotrices, y un largo etcétera que configura el potencial industrial y productivo de Santa Cruz.
En el propósito de construir un mejor país, es probable que el mayor aporte provenga del departamento de Santa Cruz; y, reitero, sin que ello implique que otros no hagan lo suyo, cosa que a nosotros nos alegra mucho porque lo correcto, más que deseable, es que todos explotemos (de explosión virtuosa) nuestras posibilidades al máximo.
El sitio en el que nos encontramos ubicados geográficamente nos pone en las mismas posibilidades de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. Tenemos y producimos lo mismo, pero en menor cantidad. ¿Qué esperamos para dar el salto? Esto no es cuestión de la voluntad de los que no nos quieren. El futuro no está en el pasado sino en la mecanización, la tecnología y la eficiencia, así como en las múltiples posibilidades que deben ser aprovechadas.
Doscientos años. Prefiero escribir esto como lo hago porque es una reflexión en voz alta. No me estorba, para nada, ser boliviano, aunque siento que es muy difícil ser boliviano siendo cruceño. Así pienso y sostengo; lo he dicho y seguiré haciéndolo en foros, programas y redes sociales, es decir donde me sea posible hacerlo. Estoy convencido, además, y con pesar, de que si el estado de cosas sigue así, con frenos y permanente perjuicio de parte del Estado o del Gobierno, probablemente en 30 o 40 años Santa Cruz ya no sea parte del país. Y SINCERAMENTE NO ES LO QUE QUIERO. Pero seguramente ya no lo veré. Creo que este país tiene un futuro bueno. Solo falta convencerse.
Felicidades por esta fecha a todos, y gracias, Correo del Sur, por darme la oportunidad de decirlo en tan importante ocasión, más allá de la fanfarria y los desfiles militares.