Enemigos íntimos

Cuando en 1963 los Beatles se lanzaron al mundo como una fuerza imparable, los Rolling Stones asomaban la cabeza con un tema compuesto por Lennon y McCartney.

Las dos bandas se admiraron. Su rivalidad es parte del mito. Las dos bandas se admiraron. Su rivalidad es parte del mito.

Sergio Marchi
Puño y Letra / 07/09/2015 05:38

Cuando en 1963 los Beatles se lanzaron al mundo como una fuerza imparable, los Rolling Stones asomaban la cabeza con un tema compuesto por Lennon y McCartney. ¿Fueron realmente rivales Mick Jagger, John Lennon, Keith Richards y Paul McCartney? ¿Absorbieron los rasgos del otro para darlos vuelta? ¿Se comunicaban las fechas de los recitales para no superponerse? John McMillian intent responder estas preguntas en un libro. Reproducimos el análisis publicado en Radar al respecto.

“No envidio a esos Beatles”, dijo Mick Jagger, completamente relajado sobre la cubierta de un yate llamado “Princess”, que surcaba en absoluta calma las aguas del río Hudson en Nueva York. “Miren cuánta libertad tenemos nosotros –prosiguió con su monserga–, y ellos están encerrados en la habitación de un hotel, sin poder siquiera subirse a un auto, y mucho menos hacer algo como esto.” El 15 de agosto de 1965, los Beatles lidiaban con el concierto más estresante de sus carreras en el Shea Stadium, con un aforo de 55.600 personas (record durante mucho tiempo), absolutamente desbordado de chicas con las hormonas en completa vibración en los tiempos de la popularización de la píldora anticonceptiva. El griterío era aterrador, y los Beatles no escucharon casi nada de lo que tocaron, pero aun así, ese show fue todo un éxito desde que las aspas del helicóptero que los transportaba comenzaron a escucharse en el estadio. Fue una locura que los Rolling Stones presenciaron de primera mano, sentados en el banquito de los visitantes. Luego se compadecieron de sus amigos. ¿O envidiaban a sus enemigos?

Desde que en 1963 los Beatles provocaron un sismo artístico y los Rolling Stones tuvieron su primer éxito con un tema compuesto por Lennon y McCartney, la rivalidad, la amistad y la fluctuante relación entre ambas bandas fue una de las tantas especias con las que la historia del rock quedó sazonada para siempre. Históricamente, se bajaron dos líneas. La primera fue la que fogoneó el inefable Andrew Loog Oldman, manager de los Stones, ex publicista de los Beatles, y quien produjo el increíble encuentro que derivó en esa colaboración espontánea que salvó a los Stones de la debacle de no tener temas propios. Casi delante de sus narices, John y Paul sacaron de su galera “I Wanna Be Your Man”, que interpretada por los Stones llegó al número dos del ranking inglés, catapultando su carrera.

Asimismo, Oldham fue el que le echó carbón a la máquina de la confrontación, presentando a los Rolling Stones como la contracara depravada de unos pulcros Beatles. Acuñó el slogan: “¿Usted dejaría que su hija se casara con un Rolling Stone?” De esa manera, su grupo se colocaba como rival antagónico de los de Liverpool y además crecía unos cuantos centímetros en la difícil puja por la atención de la opinión pública. La prensa comprendió el juego rápidamente y tituló: “Los Beatles quieren tomar su mano, pero los Stones desean el cuerpo entero”.

Cuando los ‘60 corrieron el telón de su historia, apareció la segunda corriente, que aseguraba que toda rivalidad entre ambos era una farsa, un producto promocional que sirvió a ambos grupos, cordiales camaradas que hasta solían llamarse para verificar fechas de ediciones de simples y álbumes, a fin de no superponerse.

Mick Jagger: “Cuando los Beatles hacían sus primeras grabaciones, Inglaterra era una tierra desolada (...) En ese punto, los Rolling Stones tocábamos en pequeños clubes de Londres, haciendo temas de Chuck Berry, blues y cosas así. Nos encantaba, éramos bastante desprolijos y nos creíamos únicos, auténticos animales. Y de repente... escuchamos que había un grupito de Liverpool (frunce la nariz), y en esa época Liverpool era algo muy lejano.

No importa, este grupo... usaban pelos largos, ropa descuidada, pero además tenían un contrato de grabación (se ríe), y un disco en los rankings con una armónica blusera llamado ‘Love Me Do’. Cuando me enteré de todas estas cosas, me sentí enfermo”.

El speech de Jagger, además de ser simpáticamente honesto, muestra que al menos a casi treinta años de la debacle beatle, todavía recordaba muy bien aquella vieja rivalidad. Y es probable que por siempre sea así. Después de todo, aunque el mundo haya comprobado que se puede disfrutar de ambas bandas sin remordimiento, a la gente le gustaba esa polémica. Era clara y definida: hoy es histórica. Si se es del campamento “beatle”, predomina la forma y la estética por sobre los atributos stones de sangre y degeneración. Es el viejo duelo de apolíneos y dionisíacos pero dirimido con guitarras eléctricas. Jagger concluyó su discurso diciendo: “Vivimos tiempos muy extraños. Tuvimos una suerte de rivalidad en los primeros años y también un poco de fricción, pero terminamos siempre amigos. Y me gusta pensar que todavía lo somos. Porque aquéllos fueron algunos de los mejores años de nuestras vidas”.

Una idea cantada
Terminamos siempre amigos. Y es verdad; Keith Richards escribió en Life, su autobiografía, que “éramos una sociedad de mutua admiración; Mick y yo admirábamos sus armonías, su capacidad compositiva, y ellos envidiaban nuestra libertad de movimientos y nuestra imagen”. Esta segunda interpretación de la historia es la que terminó por ser la definitiva. Pero cada tanto hay alguien dispuesto a revolver el avispero, y el revisionismo histórico siempre se alimentó de eso, a menudo con argumentos traídos de los pelos y corriendo a toda velocidad si las avispas se colocaban en posición de ataque. John McMillian tuvo una idea que de tan obvia a nadie se le había ocurrido. Escribir un libro sobre la confrontación entre las dos bandas más importantes de la historia. Nació cuando los Beatles se separaban y los Stones soportaban las secuelas del desastre del festival de Altamont, donde uno de sus fans fue apuñalado por un Hell Angel, supuestamente encargado de la seguridad. “Nunca nadie –le explica a Radar McMillian– había hecho un libro sobre la competencia y la camaradería entre Beatles y Stones.”

McMillian es profesor asistente de la Universidad de Georgia y tiene un doctorado en Historia. Su primer libro se llamó Smoking Typewriters: The Sixties Underground Press and the Rise of Alternative Media in America, un estudio sobre la prensa underground de fines de los años ‘60, “una vasta red de periódicos de izquierda que fueron leídos por hippies y activistas en los tiempos de Vietnam”, aclara el autor. “En el transcurso de esa investigación, encontré algunos artículos de esos periódicos que versaban sobre las supuestas ideologías políticas de Beatles y Stones durante el verano de 1968, que es cuando los Beatles lanzaron Revolution y los Stones publicaron Street Fightin’ Man. Y mucho de ese material nunca apareció en ningún libro sobre alguna de las dos bandas. Presumí que no había mucho más que decir sobre la rivalidad entre Beatles y Stones, pero estaba equivocado.”

Beatles Vs. Stones es un texto muy riguroso e interesante que consigna cómo a lo largo del tiempo, la relación entre los dos grupos transitó por una franja gris donde la amistad y la cooperación a menudo daban paso a los celos y la competencia sin cuartel. Muchos de aquellos hechos ya forman parte del canon de la historia del rock, y son harto conocidos. Pero otros han sido pasados por alto, y es allí donde McMillian hace valer su oficio de historiador y se interna en la arqueología para sopesar evidencias, cuestionar algunos supuestos hechos, y tratar de encontrar la verdad. “Intenté ser lo más meticuloso posible y llegar a la versión más exacta de los hechos”, responde desde Atlanta, Georgia, donde reside y ejerce la docencia.

PROCEDENCIA SOCIAL Y REPUTACIÓN
Sin retorcer la historia y con buena muñeca para extraer información de fuentes conocidas, McMillian lo contó así: “Los Beatles siguieron el juego a Brian en cuando a adecentar su imagen pública, no porque quisieran ponerse unos trajes estupendos, sino porque gradualmente se fueron convenciendo de que tenía razón. ‘Debíamos elegir entre salir adelante o seguir comiendo pollo en el escenario’, comentó Lennon. En cualquier caso, la matemorfosis no fue instantánea: primero desaparecieron las chaquetas de cuero, y más adelante los vaqueros fueron sustituidos por pantalones elegantes.
En cuanto a los Rolling Stones, el autor escribió: “En todo caso, cuando los Stones demostraron posteriormente que tener mucho éxito y comportarse como auténticos gamberros era compatible, Lennon se mostró basatante molesto. ‘Siempre creyó que los Stones habían robado la imagen ‘original’ de los Beatles’, comenta Chris Hutchins, que era amigo de ambas bandas. Sin los Beatles, razonaba Lennon, los Stones nunca habrían podido llegar tan lejos.”

 

MCCARTNEY VS JAGGER
Para comenzar a calentar guantes, John McMillian eligió una anécdota memorable que aconteció en ese período tan político de ambos grupos, que coincidía con la guerra de Vietnam, el Mayo Francés, el protagonismo de la Nueva Izquierda americana, la aparición del hippie como sujeto social y, hay que decirlo, la cantidad de droga circulante que operaba como santo y seña entre los entendidos. No por nada, esa anécdota la contó Tony Sánchez, que fue el abastecedor de químicos de Richards, en su libro Up and down with the Rolling Stones.
Fue durante el inolvidable verano inglés de 1968, en un club llamado Vesubio, que Mick Jagger compartió con todos los presentes (la crema y nata del ambiente artístico londinense) la primera escucha de Beggars Banquet, el álbum con el que los Rolling Stones regresaron a las raíces, tras su fallida excursión psicodélica. Pocas canciones más tarde, Paul McCartney ingresó al local con una copia del simple Hey Jude/ Revolution, y se robó la fiesta. Sánchez recordó lo molesto que se mostró Mick: el beatle le había quitado el protagonismo.

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