En la ciudad he perdido la memoria. Disgregación en la narrativa de Oscar Díaz Arnau.
Los cuentos de Territorios del Azar (2017), el nuevo libro de Oscar Díaz Arnau (1971) muestran, en perspectiva, algunos asuntos recurrentes en su obra. En ese sentido, me parece un acierto la inclusión de “Juro que...
Los cuentos de Territorios del Azar (2017), el nuevo libro de Oscar Díaz Arnau (1971) muestran, en perspectiva, algunos asuntos recurrentes en su obra. En ese sentido, me parece un acierto la inclusión de “Juro que no me acuerdo” (cuento ganador del premio Franz Tamayo, 2004), puesto que éste constituye ya una unidad con una estética que en Territorios del azar reaparece.
Hacia 1872, Nietzsche escribía que no había nada que nos produjera mayor horror en el hombre, aunque también mayor placer, que experimentar la disolución de nuestra propia identidad, de las ilusiones que construyen nuestro mundo. Recupero esta cita porque quizá sea la que mejor defina la mayoría de los cuentos de Territorios del azar. En ese sentido, ya desde “Juro que no me acuerdo”, el asunto de la disolución de la memoria dicta la forma de la escritura, reproduce la lucha por la reconstitución de la misma en los personajes. Así, se escribe de manera episódica, a modo de cortos escalones que reconstruyen la experiencia inmediata, no siempre cronológica, de los narradores, los hechos recientemente ocurridos, adelanto terribles, a cuyo conocimiento final accederemos al mismo tiempo que los personajes.
La escritura de Díaz, por medio de largos monólogos interiores, busca expresar las lagunas mentales de sus personajes. Son estas intervenciones en primera persona, sus lógicas caprichosas y autocomplacientes, su intención de describir lo indescriptible, las que logran un efecto de humor. A pesar de que en la literatura de Díaz no haya fuerzas anónimas y tiranas que emerjan de la nada o la desaparición total de las leyes de la causalidad, comparte algunos rasgos de la literatura de lo absurdo: sus personajes que pierden el sentido de la realidad, la coherencia de su lenguaje, lo que lleva al doble efecto propio de lo absurdo, el de la risa y la desesperación. Aún así, detrás de un lenguaje entreverado se esconde la tragedia que implica la pérdida del juicio, la desaparición de la memoria. En ese sentido, los personajes de Díaz muestran la delgada línea que separa la sanidad de la locura, entendida ésta no como un espacio de sapiencia o de verdad, sino como el alejamiento de las leyes del hombre y de Dios. Son sujetos que abandonan el campo de lo permitido, la civilización, para ingresar a un campo sin límites de donde es imposible regresar. Así, la mente de sus personajes permanecen en un limbo de la existencia (acaso esa sea su condena) de donde es imposible regresar. No pueden refugiarse en el pasado, pues lo han perdido, tampoco es posible moverse hacia el futuro, pues al perderse la memoria, han perdido también el conocimiento acumulado necesario para continuar. Así lo indica uno de los personajes de Díaz: “En algún resquicio de mi memoria quizá viva el resto de mi, hoy por hoy, soy esto de ahora; un segundo de vida. Ni siquiera sé qué fui hace nada”.
Si bien no hay ninguna referencia geográfica o temporal que revelen a Sucre como el espacio narrativo de los cuentos, la descubrimos en algunos detalles, la estación de trenes sin trenes, el archivo sobre la calle España, también en los oficios de los personajes. La sombra y de la ciudad acaso sea más notoria en el efecto que ésta produce sobre los personajes. Hay algo común en todos ellos, ha sido feliz. Emergen de un espacio mezquino donde no hay plenitud del logro, donde las actividades y los oficios que ejercen no completan ni satisfacen su experiencia vital. En esta ciudad, dice uno de los personajes de Díaz, “No debe haber nada más triste que morirse de la costumbre”. Así, los personajes deben encontrar sucedáneos para sobrevivir, para “hacer de cuenta”, indican. Son personajes que, aparentemente, aprenden “El arte de mirar a otro lado” (el título de uno de los cuentos), a entregarse a la oscuridad. Sin embargo, pronto el peso de lo cotidiano los empuja a una crisis, un blackout que los lleva a un desdoblamiento temporal y macabro. A diferencia de los cuentos de Franz Kafka, donde la irrupción de lo reprimido, la sexualidad inclusive, lleva a la aparición de misteriosas heridas o a la transformación corporal de sus personajes, en los cuentos de Díaz la violencia emerge brutal a consecuencia de unas vidas convertidas en rutinas insatisfactorias: “Dieciocho [los escalones], los tenía contados”, cuenta uno de los personajes de Díaz, “Cómo no, si los he maltratado con mis suelas por 32 años consecutivos, sin pelarle un solo día y habiendo encontrado jamás una mejor distracción…”
La memoria también es el asunto del cuento quizá mejor logrado de Territorios del Azar, el cuento “Dos minutos”. En esta historia Díaz hace algo que ha hecho poco, pero que cuando lo hace, lo hace con maestría, la construcción de una mirada infantil. En “Dos minutos” Díaz evoca la infancia y experiencia de un niño trabajador de la calle, en ese mismo momento en que aún conserva la ingenuidad y la mirada inquisidora de la niñez, cuando también ésta empieza a despedazarse. En “Dos minutos”, la situación se complejiza aún más pues la voz narrativa se desdobla entre la mirada remota de la niñez y una voz anciana que la evoca. Allí, en esas líneas, encontramos una zona de contienda que, por única vez, acaso revelen la calidad dual del escritor, que se mueve entre el espacio de la añoranza, su geografía y su lenguaje (Salta) y el espacio actual de su escritura. Esa voz que vuelve en “Dos minutos” es el espacio de la resistencia, pero también de la derrota, pues se convoca a lo irrecuperable, aquello que está destinado a desaparecer, no sin lucha ni angustia como la que encontramos en las palabras del personaje de Díaz: “ 'Atesora tus recuerdos de niño', me decía mi madre, 'porque de esos no volverás a tener nunca más'. ¡Ay de mí que no supe guardarlos bajo llave.”
En el cuento, ese espacio de “Dos minutos, además de ser un lugar de tensión y de lucha, busca también ser el sitio de la imposible sutura de una herida, el vano intento de crear un puente entre aquello que se desvanece, y se olvida, con la experiencia y la memoria dominante del presente. Asistimos en el cuento a la angustia del cambio, el diálogo esquizofrénico entre la voz del niño que uno fue y la voz de otro, tal vez irreconocible, transcurrido el paso de los años.
Los Territorios del azar a los que Díaz nos convoca son aquellos sitios de donde emergen los personajes, espacios literarios anodinos y opresivos que su pluma recoge, de donde también emergen las historias. Como el ingreso a esos lugares, encuentro también el azar en el acto de escribir y, al mismo tiempo, sobrevivir en esta ciudad. “Recién me pregunté”, indica uno de los personajes de Díaz, “si escribir me mantenía vivo, y la trampa de no verme muerto, me llevó a preguntarme qué sería de mí si dejara de escribir”. En ese sentido, los cuentos y la escritura de Díaz se convierten, más que en un acto político, como en el Díaz que estamos acostumbrados a leer casi todas las semanas, en un acto de supervivencia, la amalgama oscura de un hecho casi maravilloso (por su dificultad) que nos sostiene, aun frágilmente, en este lado, en el espacio de la cordura.
SALINAS EN BREVE
Alex Salinas Arandia (Chuquisaca, 1975) es PHD en literatura por la Universidad Stony Brook de New York. En la actualidad es catedrático en el Erskine College en Carolina de Sur. Su trabajo crítico se edita en varias publicaciones especializadas en literatura en América Latina.
Ha trabajado desde la academia, El nuevo proyecto nacionalista de la literatura de la Guerra del Chaco en Bolivia.Tesis (Maestría en Estudios de la Cultura. Mención en Literatura Hispanoamericana). Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. Área de Letras. En tanto que su disertación doctoral en la Universidad Stony Brook de New York se titula: Entre las montañas y el agua. Una aproximación a la literatura boliviana del siglo XX.
Salinas además es autor de libros de poesía y narrativa. En la actualidad, además de sus actividades académicas, prepara la publicación de una nueva novela en Bolivia.