Brian de Palma: cine, verdad y mentiras

Aparece sentado en medio de la estancia, como un voluminoso líder espiritual que se digna a recibir a un simple mortal.


ÁLEX VICENTE
Puño y Letra / 14/09/2015 05:32

Aparece sentado en medio de la estancia, como un voluminoso líder espiritual que se digna a recibir a un simple mortal. Brian de Palma (Ne­wark, 1940) está flanqueado por dos de sus apóstoles, los directores Noah Baumbach y Jake Paltrow, que han presentado un magnífico documental sobre su trayectoria en la Mostra de Venecia. Las entrevistas no son el deporte favorito del director. No parece interesarle analizar su obra, ni tampoco que le hagan preguntas incómodas, ni preguntas a secas.

Si ha hecho una excepción, no cuesta advertir que a regañadientes, es por su deuda con este festival, donde ha presentado siete de sus películas desde los setenta, y que ayer le entregó el premio Jaeger-Lecoultre Glory to the Filmmaker, una especie de colofón a su admiración infinita por De Palma. "Siempre es agradable recibir un premio, y más en un festival que siempre ha reaccionado tan bien ante mi trabajo", afirma De Palma. Otra cosa que no le gusta, claro está, son las críticas negativas. "Claro que no. A nadie le gusta que críticos malhumorados destrocen sus películas", confirma.

A él le ha sucedido en más de una ocasión: sus éxitos son tan numerosos como sus fracasos. De toda esa generación del Nuevo Hollywood que logró infiltrarse en los grandes estudios "para hacer películas increíbles, antes de que los hombres de negocios volvieran a tomar el control", De Palma fue siempre el más reacio a jugar al juego de Hollywood. En las décadas posteriores, los estudios nunca confiaron del todo en este hombre empeñado en ir por libre. Mientras los estudios le pedían un final obligatoriamente feliz, De Palma prefería no dejar títere con cabeza. ¿Por eso no tuvo la misma carrera que algunos de sus amigos de entonces, como Steven Spielberg, George Lucas o incluso Martin Scorsese? "Hemos vivido en reinos distintos. Spielberg construyó un imperio. Es un tipo que trabaja todo el día. Yo sería incapaz de vivir así", sostiene.

De Palma también fue criticado por su formalismo, que convertía su filmografía en supuestamente vacua y desinteresada por los grandes asuntos políticos que sacudían su época. Visionar de nuevo algunas de sus películas lo desmiente parcialmente. "Diría que es al revés: estoy mucho más politizado que muchos de mis compatriotas, tal vez porque crecí en el Nueva York de los sesenta", confirma. "Me he opuesto muchas veces a la doctrina estadounidense. He rodado películas contra Vietnam e Irak y me he posicionado contra la deriva que se vivía en Estados Unidos". Así fue desde su primera película, Saludos, sobre un grupo de hombres intentando encontrar astucias para evitar ser mandados a Saigón —de la misma forma que logró hacer él mismo, haciéndose pasar por "comunista y homosexual"—, y hasta la reciente Redacted, que criticaba la actuación de los marines en Irak y su perversa manipulación de la opinión pública. Incluso películas como Carrie, donde Sissy Spacek era martirizada por sus compañeros a causa de su diferencia, o Impacto, en la que John Travolta era perseguido por disponer de información sobre un crimen, contienen una mirada oscura de la sociedad estadounidense.

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