David Bowie, una odisea musical

Como siempre, nos ha dejado con la boca abierta. David Bowie murió el domingo, tras lo que su familia describe como “18 meses de lucha contra el cáncer”.

Murió David Bowie, uno de los ejes centrales de la revolución cultural del siglo pasado. Murió David Bowie, uno de los ejes centrales de la revolución cultural del siglo pasado.

DIEGO A. MANRIQUE
Puño y Letra / 18/01/2016 05:59

Como siempre, nos ha dejado con la boca abierta. David Bowie murió el domingo, tras lo que su familia describe como “18 meses de lucha contra el cáncer”. Aunque siempre corrieron rumores sobre enfermedades, sus colaboradores hablaban de un músico en perfecta forma, laborioso e inquieto.

Coincidiendo con su cumpleaños número 69, el viernes había publicado un disco valiente, Blackstar, grabado con gente del jazz. Había sido precedido por dos vídeos inquietantes que ahora nos suenan a mensaje en clave, a adiós anticipado.

Desaparece un personaje único. Al tratarse de un músico en perpetuo estado de renovación estética, es su modelo de cambio constante el que vemos repetido en figuras como Madonna, Prince, Lady Gaga. Que también aprendieron sobre su magistral control de la imagen y su astucia financiera.

Su trayectoria atraviesa como un relámpago los sesenta años de música pop. Nacido en una casa modesta del barrio londinense de Brixton, en 1947, David Robert Jones quedó deslumbrado por Little Richard y otras fieras del rock'n'roll. Su madre tuvo la feliz idea de comprarle un saxo; se lanzó al circuito del directo, primero como instrumentista y luego como cantante.

Los Kon-Rads, los King Bees, los Manish Boys, The Lower Third y Buzz fueron su aprendizaje. En 1966, al saber que otro Davy Jones triunfaba (con The Monkees), se cambió de apellido. Al año siguiente, editaba su primer LP como solista, pop orquestal al estilo de Anthony Newley.

Sabía manejar los medios. Apareció en la prensa por liderar una protesta contra la antipatía de los peluqueros por las melenas masculinas. Atrajo a la prensa a su boda, con la vaga promesa de que sería una ceremonia hippy; en verdad, se casó por lo civil y lo único llamativo fue su abrigo afgano, entonces prenda de rigor en el underground británico. Para entonces, ya había logrado su primer éxito, Space oddity, una fantasía espacial que coincidió —no por casualidad— con la llegada del hombre a la luna.

Materializar tendencias
Supo convertir lo que parecía un acierto coyuntural en licencia para grabar discos de escritura ambiciosa y hermosas melodías, como The man who sold the world o Hunky dory. En 1972, demostró una habilidad que le acompañaría durante 15 años: sabía materializar tendencias emergentes, que presentaba embellecidas e intelectualizadas.

Con Ziggy Stardust se colocó a la cabeza del glam rock. Lucía hermoso, presumía de bisexualidad y fantaseaba sobre una estrella del rock en tiempos apocalípticos. El impacto fue arrollador. Además, gozaba del toque del Rey Midas: produjo Transformer, el álbum de Lou Reed que contenía las que serían sus canciones más universales,Walk on the wild side y Perfect day; también cedió All the Young dudes, himno para la nueva generación, al grupo Mott the Hoople.

Otro terremoto: en 1973 anunció que se retiraba; luego explicaría que se refería al personaje Ziggy Stardust. Pero siguió facturando contundentes discos de rock con melodías pegajosas. Incluso realizóPin-ups, un homenaje a sus raíces sesenteras, inaugurando esa retromanía que ahora nos asfixia.

La siguiente reencarnación llegaría en 1975 con Young americans,grabado parcialmente en Filadelfia: era soul refinado, que incluía un temazo funky hecho a medias con John Lennon, Fame. Para entonces, ya residía en Estados Unidos donde impresionaba al público con la teatralidad de sus espectáculos (como aperitivo, era capaz de proyectar Un perro andaluz, de Buñuel).

También se perdió entre nubes de cocaína; a esos excesos debemos atribuir sus divagaciones sobre el fascismo y la necesidad de un dictador para enderezar la decadencia del Reino Unido. Pero no se llega tan arriba sin tener instintos de supervivencia. En 1976, se refugió en Berlín, junto a otro protegido, Iggy Pop. Allí se grabarían las primeras entregas de un ascético tríptico —Low, Heroes, Lodger— que reflejaba su atracción por la electrónica germana.

Para hacerse una idea de su plasticidad: a la vez, cantaba en televisión El tamborilero con Bing Crosby y recitaba en la versión dePedro y el lobo, de Prokofiev, que grabó el director Eugene Ormandy. Ya había probado el cine, con El hombre que cayó a la tierra (1975) oEl ansia (1982). Se atrevió a protagonizar El hombre elefante en Broadway ¡y sin prótesis o maquillajes exagerados!

Rey del pop y decadencia
A principios de los ochenta, con el mundo a sus pies, apostó con fabricar pop para el gran público. Lo logró con el soberbio Let’s dance(1983). A partir de ese momento, no hay otra forma de decirlo, perdió el sentido de la orientación. Sus posteriores discos, Tonight (1984) yNever let me down (1987), vendieron toneladas pero le llegaron a avergonzar.

En un fallido gesto de humildad, se enroló como un músico más en un grupo de rock duro llamado Tin Machine. No funcionó, aunque sacaron temas muy aprovechables. Y lo mismo se puede afirmar de su producción durante los años noventa. Firmó trabajos que, con frecuencia, resultaban más apetecibles sobre el papel que en la realidad. Y sí, cada uno reivindicamos algún disco tardío que salvamos de la quema pero lo cierto es, que en vez de liderar, parecía que David iba corriendo detrás de las modas. Lo afirma alguien que le seguía fielmente pero no podía dejar de advertir que, allá por 1999, hablaba con más entusiasmo del arte contemporáneo que de la música.

De alguna manera, el incidente cardiaco que le jubiló en 2004 fue una bendición. Evitó verlo convertido en una parodia de sí mismo, un patriarca oficiando entre sus infinitos admiradores. El anonimato neoyorquino le devolvió mística y, poco a poco, el gusto por crear.The next day, que llegó de sopetón en 2013, fue una gratísima sorpresa. Y el reciente Blackstar nos hizo interrogarnos de nuevo sobre sus intenciones. Ignorábamos que se trataba de una despedida.

Bowie contado en 12 canciones
RAFA CERVERA

David Bowie aprendió muy pronto que un medio tan caníbal como el pop la única posibilidad de sobrevivir al instante era no dormirse en los laureles, buscar, cambiar, sorprender, sobre todo sorprenderse a sí mismo. Pero mientras efectuaba esa búsqueda, y a la par que intentaba acercar el rock a otras formas artísticas, nunca se olvidó de hacer canciones que el público pudiera recordar y que la historia no pudiera ignorar.

Space Oddity (1969) Después de seis años buscando trascender en una década dominada por los Beatles, Dylan y los Stones, Bowie encuentra su voz con una canción que ya contiene algunos de los elementos que le harán saltar a la gloria no mucho después: una bella melodía, un personaje –el Comandante Tom- con el que poder fundirse y un contexto de ciencia ficción. Con ella alcanzó el Top 5 británico por primera vez, aunque tardaría tres años en volver a lograr otro éxito.

The man who sold the world (1970) Una de las grandes canciones del Bowie previo al estrellato, tuvo que ser versionada por Nirvana en Unplugged para ser admirada como tal. Un toque latino en el ritmo y una letra que, como en muchas otras de Bowie, transmitía un mensaje inquietante. El hombre que vendió el mundo estaba solo en su cima, un concepto al que la versión de Cobain añadió un sentido aún más trágico.
Life on Mars (1971) Publicada en Hunky Dory, uno de los discos que ejerció como prólogo al fenómeno glam que el propio Bowie lideró, nació cuando su letra fue rechazada para la adaptación inglesa del tema Comme d’habitude, mundialmente popularizada por Sinatra como My way. Bowie dejó de ganar una fortuna pero a cambio firmó una de sus canciones más emocionantes. Definida por el piano de Rick Wakeman y añadiendo ese aire de cabaret británico tan afín al primer Bowie, logra transformar la confusión de este mundo en algo fascinante como pocas otras canciones lo han logrado.

Starman (1972) La primera canción de Bowie en convertirse en éxito tras Space Oddity era un tiempo medio que de nuevo recurría a la ciencia ficción. Se grabó in extremis para el álbum Ziggy Stardust, confiando en que reforzaría el potencial comercial del álbum. El hombre de las estrellas que nos observa en la letra se mezcla con una melodía inspirada en Somewhere over the rainbow. Un toque de bizarro optimismo remata la canción que cambió radicalmente la suerte de Bowie.

Rebel rebel (1974) Bowie daba carpetazo a su etapa glam con su canción más glam, escrita originalmente para un musical basado enZiggy Stardust y acercándose al rock de sus admirados Stones, con un riff de guitarra que parecía robado de un sueño de Keith Richards. Para entonces Bowie ya había refinado su capacidad para reinterpretar hallazgos ajenos, tanto que su amigo Jagger terminaría diciendo, “nunca estrenes zapatos nuevos si David anda cerca”.

Fame (1975) Firmada a medias con John Lennon, esta reflexión sobre el hecho de ser una estrella en el siglo XX pertenece a su paseo por la música negra, plasmado en Young americans. Una rodaja defunk basada en un irresistible riff de Carlos Alomar y cuyo mensaje resultó amargamente profético cinco años después, cuando Lennon murió asesinado a manos de un fan demente en cuya casa la policía también descubrió fotos de Bowie.

Sound and vision (1977) Tras otro inesperado giro que lo llevó a reencontrarse con Europa, se instaló en Berlín y, bajo la influencia de los grupos electrónicos alemanes, grabó un disco cuya cara B era instrumental. Los ejecutivos de RCA pusieron el grito en el cielo al comprobar que Bowie insistía en hacer cosas raras, como por ejemplo, un single como este, donde canta por primera vez a mediados de la canción.

"Heroes" (1977) Además de experimentos, el periodo experimental alemán de Bowie también arrojó un clásico incontestable, una canción que se debate entre el romanticismo de las baladas de los sesenta, la ironía que destacan las comillas del título y la épica que aporta la omnipresente guitarra de Fripp. La reacción de Bowie al punk acabó siendo su canción más famosa.

Ashes to ashes (1980) Cuando los setenta llegaron su fin, los postulados artísticos de Bowie ya eran reverenciados por toda una nueva generación de músicos británicos. Su respuesta fue una gloriosa y melancólica balada que resumía su trayectoria entre guiños y autorreferencias, un mensaje cuya visibilidad fue posible gracias al vídeo de David Mallet, uno de los primeros clips artísticos en la historia del género.

Let’s dance (1983) Teñido de rubio y bronceado, Bowie inició su andadura en la nueva década dispuesto a amortizar económicamente su estrellato. El artista se pone el traje de empresario, iniciando una etapa caracterizada por discos flojos y la pérdida de rumbo. Let’s dance es una de las pocas canciones a salvar de ese periodo, con ese crescendo prestado del Twist and shout y una impecable producción a cargo de Nile Rodgers, el hombre fuerte de Chic.
Hello spaceboy (1995) Bowie nunca dejó de hacer excelentes canciones, pero el impacto de estas comenzó a disminuir a partir de 1987. Incluida en 1.Outside, el disco que le volvió a dar lustre vanguardista en pleno crepúsculo del grunge, la versión de este tema regrabado junto a Pet Shop Boys merece figurar entre lo mejor de su obra, por su potencia y por hablar, una vez más del terror que produce la velocidad de la vida.

Where are we now (2013) Llegó por sorpresa el día en que Bowie cumplió 66 años. Los rumores le daban por retirado, víctima de una grave enfermedad. Con esta canción, frágil y nostálgica, plagada de referencias a sus días en Berlín, afrontaba el presente desde la antesala de la vejez, con una melodía que, como ya era habitual en él, dosificaba para obtener un mayor impacto emocional.

DAVID BOWIE Y SUS FRASES
1. "Hay un hombre de las estrellas esperando en el cielo. Nos ha dicho que no le hagamos explotar porque sabe que merece la pena".
2. "Entonces, ¿dónde estaban las arañas mientras la mosca trataba de rompernos las pelotas?
3. "Soy el tipo más afortunado, no el más solitario en el mundo".
4. "Podemos ser héroes solo por un día".
5. "No creas en ti mismo, no engañes con la creencia. El conocimiento viene con la liberación de la muerte".
6. "He estado apagando el fuego con gasolina".
7. "Solo porque crea no significa que no piense bien las cosas".
8. "No hay que cuestionarse todas las cosas en el cielo o en el infierno".
9. "Vuélvete loca en un día de ensueño lunar".
10. "Cuestionar mi vida espiritual siempre ha sido afín a lo que yo estaba escribiendo".
11. "Has tenido a tu madre en un torbellino, no está segura de si eres un chico o una chica".
12. "A medida que envejezco, las preguntas se reducen a dos o tres. ¿Por cuanto tiempo? ¿Y qué hago con el tiempo que me queda?".

 

VOLVER A SER DAVID JONES
Bowie desapareció de la luz pública, pero vivía a plena luz del día. Frecuentaba librerías y galerías de arte. Asistía a las funciones de fin de curso en el colegio de su hija. David Bowie había vuelto a ser David Jones, el nombre con el que nació en 1947. Apenas se dejaba ver en eventos sociales como el estreno neoyorquino de Moon, la película de su hijo. Vivía como un hombre de familia con su mujer y su hija, que ahora tiene 15 años, en un lujoso ático en el 285 de la calle Lafayette, diluido entre la multitud moderna y adinerada, acostumbrada a las celebrities, del Soho neoyorquino. Allí seguía comprando flores para su esposa el 14 de cada mes, en el misma tienda, para recordar el día que se conocieron en una cena en Los Ángeles hace 25 años.
Cuando le diagnosticaron cáncer Bowie decidió ocultarlo al mundo. Tuvo tiempo para preparar su propia despedida. La última canción del nuevo disco, titulada No puedo revelarlo todo, habla sobre esa privacidad que tanto ansiaba.

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