Hugo Montero la lucidez de la poesía
Existe un parentesco entre la locura y la poesía, el arte y la poesía transmiten el hilo de voz de la locura, están emparentadas con ella por algo profundo, evocan un lenguaje común.
Existe un parentesco entre la locura y la poesía, el arte y la poesía transmiten el hilo de voz de la locura, están emparentadas con ella por algo profundo, evocan un lenguaje común.
La poesía, utiliza un tipo de lenguaje hermético y transgresor similar al lenguaje de la locura.
Poesía y locura son a su vez una huida, una manera de no adecuarse a lo establecido, podría decirse de inadaptación a la sociedad.
Ya desde la antigüedad, los griegos, consideraban a los poetas como casi místicos, creían que su obra se originaba por medio de la inspiración de las Musas. El poeta transporta un nuevo mundo hacia la vida y la transforma, por intermedio de su lenguaje transgresor.
Y será ahí, en estos elementos místicos y transgresores, donde confluyan poesía y locura.
La poesía representa una manera peculiar de uso del lenguaje, no es un objeto teórico sino una experiencia que persigue una manera de pensar y sentir, o como trágicamente lo expresara Alejandra Pizarnik “se escriben poemas porque se necesita un lugar donde ser lo que no se es”.
Por otra parte, Foucault concibe al loco como aquel que dentro de su realidad y experiencia se dirige, no a enunciar palabras sin sentido, sino “a apuntar hacia un vacío de donde proviene el sentido”.
Y establezcamos que hasta antes de Mallarmé, la literatura sólo se limitaba a lo que la obra decía, no pretendía nada más allá, posteriormente la literatura y especialmente la poesía provendrá de una ausencia y supondrá para sus lectores la posibilidad de, a partir de ella, alcanzar nuevas como distintas percepciones y experiencias sensibles.
Así, y en este ámbito, Hugo Montero que tuvo que sufrir el estigma de la locura y su internación de por vida y sin su anuencia en un “instituto psiquiátrico” (caso similar al de enormes poetas entre los que se cuentan Hölderlin, Pound, Artaud) supone un referente de búsqueda por intermedio de la poesía de una identidad y una comprensión del mundo y de la vida, perdidas en términos formales, pero encontradas en los profundos parajes de locura y poesía que, en complicidad, le devuelvan la lucidez perdida, le reiteren el sentido de la vida.
El caso de Hugo Montero es paradigmático, puesto que supone una sensibilidad de la rebeldía, una negación de la razón oficial y su transmutación en arte, en poesía.
Sus poemas son gritos desgarradores en búsqueda del amor, de la libertad, del concepto propio, son evocaciones de realidades posibles fuera del ámbito de la realidad, asiéndose a la palabra, al poema, para por su intermedio generar un discurso del cual partir nuevamente en búsqueda de sí mismo, ejemplificando la lucha de todos los poetas en pos de construir desde el desarraigo y la soledad, un ámbito desde el cual comunicarse (o incomunicarse) con el mundo.
La gran mayoría de su obra se ha extraviado, escrita sobre papeles sueltos o en cuadernos que el tiempo ha corrompido hasta la desaparición, nos ha legado su obra “Panacea” que se conforma como una muestra exacta de la necesidad de, por intermedio de la poesía, pretender un escenario propio o acaso un espacio libre, desde el cual lograr un intenso testimonio, en su caso, de soledad y encierro, de destiempo, de insensibilidad e incomprensión.
Su obra se constituye en una muestra de la sensibilidad exacerbada que arropa a los poetas y los conduce hacia ámbitos donde, sin remedio, deberán discernir el alma y espíritu de su tiempo, quizá intolerante y agresivo, para asimismo desentrañar un mensaje de profunda reverberación que habrá requerido de mucho sufrimiento y mucha soledad.
Tenemos la sensación, ante la obra de Hugo Montero, de que un ámbito nuevo nos ha sido develado, que la esperanza de la sensibilidad radica, pese a todos los obstáculos y las incomprensiones, en la generación de una obra que pese a todas las dificultades aporta desde su capacidad sensible a la posibilidad de construcción de un ámbito de esperanza y apertura, desde el arte hacia la sociedad, desde la poesía hacia la ciencia.
Puesto que como nos decía Goethe, “la locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma” o como afirmaba Heine “la verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca” dando la razón en este caso a Poe quien presumía que “la ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia”.
Y la poesía, es la gota transparente de rocío, que se posa sobre las hojas en el amanecer del lenguaje.
Siendo entonces la más depurada manifestación, por medio de la palabra, del sentimiento estético.
Y Hugo Montero , por tanto, se constituye en el claro ejemplo de que la poesía (con esa su lucidez) puede salvarnos, aun cuando nos encontremos luego de una larga vida, agobiados y extraviados, atorados en los delirios y fracasos impuestos por una sociedad insensible, que deberá anteponer más temprano que tarde estos esfuerzos inusuales a sus suposiciones vanas.
Cuando Hölderlin recibió un piano de regalo, éste cortó casi todas las cuerdas, mas dejó algunas y sobre ellas improvisaba. Así resultan ser los poemas de la locura.
Quizá nadie haya visto nunca de forma tan transparente.
“La eterna armonía siembra su semilla, en medio del gran todo”.
Montero en breve
Abogado de profesión y de sangre oriental, Hugo Montero pasó largos años internado en el Instituto Psiquiátrico Gregorio Pacheco, allí se dedicó a la literatura; siempre con sus libros favoritos y atrapado en la enfermedad mental de la cual quería escapar. Nunca dejó de escribir y de recitar de memoria aquello que ya es parte del libro “Panacea”, presentado anoche ante público sucrense por la Editorial Pasanaku.
El 20 de febrero de 1931 en Santa Cruz, nació Montero, un poeta, aunque quizás no lo sabía porque, en su lucidez, se dedicó a las leyes y luego trabajó en la base aérea. Su vida dio un giro importante una tarde de junio de 1951, cuando lo encontraron oculto detrás de su escritorio.
Desde aquel momento el Pacheco se convirtió en su hogar durante seis décadas, hasta que la luz de su noble corazón se apagó el 9 de mayo de 2016, dejando huella con su poesía y algunos dibujos, rescatados por quienes lo conocieron. Este fin de semana se presentó su libro, Panacea.
IMPROVISACIONES
Los siguientes poemas son algunas de las improvisaciones ocurridas durante largas entrevistas los últimos meses de vida de Hugo en las cuales empezaba sorpresivamente a recitar versos nuevos que felizmente pudieron ser registrados en audio.
***
En el espejo de mi alma
veo espacios
para árboles y ceibos mágicos
que florecen y caen como pétalos.
***
Pasó y dijo:
- Yo soy el búho, yo suspiro.
Es un búho que pasó
embistiendo las alas pavorosas del silencio.
***
Una piedra, cae del espacio…
Es un estado de conciencia,
un estado del alma
que se olvida.
***
Hasta cuándo será esta lucha, que mis sentidos ahoga...
Y no veo más que cemento, ladrillos y cal.
Mar Negro
En esta noche negra y fría
escucho sonar una banda que está muy cercana,
y esa música me trae tu recuerdo.
Me parece que esa música es del mar,
del mar negro que ha sido nuestro amor,
mar negro, siempre negro,
porque en su cielo nunca brilla la esperanza.
Sin embargo te quiero eternamente
aunque un mar negro sea nuestro amor,
aunque mi corazón se ahogue en el recuerdo
como se agita el mar en la marea.
Y pienso que si tú escucharas el acento de esta música
sin que tú quisieras movería tu corazón al huracán.
En el espejo de mi alma
veo espacios
para árboles y ceibos mágicos
que florecen y caen como pétalos.
Consulta médica
Doctor acepto tu consulta cual paciente.
Un remedio para mi mal,
te lo agradezco.
Dolor, no siento ninguno,
padezco de insomnios
y el sueño no puede ya engañarme para tender su sombra.
Cansancio, un supremo cansancio tengo.
De noche parece que escucho ruidos por donde ayer anduve
y los gemidos de mi propio espíritu.
Excitación nerviosa,
con estos bromuros se calmará seguro.
Qué ridículo doctor es tu diagnóstico
que me hace sonreír,
mas tu ciencia tendría que hacer milagros para curar mi mal,
mal de los muertos.