Bolivia, un país con asimetrías

Bolivia, un país con asimetrías

Péndulo político Álvaro Valdez Amachuy 07/08/2025 14:39
Está compuesto por un eje central desarrollado, poblado y poderoso; un sur marginado y discriminado y, un norte olvidado y ninguneado
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Para el investigador social, escritor y experto en Desarrollo Rural, Wálter Valda Rivera, es difícil leer y entender a Bolivia en estos 200 años si no se empieza relatando la historia desde el sur de la patria grande y el “malhabido quiebre de la Guerra Federal de 1899, que desgració la Bolivia del siglo XX, y su continuación en este primer cuarto del siglo XXI, convirtiéndonos en iguales en la Constitución, pero desiguales en la vida real”. 

En palabras sencillas, añade Valda, la Bolivia desigual tiene la siguiente configuración: Los departamentos del sur (Chuquisaca, Potosí y Tarija) han sido “abandonados” y los del norte (Beni y Pando), peor aún, han sido olvidados y “ninguneados”; mientras que los del eje este–oeste (La Paz, Cochabamba y Santa Cruz) han sido y están “bien atendidos” y muy “adulados” económicamente por “conveniencias políticas” de los gobernantes de turno. Este último bloque representa el 80 % del padrón electoral.

¿Cuándo se “desgració” el sur?

Desde la perspectiva de Valda, el primer momento fue el cambio del eje económico de la explotación de la plata hacia el estaño a fines del siglo XIX. El segundo, el cambio del eje político con el traslado de la sede del Gobierno de Sucre a La Paz también al finalizar el siglo XIX “y, para peor, ambas desgracias cayeron al mismo tiempo sobre la capital de la República, Sucre, y por extensión a los tres departamentos del sur: Chuquisaca, Potosí y Tarija”.

“Hasta ahí, la historia está bien contada. Pero este punto de inflexión, que lo ubicaremos alrededor del año de 1900, fue fatal para la economía, el bienestar social y la representación política del sur en el escenario nacional”, remarca el investigador.

En lo económico, hasta entonces los valles chuquisaqueños, potosinos y tarijeños eran proveedores de insumos, productos y materiales a los centros mineros y las ciudades de Potosí (importante centro económico) y Sucre (capital de todos los poderes del Estado y, por ende, sede de una poderosa burocracia consumista) haciendo que esta asociación simbiótica de minería–agropecuaria permita un pasar más o menos estable tanto en la Colonia como en la República.

“Desde luego, no es posible olvidar o dejar de lado las prácticas ‘supremacistas’ que ejercían sobre los indígenas y sectores populares de aquellos tiempos. Ese fatídico año estimado (1900) cambió todo eso, la economía se trasladó del sur al centro oeste (La Paz, Oruro, Cochabamba) y con la misma también se fue la asociación minería–agricultura–gran burocracia, dejando al sur lejos de estos mercados y, en consecuencia, deteriorando el bienestar social de sus habitantes y más de la población rural”, sostiene.

En lo político–social, “pasó de una vida mundana de ruido, pompa, glamour y consumo a la paz y la calma de un llevar provinciano de una ciudad del ‘interior del país’ teniendo como consuelo el título de capital del República y ser sede de un ‘raquítico’ Poder Judicial y las otras ciudades como Potosí, Tarija, Tupiza quedaron marginadas de esa prosperidad que migró más al norte”, añade Valda al afirmar que de esta debacle sureña la que se salva es Uncía, que pasaba a ser sinónimo de prosperidad y buena vida y capital del emporio Patiño Mines.

“Este empobrecimiento progresivo se acentuó durante las décadas siguientes, se pensó que su aporte a la Guerra del Chaco y el descubrimiento de campos petroleros en el sudeste ayudarían a cambiar la suerte del sur boliviano, pero no fue así, la ‘estocada’ final a este desgraciamiento fue la ‘marcha al oriente boliviano’ en la década de los 50 del siglo pasado que dio origen al eje La Paz–Cochabamba–Santa Cruz con sus posteriores consecuencias: un eje central desarrollado, poblado y poderoso, un sur marginado y discriminado y, un norte olvidado y ‘ninguneado’, además para el sur significó un vaciamiento poblacional con procesos migratorios masivos, principalmente  rurales. Fue así como nos desgraciaron la vida a los pueblos del sur, y mantuvieron el olvido y el abandono de la sabana y el monte amazónico del norte boliviano. Basta revisar la historia para constatarlo”, expresa el experto en desarrollo rural.

¿Cómo está el sur… y el norte… ahora?

Valda señala que los bolivianos llegamos al año 2025 “con un país de iguales en la Constitución Política del Estado, pero desiguales en los hechos”. “Somos un Estado Plurinacional con autonomías en la teoría, pero centralizado en los hechos. Si partimos de estas constataciones podremos ubicar mejor la realidad en su verdadera dimensión económica, social, política y ambiental”, reflexiona.

Ese sur pobre y marginado, así como un norte olvidado y casi abandonado de los ejes del desarrollo, dice el investigador, “no son ficciones literarias, para desgracia de muchos es una realidad presente y para demostrarlo, basta constatar cómo estas macroregiones han sido tratadas durante la pandemia (…)”.

“Nadie duda de la buena fe de nadie, ni que haya perversidad en los actos, lo que pasa es que el sistema funciona así; primero a solucionar los problemas del patio principal y luego de los patios traseros”, subraya, para luego recordar que “desgraciadamente” el 80 % de los electores está en el eje central (La Paz, Cochabamba y Santa Cruz) y, por tanto, el poder que genera la gobernanza y la gobernabilidad. “Además de que concentran a las tres gobernaciones y alcaldías más importantes del país (algunas más grandes que cinco ministerios juntos); por tanto, los aspirantes a gobernar el país concentran todas sus energías en este ‘cinturón grande’ del poder, el resto… son habitantes de segundo patio”, complementa.

 

 

 

 

Los futuros gobernantes y la crisis

Primero fue la “ruptura democrática”; luego, la pandemia. Ahora, la crisis económica está socavando de manera acelerada las bases económicas, sociales (educación, salud), políticas y culturales, así como las concepciones y prácticas ambientales.

“Cuando pase esta crisis no quisiéramos quedar como tierra arrasada por un huracán clase cinco; por lo mismo, estas elecciones nacionales del 17 de agosto, y las futuras elecciones departamentales y municipales en 2026, son claves para definir quiénes conducirán la nave del Estado en el futuro en sus diferentes niveles”, afirma.

Asimismo, asevera que en la actual etapa de crisis y en la postcrisis, independientemente de quiénes ganen estos procesos electorales, lo que importa es saber quiénes son los que mejor ofertan estrategias, líneas de acción y, sobre todo, confianza, que es lo más importante para enfrentar la multicrisis, porque lo que se avecina es una crisis del sistema y no de ciertos sectores económicos y sociales”. 

DATOS

El sur

Bolivia tiene nueve departamentos, de los cuales tres corresponden geográficamente al sur: Chuquisaca, Potosí y Tarija, que en conjunto representan 207.365 kilómetros cuadrados (19 % del territorio nacional) y una población estimada para 2024 de algo más de 2 millones de habitantes (18 % de la población nacional), además el sur concentra alrededor de 80 municipios de los 340 que tiene el país (33 %) y la única región autónoma (provincia Gran Chaco) en Tarija.

Su aporte a la economía nacional en conjunto representa alrededor del 22 % según datos oficiales. Chuquisaca y Tarija son proveedores de la mayor producción de gas y el departamento de Potosí de minerales y es donde se encuentra una de las minas más grandes del mundo con explotación a cielo abierto, San Cristóbal, y el depósito más grande de Litio del planeta, el salar de Uyuni. 

En términos demográficos (W. Valda, 2024), es una región con tres ciudades grandes (para el sur del país), con población entre 250 mil a 300 mil habitantes, siete ciudades intermedias con población entre 30.000 a 100 mil habitantes y 12 pequeñas ciudades (algunas aún con pretensiones de serla) con poblaciones menores a 15.000 habitantes.

De las 7 ciudades intermedias, 4 están en Potosí, 3 en Tarija y ninguna en Chuquisaca. De las 12 pequeñas ciudades, 6 están en Chuquisaca, 4 en Potosí y 2 en Tarija. Además, el área rural de los 3 departamentos tiene 9 federaciones en vez de 3 y muchos ayllus quechuas y tentas guaraníes. 

El norte

Es un territorio conformado por los departamentos de Beni, Pando y el norte de La Paz, que en conjunto representan más de 350 mil kilómetros cuadrados y una población de algo más de 630 mil habitantes.

Tiene dos capitales de departamento, Trinidad en Beni y Cobija en Pando, sobre todo el primero cuenta con ciudades intermedias de importancia como Riberalta, Guayaramerín, San Borja, Rurrenabaque y Santa Ana del Yacuma. En cambio en Pando solo dos poblaciones entrarían en la categoría de pequeñas ciudades: Porvenir y Puerto Rico. 

A pesar de la infraestructura construida en carreteras, puentes y pavimentado, aún es intransitable durante el periodo de lluvias y los sistemas productivos agrícolas sufren de condiciones de producción y mercadeo. Esencialmente su fuerte es la producción pecuaria: en el último tiempo se ha introducido el cultivo de arroz con fuerza, habilitando 70.000 hectáreas para su cultivo, con el encalado correspondiente para rectificar su Ph. Sus servicios de salud y educación han recibido impulso en la construcción de establecimientos, pero la calidad de estos servicios aún tiene dificultades.

Su economía está sustentada en la explotación de los frutos y madera del bosque, como la castaña, el copoazú y el asaí; la ganadería extensiva y todavía de manera incipiente el turismo, la pesca y la cría doméstica del caimán.

El ‘eje central’

El eje central es la otra Bolivia, próspera y pujante, la Bolivia cosmopolita, “canchera” y “bacán” con sus condominios exclusivos y sus barriadas de pobreza, donde el dinero, bueno o malo, circula a raudales.

¿Cómo sustentaron este desarrollo y progreso? Según el investigador Wálter Valda, la respuesta no necesita de expertos, pues “basta con ver que fue del sudor y sacrificio de los departamentos marginados y olvidados: El petróleo y el gas del Chaco chuquisaqueño y tarijeño mayoritariamente, los minerales aportaron con riqueza desde las minas de Potosí y Oruro y el caucho desde el Norte Amazónico. Jamás hubo retribución, solo explotación y eso parece no cambiar en el próximo futuro”.

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