Abrirse a la crítica

Impulsados a ir hacia adelante, a menudo cegados por la seductora falacia del éxito que debe perseguirse a toda costa (según los paradigmas de la posmodernidad), perdemos también el sentido del oído queriendo...

Abrirse a la crítica

Abrirse a la crítica

El autor en breve

El autor en breve


    Alejandro González Romero
    Puño y Letra / 03/04/2017 05:44

    Impulsados a ir hacia adelante, a menudo cegados por la seductora falacia del éxito que debe perseguirse a toda costa (según los paradigmas de la posmodernidad), perdemos también el sentido del oído queriendo convencernos que todos los perros ladran porque alguien avanza.

    “A veces la gente espantada por sus propias equivocaciones saca demasiado las garras” le dije el otro día a un amigo mientras observaba – no sin un sentimiento entre tristeza y decepción – a otro amigo, enredándose en la desatinada tarea de defenderse de la crítica.

    Por eso también es importante aprender a encontrar las formas correctas de corregir los errores ajenos, para evitar las susceptibilidades y mostrar con mayor claridad el punto que desata las observaciones. Así también, se evita que el mal sabor se esparza en el ego y provoque intentos desatinados de menospreciar, desvirtuar, transgredir o enmarañar lo dicho.

    Todos debemos aprender a valorar al que recapacita y acepta lo escuchado, esa es la actitud más digna luego del dolor de egos, pues demuestra que se comprendió el trasfondo de lo que decían esas voces, fueran estas envidiosas, enemigas o acertadas y empáticas.

    Pero así como hay que saber cuándo hablar, hay que saber callar y escuchar porque una crítica per se, no es ni buena ni mala, ni constructiva ni destructiva pues a lo mucho, dependiendo de quién viene y de otros contextos muy diversos, llegará a ser útil o inútil.

    Una crítica avisa, alerta, busca abrir los ojos y lo peor que podemos hacer es enfrentarla desde lo personal porque a menudo no es eso lo que se criticó en primera instancia. Pero esa no es una tarea fácil.

    La gente que empuja y avanza, suele sensibilizarse demasiado cuando advierte que los demás no valoran su labor (por la falta de espacios, medios o plataformas para darlo a conocer). Pero esto les duele más a los que en algún momento olvidaron que las cosas se las hace porque se quiere hacerlas y no porque esperamos que los demás las valoren.

    Algo que la crítica sí puede ser es: positiva o negativa, porque no siempre pueden llovernos flores y un ser humano completo, no sólo ve los errores en los demás sino que también es capaz de ofrecer felicitaciones.

    Sir Winston Churchil decía que la crítica podía no ser agradable pero cumplía la misma función que el dolor en el cuerpo humano: llamar la atención sobre un estado poco saludable de las cosas.

    A menudo, cerramos los ojos y golpeamos al aire cuando nos sentimos acorralados y alguna parte desarmoniosa nos repite que todo está siendo provocado por envidias o maldades que en realidad no existen más que en una realidad interna que nos creamos para defendernos de lo doloroso que es errar.

    Claro que si no quieres que te critiquen, lo mejor es no hacer nada. Porque las envidias también podrían estar ahí en realidad y la maldad es tangible para donde se vea. ¿Qué hacedor, libre de delirios, no ha sentido en su espalda la respiración del conspirador? Otra difícil tarea: diferenciar lo real de lo imaginario, y es ahí donde debe recurrirse, de tener uno a mano, al amigo cercano, al compañero leal, al sujeto supuesto a saber, para preguntare – ante la duda – si somos nosotros los del error o si ve por sobre nuestro hombro a la sombra que nos persigue.

    Y es labor de ese sujeto de confianza, sincerarse ante nuestros traspiés para decir de frente: “te equivocas” – si ese fuera el caso – en lugar de apoyar ciegamente todo lo que uno hace, creyendo que ocultar nuestros errores nos sirve para no bajar la marcha. A veces no está mal sujetar de la polera al amigo que corre para que no se caiga al barranco que no puede ver más adelante.

    Pero no todos tenemos la suerte de contar con amigos entrañables que saben cuándo tirarnos un estatequieto, siempre útil para controlar egos, conductas autodestructivas y otro sinfín de desajustes sin los cuales la vida tampoco sería divertida. Porque equivocarse debe ser tomado con cierta gracia, como caerse de culo haciendo monerías o como pagar caras las traiciones (que tiene su gracia en el aprendizaje derivado de la pena impuesta).

    Lo más importante tal vez sea eso: aprender.

    Aprender a callar y a escuchar, aprender a diferenciar el punto de la crítica del resto del paisaje. Un lunar no es un cuerpo entero, es sólo un lunar, y si eso es lo que observó el crítico (o el criticón) pues le echaremos un vistazo para ver si en verdad es tan benigno como uno cree.

    En la crítica, tras uno que ve algo hay otro que también lo ve, o que ve otra cosa y cuando uno en verdad regala al mundo lo que lleva adentro, esa fila puede ser interminable. Por eso es inútil estrellarse contra ella. Además, si lograra callar a los perros que ladran: desterrándolos, cortándoles la lengua, envenenándolos o tapándome los oídos, tal vez más adelante no sería capaz de darme cuenta de mis propias parálisis.

    El autor en breve

    Pacho (Alejandro González Romero), nació en Sucre, el 14 de junio. Estudió psicología y es egresado de la carrera de derecho. Es actor y director de teatro, cantautor, escritor, ilustrador y diseñador gráfico.

    Fundador de la compañía de teatro Fantasmático, del colectivo Cantautarte y del Grupo Literario Miércoles de Ceniza; es miembro del Grupo de Teatro La Cueva y de la Compañía de Títeres Paralamano.

    Actualmente lleva adelante diferentes proyectos artísticos, entre los que destacan en lo musical “Pachajcho y los avergonzados de siempre” y dos proyectos formativos y de laboratorio teatral con jóvenes de secundaria en el municipio de Monteagudo como parte de su compromiso con el desarrollo artístico y cultural de Chuquisaca.

    Su labor artística en diversos rubros lo ha llevado a países como Perú, Venezuela, Brasil, Argentina y México donde tuvo la suerte de participar del taller de crítica dictado por Vivian Martínez (directora de la revista Conjunto de Casa de las Américas – Cuba).

     

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