Elegía 1938

Elegía 1938 Elegía 1938

Carlos Drummond de Andrade
Puño y Letra / 27/11/2017 05:57

Trabajas sin alegría para un mundo caduco,

donde las formas y las acciones no encierran ejemplo alguno.

Practicas laboriosamente lso gestos universales,

sientes calor y frío, falta de dinero, hambre y deseo sexual.

Héroes llenan los parques de la ciudad por la que te arrastras,

y preconizan la virtud, la renuncia, la sangre fría, la concepción.

De noche, si hay neblina, abren paraguas de bronce

o se recogen a los volúmenes de siniestras bibliotecas.

Amas la noche por el poder de aniquilamiento que encierra

y sabes que, durmiendo, los problemas te dispensan de morir.

Pero el terrible despertar prueba la existencia de la Máquina Enorme

y vuelve a reponerte, minúsculo, frente a indescifrables palmeras.

Caminas entre muertos y con ellos conversas

sobre cosas del tiempo futuro y asuntos del espíritu.

La literatura estropeó tus mejores horas de amor.

Al teléfono perdiste mucho, muchísimo tiempo de sembrar.

Corazón orgulloso, tienes prisa por confesar tu derrota

y aplazar para otro siglo la felicidad colectiva.

Aceptas la lluvia, la guerra, el desempleo y la injusta distribución

porque no puedes, tú solo, dinamitar la isla de Manhattan.

 

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