Substantia sensitiva o de los números complejos
1.
Sueño que vuelvo a mi ciudad.
Mis padres me acompañan hasta un sitio que no he visto nunca. El camino ha sido largo y ascendente, pero de alguna forma ya estamos ahí.
Desemboca en un acantilado que cae sobre el océano.
2.
(Supe largos los años reales para arribar a este sueño, habían consumido el trabajoso camino; anchas las figuras de mis padres -las reales, las imaginarias-, alimentándose del esfuerzo y el dolor que me evitaron. Supe que habían acortado el tiempo, creciendo en los dos mundos para permitirme llegar hasta ahí).
3.
Padres míos, permítanme continuar. De aquí en más me aproximaré solo.
Crece este curioso lugar en mí como una presencia.
Una a una caen sin ruido mis respuestas: las veo despeñarse como piedras hasta el fondo del agua.
No las necesito.
Seré la última pregunta.
Seré este lugar.
4.
Parado aún al borde abro los ojos y, como sucede en los poemas, te veo dormir.
Sé que no te gusta que te miren, pero toda altura es un engaño si te veo dormir.
Mujer: afuera de tu doble cifra, espero.
Ah, si pudiera entraría en tu sueño como en tu cuerpo (te buscaría ahí donde está tu raíz, junto a tus invisibles, ahí en tu altivo dolor).
Pero, en esta otra ciudad donde urge la ironía, ¿cómo trazar el mapa de un sueño a otro?
5.
Caen a tu borde estas palabras. Cierro los ojos.
6.
–No me arrojes estas piedras huecas – me dice tu cuerpo.
–Caeré también –respondo– para que me habites.