El mar como tema literario
El mar es uno de las presencias más abundantes de la literatura; es el tema de miles de poemas, el escenario de muchísimas novelas y cuentos, es el pretexto de varios concursos literarios y, a pesar de su exposición...
El mar es uno de las presencias más abundantes de la literatura; es el tema de miles de poemas, el escenario de muchísimas novelas y cuentos, es el pretexto de varios concursos literarios y, a pesar de su exposición inacabable, sigue siendo del gusto de escritores y lectores
El mar como símbolo
Para el teórico Paul Ricoeur, el símbolo posee una relación presemántica con las profundidades de la experiencia humana; esto lo mantiene vivo, a diferencia de la metáfora. La inmortalidad del símbolo se debe a la capacidad del cosmos para establecer una ley de correspondencia entre éste y sus manifestaciones simbólicas.
El mar, aún cuando puede encontrarse en metáforas, es principalmente un símbolo, ya que su contemplación ha conmovido a generaciones de seres humanos, de épocas distintas, por igual.
Las significaciones del mar
El mar es un símbolo polisémico: la visión del mar nos recuerda el tiempo y la experiencia misma de la vida a través del tiempo, por su mutabilidad e inestabilidad que coexisten con su constancia y su repetitividad (una ola es y no es la misma ola). Su profundidad y su inestabilidad también son símbolos de los corazones humanos, capaces de albergar una gama vasta de sentimientos y emociones.
La contemplación del mar es también la contemplación de uno mismo y del otro. Es precisamente esta correspondencia entre el mar y los corazones de los hombres lo que convierte al mar tormentoso en símbolo de la pasión humana.
El horizonte en las playas también nos confronta con lo desconocido; el mar tendido frente a nuestra vista nos incita al deseo de recorrerlo, al deseo del viaje; frente a lo desconocido, nace el deseo de conocer. Pero también la contemplación de lo desconocido nos causa miedo y temor; el imaginario de los antiguos estaba plagado de monstruos allende los mares.
Este doble valor del mar desconocido inspiró a muchos escritores entre las civilizaciones del Mediterráneo, principalmente a los griegos; el mayor número de sus héroes desempeñó la navegación y sus hazañas épicas más entrañables están ligadas a esos viajes y a ese desafío al mar.
El que desafía al mar también logra una victoria tonificante pues, al imponerse sobre un medio hostil que le resulta extraño, regresa más fuerte y entra a un pequeño grupo de seres humanos, a un grupo de iniciados que deleitan a la multitud que se congrega cerca de ellos para escuchar sus aventuras.
Ese desafío que los navegantes hacen contra los elementos también nos recuerda que el mar es un símbolo de la hostilidad divina: desde los dioses paganos dueños de las aguas hasta el mismo Dios de la cristiandad han expresado su enojo a través de la tormenta y el diluvio.
Las aguas dulces: los significados de Gastón Bachelard
El filósofo francés, Gastón Bachelar, autor de El agua y los sueños, nos recuerda que el mar no es la única manifestación literaria del elemento agua. El agua por sí misma tiene un doble valor: el agua salada (que, como advierte Bachelard, no cumple con la función de servir al hombre, pues no sacia la sed) y el agua dulce de ríos, lagos, estanques, etc., que destaca por su frescura y, sobre todo, por quitar la sed. En el agua también están presentes los símbolos de frescura y alivio.
Otro valor simbólico que le atribuye Bachelard al agua estancada es el de espejo. Pero, como espejo, el agua dota a las cosas que se reflejan en ella del atributo de frescura, por lo que el agua del lago también es símbolo de una realidad idealizada, purificada y más nítida.
Al ser espejo del cielo, el agua-mar también adquiere las mismas propiedades que el firmamento: para el que contempla el mar con espíritu reflexivo, no hay diferencia entre la inmensidad del cielo y la del mar. Las estrellas en el cielo nocturno son tan solitarias como las islas que descansan sobre las aguas.
El mar y las aguas, como temas poéticos, poseen un inmenso poder evocativo y representan un arsenal de significados muy poderoso. Por esto mismo, no cualquier poeta puede darle el uso adecuado, sino que es frecuente que los de menor pericia usen estos símbolos por ser de fácil acceso, sin lograr de veras transmitir la conmoción del espectador de un fenómeno natural tan impresionante como la contemplación del mar.
EL MAR LITERARIO, ALBERTO MANGUEL Una vez, en medio del Sáhara, conocí a un hombre que no había visto nunca el mar. Era un beduino apuesto, inteligente, y cuando le conté que había cruzado el mar Mediterráneo para venir a Algeria, me preguntó qué era ese "mar" del cual había oído hablar otras veces. Traté de explicárselo, comparando el mar al desierto que nos rodeaba, y diciéndole que imaginara esa gran extensión cambiante y ondulada, pero hecha no de arena sino de agua. No sé si lo logró, pero después de reflexionar un tiempo, me preguntó si esa cosa que yo llamaba "mar" tenía fin o era, como su desierto, ilimitada. Sófocles comparó el mar a las mareas de la miseria humana. Jorge Manrique, a la muerte. Joseph Conrad sintió que el mar era, como los sueños, una imagen de la vida misma, y en Lord Jim escribió: “Un hombre que nace, cae en un sueño como quien cae al mar. Si trata de remontar a la superficie como hacen las personas inexperimentadas, se ahoga, nicht wahr? ¡No! Le digo: lo que se debe hacer es someterse al elemento destructivo”. |