Manzana
A teatro lleno, se estrenó el fin de semana Manzana, última obra del dramaturgo chuquisaqueño, Darío Torres, en co producción con Teatro Tetraskel.
A teatro lleno, se estrenó el fin de semana Manzana, última obra del dramaturgo chuquisaqueño, Darío Torres, en co producción con Teatro Tetraskel. A continuación Puño y Letra ofrece un acercamiento a esta puesta en escena.
0.- LAS METAFORAS.
Me hizo recuerdo un poco —solo un poco— a la obra de Norman Rockwell, el pintor e ilustrador norteamericano del siglo pasado, que nos entregó postales de la familia americana perfecta.
Todo un clima de valores que luego se transformó en sinónimo de un escenario claustrofóbico y lleno de pesadillas que se desarrollaba tras la superficie idílica del suburbio estadounidense (esto se refleja hasta la saciedad en películas como American Beauty o Revolutionary Road del director Sam Mendes, para no ir demasiado lejos).
En Manzana, también, siguiendo esta dirección, tras la fachada perfecta, el amor está ausente. La familia ya no es el lugar de la protección, del cariño, de la construcción de las cosas comunes, de la seguridad. No, la familia es una trampa oscura, una emboscada, un lugar lleno de fantasmas en actividad permanente y sus memorias, heridas, pérdidas, traumas, se encarnan en violencia.
La casa, a su vez, es en realidad una casa construida sobre los escombros, una casa que pese al intento de restaurarla (lo cual empeora la situación) está llena de rajaduras, por donde se filtra la verdad de que nada está intacto, todo está roto y es solo cuestión de tiempo para que la horrorosa realidad se venga encima.
Son metáforas poderosas, como se podrá ver. La casa y la familia han dado origen a exploraciones formidables de la naturaleza humana, en la historia del arte y la literatura.
1.- EL ARGUMENTO
Y este es el escenario en el que los personajes deben encarnar, sin embargo, en el caso de Manzana, un argumento predecible. El padre (padrastro) violador y abusivo. La madre criada para aguantar y con un pasado que la persigue. Y la hija en rebeldía, aún a pesar de su situación de total indefensión.
Manzana, última obra del joven dramaturgo chuquisaqueño, Darío Torres, en este sentido, se hace parte de esa especie de militancia contra la violencia de género, en la que gran parte del teatro local y nacional se ha visto involucrado con entusiasmo los últimos años, con mayor y con menor suerte.
Parecería que Manzana, establecido esto, trata de diseccionar el interior de un titular, lamentablemente, muy común en nuestras sociedades: “Padre abusaba de su hija con complicidad de la madre”.
Lo que salva de ser otro panfleto sobre la violencia machista y sobre lo perverso que puede ser el modelo heteronormado de la familia a esta obra, es el envoltorio.
La forma en que la presenta Darío Torres, de quién sabemos (y ahora nos lo confirma) es una criatura que se mueve como pez en el agua en el océano elusivo del humor.
Así, en Manzana, todo está descompuesto, es una situación descompuesta, que se revela y se sostiene bien por obra y gracia del manejo del humor.
Frente a una situación de mierda, el humor bien entendido, es uno de los pocos instrumentos que nos quedan, como sociedad, para explorar otras etapas del drama, y es el humor, también, el que salva al director de la obra y al público, de situaciones que en escena podrían parecer muy literales y que lo son (algunas veces sin necesidad) como el de la violación, que contrasta con escenas poéticamente tan bien logradas, como la de las manos.
En resumen y sin embargo, Manzana nos muestra a un Darío Torres con la capacidad de conseguir que un tema al cual, de manera muy personal, consideraba destinado al naufragio, logre flotar y navegar a buen ritmo y llegar a buen puerto. A salvo. Sin víctimas fatales y con una caja de preguntas movilizadoras rescatadas del viaje.
2.- LAS ACTUACIONES
La forma en que la obra está dividida nos ha permitido ver el desarrollo actoral de los tres protagonistas de manera clara. Por un lado, Jamil Estrada y Marisol Campos, que son parte de Teatro Tetraskel, se van consolidando cada vez más como actores de oficio.
Pueden gustarte o no. Lo cierto es que se siente el trabajo y eso hace que en adelante, con una buena dirección, como la de Torres, se pueda confiar más y más en la calidad de sus producciones. Mención especial merece Jamil Estrada, su despliegue sobre las tablas en la obra impresiona y eso se agradece.
La tercera protagonista, Andrea Cueto, es una revelación afortunada y el papel le sienta como anillo al dedo. Cueto logra equilibrar muy bien la paleta de la obra y le imprime frescura al marco general de Manzana.
3.- NECESITAMOS LOS HUEVOS
Woody Allen nos enseñó al final de Annie Hall que el amor es un asunto jodido, complicado, imposible, una ilusión, pero que lo necesitamos para seguir viviendo. Lo mismo aplica para el arte. Es una ilusión pero lo necesitamos, necesitamos el arte para seguir viviendo. “We need the eggs”. Otras veces hemos ido al teatro en Sucre y hemos regresado con la sensación de una canasta vacía. Este, afortunadamente, no ha sido el caso.
Darío Torres en breve
Nace en la ciudad de Sucre (1979).
Director y dramaturgo del grupo de Teatro La Cueva, tiene publicaciones en el libro Miércoles de Ceniza (2008), el libro Fractales (2013), con la Editorial S, y en los boletines literarios Miércoles de Ceniza.
Comparte autoría en la obra “Alasestatuas” y “Antípoda” y ha realizado la adaptación de la obra de teatro de títeres “El Otro huevo de Colón”, piezas premiadas en festivales internacionales en Perú, Argentina y Brasil.
Durante su trayectoria ha trabajado en la creación de obras de teatro breve en base al teatro documental en diferentes municipios de Bolivia. Obras como “La Cuarta Batalla” y “Adelita” reconocidas con el premio Juana Azurduy de Padilla.
Su última obra “Bárbaros” obtuvo el Premio “Peter Travesí” como Mejor dramaturgia nacional 2017 que fue publicado en la LAESCENciA Dramaturgia Boliviana.16.