Poema patrio o la oriunda pornofilia
La violencia está afiebrada,
sin embargo, es cómica esta sensación térmica de la pertenencia.
No digo que afuera no haga frío,
no digo que no me obligue a ocultar las manos en los bolsillos,
no digo que los adoquines estén menos lustrosos que en los barrios señoriales.
Digo que la violencia a veces estornuda
y parece que riera,
en Navidad, en Año Nuevo, en las fiestas patrias, en los aniversarios,
y yo río con ella.
Hoy el político legañoso ha despertado de buen humor,
la violencia, como la risa, se contagia;
son las ocurrencias de la idiosincrasia, el desaliño festivo de las pesadillas:
solo basta un pequeño escozor para sacarnos de la cama.
Pobrecitos los que siempre hemos necesitado espejos averiados
y calvarios sobrevalorados para retornar a nuestra casa.
¿Deben ser siempre pedregosos, pensaba, mientras andaba en el frío,
los misteriosos caminos de la oriunda pornofilia?
Y Hegel me respondía que hasta la pregunta era redundante.